P.O.V Arón
Despierto. No sé cuánto tiempo he dormido, solo sé que he tenido las noches y los días más ardientes que un hombre puede vivir. Ahora que mis hormonas están calmadas, aunque mis deseos por volver a sentir su piel persisten. Pero debo contenerme y hablar con ella. "Quiero pedirle que sea mi Luna… Mi reina." Al recordar su aroma, sé que no es una loba. Sus ojos… son los de una criatura mitológica. Y muero por volver a tenerla entre mis brazos… por volver a recorrer cada rincón de su cuerpo. Intento acomodarme. Caperucita ha drenado todas mis fuerzas. Ni con el entrenamiento más brutal me habían dolido tanto los músculos. Thor aún sigue agotado, por eso ni siquiera puede ayudarme con el dolor de mi cuerpo. —¡Mierd4! —gruño al levantarme e intentar dar el primer paso. Mis piernas duelen despiadadamente, pero este dolor… este maldito dolor vale cada segundo con mi potra salvaje. Caperucita es un nombre demasiado tierno para mi diosa indomable. Ahora que lo pienso, las únicas palabras que nos dijimos, después de que ella me llamó lindo lobito y se presentó como Caperucita, fueron: "¡Dame más!" "¡No te atrevas a detenerte!" "¡Más rápido!" Hago mi mayor esfuerzo por llegar al baño. Tal vez esté allí, aunque no escucho el agua correr… Pero hay algo más… Algo que me sacude el pecho. No siento su olor. Y hasta ahora me doy cuenta de eso. Olvido el dolor de mis extremidades. En segundos, recorro cada rincón de la cabaña en su búsqueda. Tomo mi teléfono que ya está habilitado y llamo a mi Delta. Él es el encargado de mi seguridad. Pero ahora viene una pregunta a mi mente… "¿Acaso todos se han aliado?" El único que tiene la clave de la cerradura es Lennon. Debe haber sido él. "Mi Potra no podría haber ingresado sola." Antes de que pueda llamar a Fabricio, aparece una llamada entrante. Es mi Beta. Intento contener la ira que su traición despierta en mí, aunque… en el fondo, ya no me importa… De hecho, planeo recompensarlo generosamente por haberme traído a mi Potra. Ahora solo necesito una cosa: tenerla a mi lado. Podría jurar que ella es... mi compañera. "¡Mi mate!" —Alfa, hasta que al fin te dignas a despertar. Pensé que te habías suicidado —escucho los sarcasmos de Lennon, pero no tengo tiempo para juegos. —¿Dime dónde está? —pregunto con voz neutral y firme. Es lo único que quiero saber. —¿Podrías ser más específico? —responde con otra puta pregunta, quebrando mi paciencia. —¿Dónde está mi diosa? La mujer con la que estuve estos días —le escupo, seco, sin espacio para sus chistes. —Arón… ¿qué te estás metiendo? —pregunta, y puedo sentir el desconcierto real en su voz. —Abre la puerta —respondo simplemente, mientras mi mente rebobina cada una de sus caricias, sus gemidos, su piel resbalando con el sudor de nuestros actos. —¡No! ¡No! Eso no fue un sueño! ¡Ella estuvo aquí! —gruño, incapaz de aceptar lo contrario. Mi cuerpo duele inclementemente. Thor la marcó. Intento conectarme con él, pero está… apagado. Como si hubiera viajado a otro hemisferio. Me niego a creer que mi Potra haya sido una alucinación. Un juego sucio de mi mente. Mi entrepierna reacciona solo con recordarla. Sus besos cargados de necesidad. Sus caricias desesperadas. Mi Potra salvaje. Lennon cuelga el teléfono y lo escucho el crujir de las cerraduras, abriendo la puerta principal. Entra en la cabaña y da un vistazo rápido al lugar. Lo veo detener su mirada en el desorden que hay en el sitio, pero en mi defensa diré que no tuvimos tiempo… solo queríamos tener nuestros cuerpos entrelazados. Lo miro atentamente, necesito leer sus movimientos. Comienza a mover su nariz como si un olor penetrante lo atrajera y le es imposible mantener la boca cerrada. —¿Cuántas veces te masturbaste? Este lugar apesta y huele a semen. Creo que te has secado, amigo. Menos mal que guardamos algunos renacuajitos. —Lennon —gruño. Él encoge los hombros y continúa con su inspección. —Diosa… además de darle con manuela —hace un gesto asqueroso con la mano alrededor de la entrepierna —casi terminas con el lugar, creo que lo mejor es quemar todo lo que hay aquí. Esta totalmente manchado y oloroso —dice sin dejar de hacer gestos. Lo observo detenidamente, esperando encontrar en su rostro algún rastro de traición, pero sus palabras solo aumentan mi frustración. Él no sabe que hubo una mujer aquí. Salgo con pasos apresurados y me dirijo hacia los guerreros, invadiendo sus mentes en busca de la mujer que estuvo a mi lado. Ingreso en sus memorias uno a uno y solo encuentro charlas banales, recorridos custodiando la propiedad y juegos de cartas. —Maldición —mascullo entre dientes, apretando con fuerza los puños. En ninguno encuentro el rastro de que esa puerta hubiese sido abierta. Esas imágenes, en vez de darme consuelo, me llenan de inquietud, y hacen que mi rostro palidezca y mis piernas tiemblen. —Alfa, ¿qué tienes? No me digas que tantas descargas con manuela te frieron el cerebro —lanza con ironía, dejando escapar una sonrisa socarrona. Le lanzo una mirada penetrante. Calladito puede sobrevivir. Veo en su rostro la intriga… y a la vez, preocupación. —Alfa, déjame ayudarte. Me imagino que por estar luchando contra los deseos irracionales no has comido como se debe. Me guía hasta el sofá de la sala. Me siento, tomo mi rostro entre las manos, y las preguntas vuelven a surgir. ¿Dónde está? ¿Ella no fue una alucinación? Mi cuerpo lo sabe. Mi piel la recuerda. Mi boca aún la saborea. Escucho los pasos de Lennon dirigiéndose a la cocina. —Alfa, te devoraste todo lo que había en la nevera y en la alacena. ¡Esa era la comida para veinte días! ¿Cuándo vayas a comer personas, podrías avisarme? ¿Y tus faenas con manuela no te dejaron tiempo para limpiar un poco? —recrimina, molesto, por el desorden que tanto detesta. Me levanto del sofá y lo observo con una bolsa, arrojando las sobras en ella. Escaneo el desastre de la cocina. La imagen de ella, recostada sobre la encimera, sus piernas abiertas haciéndome un llamado, sus pezones duros deseando ser atendidos… se apodera de mi mente. Mi imaginación se llena de su cuerpo decorado con fresas, cerezas, miel y helado. Mi Potra no puede ser producto de mi imaginación. Ella fue mi postre… Después de haber saciado el hambre, devoré el deseo. Me acerco lentamente a la barra, rozando mis dedos por la fría y suave superficie de mármol, reviviendo la sensación de su piel tersa y delicada bajo mis manos. Evoco cómo devoré con ímpetu cada bocado, cómo lamí cada rincón de su cuerpo sin pudor, saciando cada una de mis necesidades e instintos… tanto físicas como carnales. Aún siento en mi boca el relieve de sus pezones al rozarlos. Esa textura fina y excitante se impregnó en mi memoria… y ahora amenaza con enloquecerme ante su ausencia. —Mi Potra es real —susurro. Mi Potra no puede ser un invento. Si lo fue, que alguien me encierre, porque no voy a sobrevivir a esta locura. No después de haberla sentido en mi piel. No después de haberla saboreado como si fuera lo único real en este maldito mundo. Mis manos recuerdan el recorrido por sus pliegues, acariciando cada milímetro de esa zona delicada y tentadora que me hizo vibrar… que me llevó a sucumbir ante mis deseos más salvajes. Esa sensación vive en cada partícula de mi ser. Busco su delicado aroma. Esa fragancia que durante estos días ha invadido mis sentidos… pero no hay huellas. No queda nada. Solo el vacío. Sin embargo, en mi entrepierna se forma un problema, que comienza a doler y a desear su presencia con urgencia. —Alfa —me llama Lennon, devolviéndome al presente. Necesito examinar cada cosa. No me gusta entrar en la mente de mi Beta, pero ella es importante. Es mi compañera. Mi mate. La necesito. Ella es mi fuerza. Un vínculo sagrado y único. La desesperación me está comiendo por dentro, aunque el maldito de Thor está de lo más relajado… hasta lo puedo escuchar roncar en mi mi mente, indiferente como si nada le importara… Como si no acabáramos de perder a la única mujer capaz de calmarnos. "¡Maldito bastardo!" Gruño para mí. Respiro profundamente y, antes de adentrarme en las memorias de mi amigo, recuerdo la promesa que le hice de no invadir su privacidad. Golpeo con frustración la encimera, quebrándola. —Uhum… creo que alguien durmió desarropado —siempre con su tono sarcástico, ahí está mi Beta. Sonrío de medio lado… pero mi preocupación real es ella. "Potra… ¿dónde carajos estás...?"—Potra, ¿dónde carajos estás? —se pregunta para sí. **** En el apartamento de Annie. —¡Annie, maldit4! ¡Eres una mala amiga! —grita Júpiter mientras la mueve buscando despertarla. —Déjame dormir otro ratito, mami —responde adormecida Ann. —¿Cuál, mami? Si eres una perr4 que se la pasó follandø todo el fin de semana y lo que más me duele es que no me llevaste —la recrimina, arrojándole un vaso de agua sobre el rostro. Annie siente cómo el agua helada cae sobre su cara y se sobresalta, abriendo sus ojos por completo. Se siente desorientada y poco a poco va acomodando su visión. —¿Por qué me echaste agua? ¡Te has enloquecido! —le reclama, abriendo sus ojos como platos. —Sí que eres descarada —dice Júpiter, cruzándose de brazos—. ¿Dime quién es? ¿Dónde lo conociste? —pregunta, levantando una ceja mientras se sienta al borde de la cama. —¿De qué hablas? —responde con una pregunta. Quiere levantarse y alejarse de su amiga, pero sus piernas no le responden al intentar pararse
P.O.V Annie —¡Basta! —grito, echándolos de mi habitación. Tengo que aguantar a Salvador y su santurronería. Me mira a los ojos, buscando algo en mí. Luego se secreta con Júpiter. Eso me ofusca muchísimo. "Es mi vida, y si quiero andar de puta abriendo las piernas, es mi problema". Los aprecio, son mis mejores y únicos amigos, pero si se comportan así por un simple sueño… Aunque intenso… Fogoso. Casi real. Como ningún otro. No quiero imaginar el día que suceda. Salgo de mi apartamento hecha una saiyajin. La furia corre por mi cuerpo, pero debajo del enojo hay algo más: un vacío sordo que me pesa en el pecho. Hoy debería estar acompañada, sentirme fuerte… pero estoy sola. Más sola que nunca y siento que me puedo quebrar. Lo sé, parezco demente… Paso de la risa al llanto, de la calma a la furia, y lo peor es que ando como gata en celo. Literal. No es normal. Pienso que deben ser esas malditas vitaminas las que me tienen así, con la libido por los cielos y durm
La doctora termina el procedimiento. —Annie, te vas a quedar recostada un par de horitas reposando y luego ya te puedes marchar —le indica la ginecóloga con voz suave, sin dejar de observarla con ternura. Ella asiente, con una expresión tranquila, aunque algo distraída, como si su mente estuviera en otro sitio. —¿Me puedes pasar mi celular? La doctora toma su bolso y se lo alcanza con una sonrisa cálida. —Recuerda mantener la calma —le dice mientras le acaricia el brazo con un gesto afectuoso, transmitiéndole paz. Annie toma el teléfono y revisa las notificaciones. Hay llamadas perdidas de sus amigos ingratos… y un mensaje de Júpiter: «Estamos afuera. Dile a la doctora que nos deje pasar». Ella sonríe. Sabía que no la dejarían sola, aunque eso no significa que los perdone tan fácilmente. Que esperen un rato más afuera. Sigue revisando hasta que aparece otro mensaje, esta vez del señor Lennon: «Gracias, señorita Becker, por aceptar el trabajo. La cabaña que le ofrecimos ya est
Annie se aleja. Iba directo a su cabaña, pero algo dentro de ella cambia de idea.Camina por los viñedos, charla con algunos trabajadores. Se siente también en ese lugar.A la hora del almuerzo va con ellos a la cafeteria a comer. Le cuentan que quien maneja el lugar es un hombre muy gentil y amable.Se siente como en casa, aunque extraña a sus dos ingratos amigos. Nunca ha logrado entender por qué se pierden por meses y luego aparecen como si solo fueran unos días, o tan solo horas.Además, nunca sabe a dónde van. Siempre la evaden cuando pregunta.Odia esos misterios, pero respeta sus vidas privadas.Sus pasos la llevan al lago, como si el viento mismo la empujara hacia allá.El paisaje es tan bello que quiere recorrerlo y aprovechar para respirar aire puro. El aire huele a lavanda y tierra húmeda. Las hojas susurran con el viento. Todo parece suspendido en un instante perfecto... hasta que un estruendo rompe la calma.Un caballo, salvaje y desbocado, galopa directo hacia ella. El
Annie está sumida en un profundo sueño, su cuerpo se mueve inquieto.Su mente navega entre las sombras del pasado… o tal vez una pesadilla.Un presentimiento oscuro recorre su espina dorsal, provocándole un escalofrío que le hiela la piel.—¿Estás seguro de viajar? —pregunta Annie con voz temblorosa. Hay algo en su actitud que no reconoce en sí misma—. No me siento bien…Es interrumpida por la mirada penetrante de Jarek, acompañada del gesto despectivo de su suegra, Raiza. Annie baja la cabeza, rindiéndose con sumisión, y sube al automóvil sin protestar.—Preciosa, sonríe. Tus padres vienen en el otro coche y no quiero que mis suegros piensen cosas que no son —dice Jarek mientras acaricia el rostro de Annie con una ternura que solo busca disfrazar su control.¿Cuánto más tiempo podré mantener esta farsa?, piensa, sin borrar la sonrisa. Mientras Arón no sepa dónde está, sigo ganando esta guerra silenciosa.Al saber que sus padres están cerca, se siente más tranquila y segura. Así que l
En Otro LugarArón ha estado inquieto. No logra concentrarse en nada.La llegada de su medio hermano junto a su Luna lo tiene tenso.El trono no es lo valioso, nunca se han llevado bien, pero espera que el haber encontrado a su Luna lo haga cambiar, que deje de ser tan egoísta y piense un poco más en su pueblo.El aire trae consigo el fuerte olor a cereza y durazno, una mezcla extraña, pero inconfundible: es su compañera.Ruge Thor en la cabeza del Alfa. Un alarido lleno de angustia.—Alfa, nuestra Luna está cerca y su vida está en peligro… siente su dolor… su sufrimiento. Ella nos necesita.Arón, sin transformarse, corre a gran velocidad en la dirección de su olor. Debe llegar y salvarla. Su cuerpo se llena de escalofríos al pensar que la perderá. Siente su agonía y su llamado.A pocos kilómetros de la ubicación, se desata una tormenta como si el cielo y el infierno se unieran.La tierra comienza a estremecerse y el firmamento se ilumina, centelleando luces acompañadas por terrorífic
—¡Rosalba! Deben salir —grita a todo pulmón.Observa cómo un enorme árbol se desploma, aprisionando a la vivienda y amenazando con derrumbarla.Sin pensarlo, brinca con todas sus fuerzas, transformándose y dándole el control a Thor.Se interpone entre el pesado tronco y la casa, justo a tiempo para detener el desastre. Recibe el brutal golpe… la ferocidad del impacto destroza una de sus patas delanteras. El crujir de sus huesos no lo detendrá. Aunque aulle de dolor. No puede retroceder, debe asegurar el tronco.Su cabeza también tiene algunas astillas de madera clavadas, pero siente que no es momento de lamentarse. Con destreza lanza el árbol a lo lejos, despejando el peligro.El dolor es insoportable; sin embargo, su deber y responsabilidad priman. Se transforma en su forma humana. Sabe que su lobo pronto lo curará. Es el Alfa de Alfas.La diosa le ha brindado la habilidad de crear un atuendo para cubrir su desnudez.—¡Señora Rosalba! —exclama, golpeando con fuerza la puerta, consci
En otro lugar.El teléfono del Alfa suena de nuevo, su tono insistente corta el silencio sepulcral del despacho donde se encuentra reunido con el Beta y el Delta.Aprieta los dientes con fuerza, haciendo que rechinen; intenta ignorarlo. La información que sostiene entre sus manos hace hervir su sangre, inundando su cuerpo de una ira densa y una frustración desgarradora que apenas puede contener.Con el ceño fruncido y un suspiro cargado de exasperación, finalmente toma el móvil. Mira la pantalla: un número desconocido. Eso lo inquieta aún más, así que decide responder.—¿Señor Taylor? —pregunta la doctora, con el nerviosismo a flor de piel.El médico encargado del laboratorio prefirió renunciar antes que enfrentar a Arón.—Con él —responde de manera seca.Por la bocina del teléfono, su oído agudo logra captar la respiración agitada de la mujer.—Señorita, hable de una vez… antes de que mi paciencia se agote por completo.—Señor Taylor… hemos sufrido un robo en los laboratorios de fert