P.O.V Annie —¡Basta! —grito, echándolos de mi habitación. Tengo que aguantar a Salvador y su santurronería. Me mira a los ojos, buscando algo en mí. Luego se secreta con Júpiter. Eso me ofusca muchísimo. "Es mi vida, y si quiero andar de puta abriendo las piernas, es mi problema". Los aprecio, son mis mejores y únicos amigos, pero si se comportan así por un simple sueño… Aunque intenso… Fogoso. Casi real. Como ningún otro. No quiero imaginar el día que suceda. Salgo de mi apartamento hecha una saiyajin. La furia corre por mi cuerpo, pero debajo del enojo hay algo más: un vacío sordo que me pesa en el pecho. Hoy debería estar acompañada, sentirme fuerte… pero estoy sola. Más sola que nunca y siento que me puedo quebrar. Lo sé, parezco demente… Paso de la risa al llanto, de la calma a la furia, y lo peor es que ando como gata en celo. Literal. No es normal. Pienso que deben ser esas malditas vitaminas las que me tienen así, con la libido por los cielos y durm
La doctora termina el procedimiento. —Annie, te vas a quedar recostada un par de horitas reposando y luego ya te puedes marchar —le indica la ginecóloga con voz suave, sin dejar de observarla con ternura. Ella asiente, con una expresión tranquila, aunque algo distraída, como si su mente estuviera en otro sitio. —¿Me puedes pasar mi celular? La doctora toma su bolso y se lo alcanza con una sonrisa cálida. —Recuerda mantener la calma —le dice mientras le acaricia el brazo con un gesto afectuoso, transmitiéndole paz. Annie toma el teléfono y revisa las notificaciones. Hay llamadas perdidas de sus amigos ingratos… y un mensaje de Júpiter: «Estamos afuera. Dile a la doctora que nos deje pasar». Ella sonríe. Sabía que no la dejarían sola, aunque eso no significa que los perdone tan fácilmente. Que esperen un rato más afuera. Sigue revisando hasta que aparece otro mensaje, esta vez del señor Lennon: «Gracias, señorita Becker, por aceptar el trabajo. La cabaña que le ofrecimos ya est
Annie se aleja. Iba directo a su cabaña, pero algo dentro de ella cambia de idea.Camina por los viñedos, charla con algunos trabajadores. Se siente también en ese lugar.A la hora del almuerzo va con ellos a la cafeteria a comer. Le cuentan que quien maneja el lugar es un hombre muy gentil y amable.Se siente como en casa, aunque extraña a sus dos ingratos amigos. Nunca ha logrado entender por qué se pierden por meses y luego aparecen como si solo fueran unos días, o tan solo horas.Además, nunca sabe a dónde van. Siempre la evaden cuando pregunta.Odia esos misterios, pero respeta sus vidas privadas.Sus pasos la llevan al lago, como si el viento mismo la empujara hacia allá.El paisaje es tan bello que quiere recorrerlo y aprovechar para respirar aire puro. El aire huele a lavanda y tierra húmeda. Las hojas susurran con el viento. Todo parece suspendido en un instante perfecto... hasta que un estruendo rompe la calma.Un caballo, salvaje y desbocado, galopa directo hacia ella. El
Annie está sumida en un profundo sueño, su cuerpo se mueve inquieto.Su mente navega entre las sombras del pasado… o tal vez una pesadilla.Un presentimiento oscuro recorre su espina dorsal, provocándole un escalofrío que le hiela la piel.—¿Estás seguro de viajar? —pregunta Annie con voz temblorosa. Hay algo en su actitud que no reconoce en sí misma—. No me siento bien…Es interrumpida por la mirada penetrante de Jarek, acompañada del gesto despectivo de su suegra, Raiza. Annie baja la cabeza, rindiéndose con sumisión, y sube al automóvil sin protestar.—Preciosa, sonríe. Tus padres vienen en el otro coche y no quiero que mis suegros piensen cosas que no son —dice Jarek mientras acaricia el rostro de Annie con una ternura que solo busca disfrazar su control.¿Cuánto más tiempo podré mantener esta farsa?, piensa, sin borrar la sonrisa. Mientras Arón no sepa dónde está, sigo ganando esta guerra silenciosa.Al saber que sus padres están cerca, se siente más tranquila y segura. Así que l
En Otro LugarArón ha estado inquieto. No logra concentrarse en nada.La llegada de su medio hermano junto a su Luna lo tiene tenso.El trono no es lo valioso, nunca se han llevado bien, pero espera que el haber encontrado a su Luna lo haga cambiar, que deje de ser tan egoísta y piense un poco más en su pueblo.El aire trae consigo el fuerte olor a cereza y durazno, una mezcla extraña, pero inconfundible: es su compañera.Ruge Thor en la cabeza del Alfa. Un alarido lleno de angustia.—Alfa, nuestra Luna está cerca y su vida está en peligro… siente su dolor… su sufrimiento. Ella nos necesita.Arón, sin transformarse, corre a gran velocidad en la dirección de su olor. Debe llegar y salvarla. Su cuerpo se llena de escalofríos al pensar que la perderá. Siente su agonía y su llamado.A pocos kilómetros de la ubicación, se desata una tormenta como si el cielo y el infierno se unieran.La tierra comienza a estremecerse y el firmamento se ilumina, centelleando luces acompañadas por terrorífic
—¡Rosalba! Deben salir —grita a todo pulmón.Observa cómo un enorme árbol se desploma, aprisionando a la vivienda y amenazando con derrumbarla.Sin pensarlo, brinca con todas sus fuerzas, transformándose y dándole el control a Thor.Se interpone entre el pesado tronco y la casa, justo a tiempo para detener el desastre. Recibe el brutal golpe… la ferocidad del impacto destroza una de sus patas delanteras. El crujir de sus huesos no lo detendrá. Aunque aulle de dolor. No puede retroceder, debe asegurar el tronco.Su cabeza también tiene algunas astillas de madera clavadas, pero siente que no es momento de lamentarse. Con destreza lanza el árbol a lo lejos, despejando el peligro.El dolor es insoportable; sin embargo, su deber y responsabilidad priman. Se transforma en su forma humana. Sabe que su lobo pronto lo curará. Es el Alfa de Alfas.La diosa le ha brindado la habilidad de crear un atuendo para cubrir su desnudez.—¡Señora Rosalba! —exclama, golpeando con fuerza la puerta, consci
En otro lugar.El teléfono del Alfa suena de nuevo, su tono insistente corta el silencio sepulcral del despacho donde se encuentra reunido con el Beta y el Delta.Aprieta los dientes con fuerza, haciendo que rechinen; intenta ignorarlo. La información que sostiene entre sus manos hace hervir su sangre, inundando su cuerpo de una ira densa y una frustración desgarradora que apenas puede contener.Con el ceño fruncido y un suspiro cargado de exasperación, finalmente toma el móvil. Mira la pantalla: un número desconocido. Eso lo inquieta aún más, así que decide responder.—¿Señor Taylor? —pregunta la doctora, con el nerviosismo a flor de piel.El médico encargado del laboratorio prefirió renunciar antes que enfrentar a Arón.—Con él —responde de manera seca.Por la bocina del teléfono, su oído agudo logra captar la respiración agitada de la mujer.—Señorita, hable de una vez… antes de que mi paciencia se agote por completo.—Señor Taylor… hemos sufrido un robo en los laboratorios de fert
—¿Dónde están las otras cachorras? —es la pregunta firme y potente que realiza el Alfa Supremo.Los lobos se levantan de inmediato, obedeciendo la orden. El sufrimiento se refleja en sus rostros como sombras grabadas a fuego, profundas, antiguas, casi irreparables.Arón se sumerge en sus memorias, y a través de ellas, contempla las atrocidades que cometió Primo, el Alfa que los sometía con crueldad.Para Primo, ellos no eran más que escoria. Bestias deformes que no merecían dignidad ni compasión.Los obligaba a trabajar más de veinte horas al día y los azotaba ante el menor intento de sublevación, sin permitirles siquiera la posibilidad de autocuración, ya que los collares de plata lo impedían.En medio de sus recuerdos, aparece la figura borrosa de un hombre desconocido, una sombra sin rostro que parece ser la mente maestra detrás de toda esa manipulación y avaricia que sedujo a los ahora fallecidos líderes de la manada.El Alfa Supremo es el mejor rastreador de todas las manadas. So