Narrador Omnipresente.
—Oh… me pareció ver un lindo lobito —escucha esa voz tan femenina, tan endemoniadamente provocadora, que hace que Thor gruña de deseo. Oye pasos acercarse. El colchón se hunde apenas. —Dime, lindo lobito, ¿deseas que te ayude con tu problemita? Siente su mano acariciando su entrepierna. Un toque leve… pero devastador. Antes de que pueda decir algo más, Arón se incorpora, con los ojos llenos de deseo. Su naturaleza salvaje lo domina. Se lanza a besarla, con una necesidad primitiva, cruda. Sus labios se apoderan de los de ella con fuerza, sin delicadeza, sin freno. Es un beso cargado de necesida y desesperación. Arón recorre con sus manos sus curvas, explorando con urgencia. El fuego lo consume, y sin paciencia ni la más mínima sutileza, le arranca las prendas, dejándola solo con una pequeña tanga negra que apenas cubre lo esencial. Su mirada recorre esa piel azulada, brillante como la noche, esos ojos púrpura que lo han atormentado en sueños. —Uy… el lindo lobito tiene prisa. ¿Acaso quiere devorar a Caperucita de un solo mordisco? —ella sonríe, con ironía. —En eso tienes razón. Quiero devorarte, saborearte, disfrutarte de todas las formas posibles. Ahora estás en las garras de esté lobo hambriento que te va a comer, saborear, gozar y no pienso soltarte hasta dejarte temblando. La atrae hacia él. Le aprieta el trasero con fuerza mientras su boca se apodera de sus pezones, dándoles pequeños mordiscos, con una mezcla de ansiedad y placer. —Lobito… demuéstrame qué es lo que tienes. No quiero promesas, quiero hechos —jadea ella, enredando sus dedos en su cabello, rendida al deseo. Su cuerpo entero vibra, listo para ser su banquete. ¿Cómo resistirse a ese escultural Adonis? —Te voy a dejar en silla de ruedas, Caperucita —gruñe Arón, su voz profunda, gruesa, cargada de deseo—. Entraste a la cueva del lobo… ahora enfrenta las consecuencias. —Lindo lobito… he venido porque tu aroma me sedujo. Estoy aquí para ser devorada, estrujada, poseída. Espero que no me defraudes. Quiero todo de ti. Y veremos quién termina en silla de ruedas —responde con ese tono retador que lo enloquece, mientras sus ojos lo devoran. Cada gesto, cada movimiento que ella hace, es una invitación a perder el control. Sus ojos púrpura brillan con intensidad, y en la mirada del Alfa hay un destello claro: Thor también se ha unido al momento. Arón la empuja contra la pared, atrapándola entre su cuerpo duro como piedra y la superficie helada. Vuelve a besarla con fiereza, su lengua explora cada rincón de su paladar como si lo reclamara como suyo. Sus manos recorren su espalda, bajando hasta su trasero, apretando, explorando, saboreando con el tacto. No hay más tiempo. El deseo lo domina. Con un solo tirón, le arranca la braga. El camino está libre. La alza con facilidad, y ella enreda sus piernas en su cintura. Con un solo movimiento, se introduce en ella con fuerza. Su longitud es absorbida, su grosor atrapado por aquellas paredes internas que lo reciben como si siempre lo hubieran estado esperando. Ambos se mueven con un ritmo frenético, salvaje. Es una danza primitiva, irracional. Las manos de Arón se aferran a su trasero, marcando cada estocada con brutalidad y necesidad. Ella se aferra a él, dejándose llevar por esa energía animal. Cada vez más profundo. Más intenso. Sus cuerpos encajan a la perfección, como si hubieran sido creados el uno para el otro. La conexión es devastadora. El lugar se llena de olores, de jadeos y gruñidos descomunales. Explotan juntos una y otra vez, perdiendo la noción del tiempo, del control, de todo. En ese lugar, solo existen ellos. Lobo y hembra. Alfa y Luna. Un instante salvaje, ardiente… inevitable. Pierden la cordura y ya no saben cuánto tiempo ha pasado… Una sensación de éxtasis y placer los envuelve, sin dejarles espacio para contenerse. Sus cuerpos se mueven en una mezcla frenética de hambre y necesidad, como si solo existiera este momento. Arón la desea con desesperación. No puede detenerse; la sola idea de separarse de ella lo atormenta. Thor exhala un gruñido profundo, reverberando en el espacio, invocando a las bestias que habitan en sus entrañas. Los jadeos, los aullidos, las miradas hambrientas… todo se desborda. El placer salvaje los estremece por completo, mientras un sentimiento más profundo… más íntimo… comienza a brotar y aferrarse a sus almas. Thor, en medio del clímax, lanza un aullido feroz. Con él declara al universo que ha encontrado a su compañera. Su cuerpo. Su alma. Su esencia… Que le pertenecen. Ella es su diosa, su Luna, la única mujer que completa su existencia. Sin pensar, sin dudar, hunde sus colmillos en la delicada piel de su amada. La marca. La sella… Es suya. El vínculo se completa, y ambos son invadidos por una corriente de éxtasis tan poderosa que sus cuerpos vibran, cargándose de una energía ancestral y brillante que los envuelve como un manto protector. El eco de sus gruñidos aún flota en el aire… Sus ojos arden mientras se devoran mutuamente con la mirada. Se entrelazan de nuevo, con el mismo frenesí, sin necesidad de palabras. Todo lo que sienten fluye por cada fibra de sus cuerpos, embriagándolos, consumiéndolos. Se aman sin piedad, sin límites, con una pasión primitiva y brutal. Una y otra vez, hasta que el agotamiento se vuelve un enemigo dulce… Hasta que sus cuerpos colapsan rendidos tras el esfuerzo de saciar lo insaciable. Placer infinito. Entrega total. Instinto y alma fundidos en un solo ser. ¿Es un sueño o es real?P.O.V ArónDespierto. No sé cuánto tiempo he dormido, solo sé que he tenido las noches y los días más ardientes que un hombre puede vivir. Ahora que mis hormonas están calmadas, aunque mis deseos por volver a sentir su piel persisten. Pero debo contenerme y hablar con ella."Quiero pedirle que sea mi Luna… Mi reina."Al recordar su aroma, sé que no es una loba. Sus ojos… son los de una criatura mitológica. Y muero por volver a tenerla entre mis brazos… por volver a recorrer cada rincón de su cuerpo.Intento acomodarme.Caperucita ha drenado todas mis fuerzas. Ni con el entrenamiento más brutal me habían dolido tanto los músculos. Thor aún sigue agotado, por eso ni siquiera puede ayudarme con el dolor de mi cuerpo.—¡Mierd4! —gruño al levantarme e intentar dar el primer paso. Mis piernas duelen despiadadamente, pero este dolor… este maldito dolor vale cada segundo con mi potra salvaje.Caperucita es un nombre demasiado tierno para mi diosa indomable.Ahora que lo pienso, las única
—Potra, ¿dónde carajos estás? —se pregunta para sí. **** En el apartamento de Annie. —¡Annie, maldit4! ¡Eres una mala amiga! —grita Júpiter mientras la mueve buscando despertarla. —Déjame dormir otro ratito, mami —responde adormecida Ann. —¿Cuál, mami? Si eres una perr4 que se la pasó follandø todo el fin de semana y lo que más me duele es que no me llevaste —la recrimina, arrojándole un vaso de agua sobre el rostro. Annie siente cómo el agua helada cae sobre su cara y se sobresalta, abriendo sus ojos por completo. Se siente desorientada y poco a poco va acomodando su visión. —¿Por qué me echaste agua? ¡Te has enloquecido! —le reclama, abriendo sus ojos como platos. —Sí que eres descarada —dice Júpiter, cruzándose de brazos—. ¿Dime quién es? ¿Dónde lo conociste? —pregunta, levantando una ceja mientras se sienta al borde de la cama. —¿De qué hablas? —responde con una pregunta. Quiere levantarse y alejarse de su amiga, pero sus piernas no le responden al intentar pararse
P.O.V Annie —¡Basta! —grito, echándolos de mi habitación. Tengo que aguantar a Salvador y su santurronería. Me mira a los ojos, buscando algo en mí. Luego se secreta con Júpiter. Eso me ofusca muchísimo. "Es mi vida, y si quiero andar de puta abriendo las piernas, es mi problema". Los aprecio, son mis mejores y únicos amigos, pero si se comportan así por un simple sueño… Aunque intenso… Fogoso. Casi real. Como ningún otro. No quiero imaginar el día que suceda. Salgo de mi apartamento hecha una saiyajin. La furia corre por mi cuerpo, pero debajo del enojo hay algo más: un vacío sordo que me pesa en el pecho. Hoy debería estar acompañada, sentirme fuerte… pero estoy sola. Más sola que nunca y siento que me puedo quebrar. Lo sé, parezco demente… Paso de la risa al llanto, de la calma a la furia, y lo peor es que ando como gata en celo. Literal. No es normal. Pienso que deben ser esas malditas vitaminas las que me tienen así, con la libido por los cielos y durm
La doctora termina el procedimiento. —Annie, te vas a quedar recostada un par de horitas reposando y luego ya te puedes marchar —le indica la ginecóloga con voz suave, sin dejar de observarla con ternura. Ella asiente, con una expresión tranquila, aunque algo distraída, como si su mente estuviera en otro sitio. —¿Me puedes pasar mi celular? La doctora toma su bolso y se lo alcanza con una sonrisa cálida. —Recuerda mantener la calma —le dice mientras le acaricia el brazo con un gesto afectuoso, transmitiéndole paz. Annie toma el teléfono y revisa las notificaciones. Hay llamadas perdidas de sus amigos ingratos… y un mensaje de Júpiter: «Estamos afuera. Dile a la doctora que nos deje pasar». Ella sonríe. Sabía que no la dejarían sola, aunque eso no significa que los perdone tan fácilmente. Que esperen un rato más afuera. Sigue revisando hasta que aparece otro mensaje, esta vez del señor Lennon: «Gracias, señorita Becker, por aceptar el trabajo. La cabaña que le ofrecimos ya est
Annie se aleja. Iba directo a su cabaña, pero algo dentro de ella cambia de idea.Camina por los viñedos, charla con algunos trabajadores. Se siente también en ese lugar.A la hora del almuerzo va con ellos a la cafeteria a comer. Le cuentan que quien maneja el lugar es un hombre muy gentil y amable.Se siente como en casa, aunque extraña a sus dos ingratos amigos. Nunca ha logrado entender por qué se pierden por meses y luego aparecen como si solo fueran unos días, o tan solo horas.Además, nunca sabe a dónde van. Siempre la evaden cuando pregunta.Odia esos misterios, pero respeta sus vidas privadas.Sus pasos la llevan al lago, como si el viento mismo la empujara hacia allá.El paisaje es tan bello que quiere recorrerlo y aprovechar para respirar aire puro. El aire huele a lavanda y tierra húmeda. Las hojas susurran con el viento. Todo parece suspendido en un instante perfecto... hasta que un estruendo rompe la calma.Un caballo, salvaje y desbocado, galopa directo hacia ella. El
Annie está sumida en un profundo sueño, su cuerpo se mueve inquieto.Su mente navega entre las sombras del pasado… o tal vez una pesadilla.Un presentimiento oscuro recorre su espina dorsal, provocándole un escalofrío que le hiela la piel.—¿Estás seguro de viajar? —pregunta Annie con voz temblorosa. Hay algo en su actitud que no reconoce en sí misma—. No me siento bien…Es interrumpida por la mirada penetrante de Jarek, acompañada del gesto despectivo de su suegra, Raiza. Annie baja la cabeza, rindiéndose con sumisión, y sube al automóvil sin protestar.—Preciosa, sonríe. Tus padres vienen en el otro coche y no quiero que mis suegros piensen cosas que no son —dice Jarek mientras acaricia el rostro de Annie con una ternura que solo busca disfrazar su control.¿Cuánto más tiempo podré mantener esta farsa?, piensa, sin borrar la sonrisa. Mientras Arón no sepa dónde está, sigo ganando esta guerra silenciosa.Al saber que sus padres están cerca, se siente más tranquila y segura. Así que l
En Otro LugarArón ha estado inquieto. No logra concentrarse en nada.La llegada de su medio hermano junto a su Luna lo tiene tenso.El trono no es lo valioso, nunca se han llevado bien, pero espera que el haber encontrado a su Luna lo haga cambiar, que deje de ser tan egoísta y piense un poco más en su pueblo.El aire trae consigo el fuerte olor a cereza y durazno, una mezcla extraña, pero inconfundible: es su compañera.Ruge Thor en la cabeza del Alfa. Un alarido lleno de angustia.—Alfa, nuestra Luna está cerca y su vida está en peligro… siente su dolor… su sufrimiento. Ella nos necesita.Arón, sin transformarse, corre a gran velocidad en la dirección de su olor. Debe llegar y salvarla. Su cuerpo se llena de escalofríos al pensar que la perderá. Siente su agonía y su llamado.A pocos kilómetros de la ubicación, se desata una tormenta como si el cielo y el infierno se unieran.La tierra comienza a estremecerse y el firmamento se ilumina, centelleando luces acompañadas por terrorífic
—¡Rosalba! Deben salir —grita a todo pulmón.Observa cómo un enorme árbol se desploma, aprisionando a la vivienda y amenazando con derrumbarla.Sin pensarlo, brinca con todas sus fuerzas, transformándose y dándole el control a Thor.Se interpone entre el pesado tronco y la casa, justo a tiempo para detener el desastre. Recibe el brutal golpe… la ferocidad del impacto destroza una de sus patas delanteras. El crujir de sus huesos no lo detendrá. Aunque aulle de dolor. No puede retroceder, debe asegurar el tronco.Su cabeza también tiene algunas astillas de madera clavadas, pero siente que no es momento de lamentarse. Con destreza lanza el árbol a lo lejos, despejando el peligro.El dolor es insoportable; sin embargo, su deber y responsabilidad priman. Se transforma en su forma humana. Sabe que su lobo pronto lo curará. Es el Alfa de Alfas.La diosa le ha brindado la habilidad de crear un atuendo para cubrir su desnudez.—¡Señora Rosalba! —exclama, golpeando con fuerza la puerta, consci