22. Huele a perro mojado.

—¿Tú eres la ladrona? —me pregunta el amigo de mi lobito, su voz llena de confusión.

No entiendo de qué habla.

Mis manos tiemblan mientras lo toco. Mi lobito... no, no puede ser.

No puedo perderlo.

Aún falta mucho por vivir.

Mis pensamientos se concentran en ese tonto lobo que sigue sin despertar.

Golpeo su pecho con más fuerza, suplicando que su corazón vuelva a latir, pero todo parece en vano.

De repente, la imagen de Jarek aparece ante mis ojos. Esos recuerdos dormidos ahora son totalmente nítidos. Recuerdo el momento exacto cuando estaba a punto de morir, y él acercó sus labios a los míos.

En ese instante, que los tomé, pude absorber su energía. Sentí como cada parte de mi cuerpo se reconstruía y me dio la fuerza para sobrevivir.

—¡Eso es! —exclamo, tengo la solución, la esperanza ha renacido en mí.

Mis labios se encuentran con los suyos, fríos, duros. El tacto me corta, como si el tiempo estuviera parado. El roce de mi lengua sobre su piel áspera no es suficiente, necesito má
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