4. Un lindo Lobito.

Narrador Omnipresente.

—Oh… me pareció ver un lindo lobito —escucha esa voz tan femenina, tan endemoniadamente provocadora, que hace que Thor gruña de deseo.

Oye pasos acercarse. El colchón se hunde apenas.

—Dime, lindo lobito, ¿deseas que te ayude con tu problemita?

Siente su mano acariciando su entrepierna. Un toque leve… pero devastador.

Antes de que pueda decir algo más, Arón se incorpora, con los ojos llenos de deseo. Su naturaleza salvaje lo domina. Se lanza a besarla, con una necesidad primitiva, cruda.

Sus labios se apoderan de los de ella con fuerza, sin delicadeza, sin freno. Es un beso cargado de necesida y desesperación.

Arón recorre con sus manos sus curvas, explorando con urgencia.

El fuego lo consume, y sin paciencia ni la más mínima sutileza, le arranca las prendas, dejándola solo con una pequeña tanga negra que apenas cubre lo esencial.

Su mirada recorre esa piel azulada, brillante como la noche, esos ojos púrpura que lo han atormentado en sueños.

—Uy… el lindo lobito tiene prisa. ¿Acaso quiere devorar a Caperucita de un solo mordisco? —ella sonríe, con ironía.

—En eso tienes razón. Quiero devorarte, saborearte, disfrutarte de todas las formas posibles. Ahora estás en las garras de esté lobo hambriento que te va a comer, saborear, gozar y no pienso soltarte hasta dejarte temblando.

La atrae hacia él. Le aprieta el trasero con fuerza mientras su boca se apodera de sus pezones, dándoles pequeños mordiscos, con una mezcla de ansiedad y placer.

—Lobito… demuéstrame qué es lo que tienes. No quiero promesas, quiero hechos —jadea ella, enredando sus dedos en su cabello, rendida al deseo. Su cuerpo entero vibra, listo para ser su banquete.

¿Cómo resistirse a ese escultural Adonis?

—Te voy a dejar en silla de ruedas, Caperucita —gruñe Arón, su voz profunda, gruesa, cargada de deseo—. Entraste a la cueva del lobo… ahora enfrenta las consecuencias.

—Lindo lobito… he venido porque tu aroma me sedujo. Estoy aquí para ser devorada, estrujada, poseída. Espero que no me defraudes. Quiero todo de ti. Y veremos quién termina en silla de ruedas —responde con ese tono retador que lo enloquece, mientras sus ojos lo devoran.

Cada gesto, cada movimiento que ella hace, es una invitación a perder el control. Sus ojos púrpura brillan con intensidad, y en la mirada del Alfa hay un destello claro: Thor también se ha unido al momento.

Arón la empuja contra la pared, atrapándola entre su cuerpo duro como piedra y la superficie helada. Vuelve a besarla con fiereza, su lengua explora cada rincón de su paladar como si lo reclamara como suyo.

Sus manos recorren su espalda, bajando hasta su trasero, apretando, explorando, saboreando con el tacto. No hay más tiempo. El deseo lo domina. Con un solo tirón, le arranca la braga. El camino está libre.

La alza con facilidad, y ella enreda sus piernas en su cintura. Con un solo movimiento, se introduce en ella con fuerza. Su longitud es absorbida, su grosor atrapado por aquellas paredes internas que lo reciben como si siempre lo hubieran estado esperando.

Ambos se mueven con un ritmo frenético, salvaje. Es una danza primitiva, irracional. Las manos de Arón se aferran a su trasero, marcando cada estocada con brutalidad y necesidad.

Ella se aferra a él, dejándose llevar por esa energía animal. Cada vez más profundo. Más intenso. Sus cuerpos encajan a la perfección, como si hubieran sido creados el uno para el otro. La conexión es devastadora.

El lugar se llena de olores, de jadeos y gruñidos descomunales. Explotan juntos una y otra vez, perdiendo la noción del tiempo, del control, de todo.

En ese lugar, solo existen ellos. Lobo y hembra. Alfa y Luna. Un instante salvaje, ardiente… inevitable.

Pierden la cordura y ya no saben cuánto tiempo ha pasado…

Una sensación de éxtasis y placer los envuelve, sin dejarles espacio para contenerse.

Sus cuerpos se mueven en una mezcla frenética de hambre y necesidad, como si solo existiera este momento.

Arón la desea con desesperación. No puede detenerse; la sola idea de separarse de ella lo atormenta.

Thor exhala un gruñido profundo, reverberando en el espacio, invocando a las bestias que habitan en sus entrañas.

Los jadeos, los aullidos, las miradas hambrientas… todo se desborda.

El placer salvaje los estremece por completo, mientras un sentimiento más profundo… más íntimo… comienza a brotar y aferrarse a sus almas.

Thor, en medio del clímax, lanza un aullido feroz. Con él declara al universo que ha encontrado a su compañera.

Su cuerpo.

Su alma.

Su esencia… Que le pertenecen.

Ella es su diosa, su Luna, la única mujer que completa su existencia.

Sin pensar, sin dudar, hunde sus colmillos en la delicada piel de su amada.

La marca.

La sella…

Es suya.

El vínculo se completa, y ambos son invadidos por una corriente de éxtasis tan poderosa que sus cuerpos vibran, cargándose de una energía ancestral y brillante que los envuelve como un manto protector.

El eco de sus gruñidos aún flota en el aire…

Sus ojos arden mientras se devoran mutuamente con la mirada.

Se entrelazan de nuevo, con el mismo frenesí, sin necesidad de palabras.

Todo lo que sienten fluye por cada fibra de sus cuerpos, embriagándolos, consumiéndolos.

Se aman sin piedad, sin límites, con una pasión primitiva y brutal.

Una y otra vez, hasta que el agotamiento se vuelve un enemigo dulce… Hasta que sus cuerpos colapsan rendidos tras el esfuerzo de saciar lo insaciable.

Placer infinito. Entrega total. Instinto y alma fundidos en un solo ser.

¿Es un sueño o es real?

Continue lendo no Buenovela
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Digitalize o código para ler no App