3. Déjame salir.

Narrador Omnipresente:

—¡Thor, malditø lobo! Sé que tuviste que ver ahí. Deja de jugar conmigo y responde —gruñe el Alfa, siendo ignorado por completo.

***

Hace los negocios que tenía planeados, audita las manadas y realiza algunas recomendaciones, aunque hay una que lo tiene inquieto, cosas que no le cuadran, así que eso le llevará más días de los que tenía pensados. Debe investigar.

Lennon le ha confirmado que Annie aceptó el cargo.

Quisiera tenerla lejos, pero sí, en realidad desea neutralizar a su madrastra y evitar que Raiza y Reina se enfrenten con su madre, ya que ellas quieren arrancarle los ojos y lanzársela a los tiburones. Debe crear una alianza con la humana.

Por su parte, Annie se realizó los exámenes y ahora debe seguir las indicaciones del médico para preparar su vientre para el futuro embarazo. Por ello, ha pospuesto su viaje mientras le realizan la inseminación.

Arón está de un genio que se lo llevan los mil demonios.

Su lobo es un bandido que, desde que vio a esa humana, ha dejado de hablarle. Para colmo de males, su celo se ha adelantado y siente que explotará en cualquier momento.

Necesita que su Delta esté cerca para que sea sus ojos mientras él se aísla y se resguarda.

No puede estar cerca de una loba o alguna mujer, sin importar su especie; sabe que se la cogerá. No tiene control sobre sus instintos animales.

A las afueras de la ciudad, en lo alto de la montaña, tiene una cabaña.

Es el sitio perfecto para pasar su celo. Está oculta. No es de fácil acceso. Pero como sabe que las hormonas de Thor están disparadas desde el día que vio a la humana, tomará medidas drásticas.

En tiempo récord, la cabaña fue insonorizada y reforzada con láminas de acero de alto calibre y densidad, junto con puertas y ventanas de seguridad, y cerraduras electrónicas, de las cuales solamente Lennon posee la clave para abrir.

Arón se conoce a la perfección. Sabe que, utilizando su comando de alfa supremo y la desesperación que le provoca el celo, no dudará en manipular la mente de cualquier lobo para llegar a una hembra. Por eso, cada una de sus medidas es cuidadosamente planificada.

—Fabricio, quiero que las 24 horas del día estés pendiente de esta puerta y, por ningún motivo, me permitas salir —le ha ordenado a su Delta que lo custodie.

—Entiendo, Alfa.

—Trae veinte guerreros para que estén contigo. Conozco la fuerza descomunal de Thor y no sé si las láminas de acero lo retengan.

—Ahora soy yo el calenturiento —le recrimina su lobo, apareciendo en su cabeza.

—Uhhh, decidiste romperme la ley del hielo.

—Sí, porque estoy desesperado. Siento que mis pelotas se van a freír de tanta calor.

—Siempre tan dramático —le responde el Alfa por enlace mental.

—No es dramatismo. Desde ya siento en mi cuerpo un calor infernal y sé que este será el peor de nuestros celos. Pienso que podríamos preñar a unas veinte lobas.

—Cállate, ¿qué locuras dices? ¿Qué haríamos con veinte lobas desquiciadas reclamando una paternidad?

—Es un decir. Sabes que, aunque me humilles metiendo mis renacuajitos en esos frascos, solo mi Luna designada podrá llevarlos en su vientre. No haré la estupidez de tu padre de concebir hijos en otra solo para darle el gusto a un puto puñado de viejos estúpidos.

—Sabes que eso es lo que quiero y por esa razón me niego a estar con alguna loba. Pero nuestra época está pasando y, tal vez, terminemos siendo bestias irracionales.

—Prefiero eso a traicionar a mi Luna —responde Thor, firme.

—Estoy de acuerdo. Ahora déjame terminar de darle las indicaciones al Delta.

Thor asiente.

—Fabricio, confío en ti. No quiero, por ningún motivo, que mi madre sepa dónde estoy. Conozco sus alcances y sé que puede traer una loba y manipularlos para que la dejen entrar.

—Alfa, confíe en mí. Jamás revelaré su ubicación. Le dejaré suministros para veinte días.

—Gracias —dice Arón, estrechando su mano con el Delta y despidiéndose.

Sabe que será una tortura estar encerrado, sintiendo cómo el calor de su cuerpo lo devora y le nubla la mente. Su parte salvaje tomará el control, la cual está demasiado inquieta.

---

Annie, por su parte, no ha podido sacar de su mente aquellos bellos ojos azules de mirada penetrante.

Ha sentido cómo, al solo imaginarlo por las noches, sus bragas se humedecen. No sabe por qué siente esa necesidad de explorar su cuerpo, de tocarse.

Aunque lo atribuye a las hormonas que está tomando para poder embarazarse, que la tienen tan sensible.

---

Arón está en su tercer día de celø.

Sabe que es uno de los más fuertes. Ayer fue un calvario. Necesitó meterse en la tina llena de hielo y ni así logró controlar el calor de su cuerpo. Golpeó las paredes de acero intentando salir de allí.

Ahora, por la desesperación, está rugiendo.

—Delta, déjame salir… ¡Fabricio, maldit4 sea! ¡Sácame de aquí o te voy a quebrar la cabeza cuando salga! —sus gruñidos no son escuchados.

Maldice a cada rato. Utiliza su mano para desahogarse, pero cree que hace el efecto contrario. A los cinco minutos, nuevamente su masculinidad está erecta y pidiendo ser atendida.

—¡Maldit4 sea! Thor, no vamos a sobrevivir —gruñe, hablándole a su lobo.

—Necesito una loba… Además, como eres un idiota y la dejaste ir, si no…

—¿Hablas de esa humana?

Thor no responde.

—Ella no resistiría y terminaríamos asesinándola. ¡Esto es demasiado para ella, entiende! —gruñe desesperado, sintiéndose al borde de la locura.

Vuelve a lanzar su cuerpo contra las paredes, logrando abollarlas.

Necesita una hembra para desahogarse. Años anteriores, Thor era el que se resistía a estar con una mujer. No entiende qué diablos cambió en estos días y por qué lo tortura así.

Da vueltas en su cama, sintiendo cómo el fuego en cada fibra de su cuerpo amenaza con vencer su resistencia y hacerlo salir de allí.

El calor lo consume, le duele la piel, los músculos vibran de deseo. Siente que entra en un sueño profundo, donde una voz dulce y seductora atraviesa la oscuridad como una caricia peligrosa.

—¡Oh… me pareció ver un lindo lobito…!

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