Inicio / Hombre lobo / UN HEREDERO PARA EL ALFA / 1. Nunca te perdonaré esta humillación.
UN HEREDERO PARA EL ALFA
UN HEREDERO PARA EL ALFA
Por: ARIAMTTT
1. Nunca te perdonaré esta humillación.

P.O.V. Arón Taylor

Llegué hace un par de días a Canadá. He visitado algunas de las manadas.

Me encanta llegar de improviso, merodear por sus alrededores y observar su funcionamiento. Así no pueden ocultar lo que sucede dentro de ellas.

Destino bastante presupuesto para que todos estén bien.

Como Alfa debo ejercer mi liderazgo en todos los campos, llevando a mi pueblo de la mano.

Para mí, no existen los rangos por tradición. He luchado para que eso cambie. Que sean los méritos y talentos los que primen, pero como siempre, el puto concejo mete sus narices.

Las manadas necesitan líderes de mente abierta, dispuestos a jugársela por su pueblo, que no discriminen y brinden oportunidades.

Sin embargo, hay algunas que siguen considerando a los Omegas inferiores y a los humanos débiles, despreciándolos y negándose a aceptarlos.

La diosa Luna es implacable ante los rechazos de sus destinados.

Si tengo que reemplazar a los líderes completos de una manada, lo hago sin dudar. El castigo por su ineptitud es el destierro... o la muerte, pero antes les arrebato su lobo.

Es algo con lo que no negocio, porque si mi decisión es quitarlos del poder, es porque bajo su mando perecieron vidas. Para muchos soy un Alfa cruel y despiadado por eso.

A lo largo de estos años, he ganado enemigos, pero los cobardes se esconden en las sombras, esperando una muestra de debilidad para atacar.

Mantengo una base de datos actualizada; un integrante no puede desaparecer así, nada más.

Es una tarea difícil, sé que no me cumplen al cien por ciento, pero cada vida que logro salvar cuenta y por ahí se empieza.

Estoy sumergido en tantos papeles, hay cosas que no me cuadran; mi teléfono comienza a sonar. Por el tono sé que es Lennon... Mi beta.

"¿Qué habrá pasado en la manada…?"

—Aló, dime, ¿qué necesitas? —respondo frustrado. Rara vez mi intuición me falla y en esa manada algo pasa.

—Alfa, buenos días, ¿cómo estás? —escucho su risa sarcástica—. Lástima la plata que invirtieron en tu educación la gran Luna y el Alfa, que ni siquiera aprendiste a saludar.

—Deja de joderme. Si llamas para molestar, estoy muy ocupado —contesto mientras reclino mi espalda en la silla.

—Te llamo para recordarte que hoy tienes la cita en la clínica de fertilidad, para que dejes tus renacuajitos allí —oigo su risa burlesca.

Si no fuera porque es mi mejor amigo, ya lo hubiera estrangulado por tomarme de burlesco.

Respiro profundamente, miro la hora en mi reloj, faltan dos horas para la maldita cita, pero lo mejor es salir ahora y evitar algún contratiempo.

Thor comienza a gruñir en mi cabeza, está molesto por lo que voy a hacer; sin embargo, es una buena opción para tranquilizar a mi madre y los perros del concejo.

—Gracias por tu gentil preocupación, Beta —respondo en un tono zalamero.

—¿Qué estás tramando, Arón?

—Ves que contigo no se puede hablar coordinadamente, porque ya me andas difamando —carcajeo mientras escucho sus gruñidos de sorpresa—. Dame un segundo, acomodo los auriculares y enciendo el automóvil.

Continuamos hablando durante el trayecto, le menciono mis inquietudes.

Él comienza a revisar los archivos que tenemos sobre esa población y sé que concuerda conmigo. Ahora debemos elaborar un plan de acción para llegar al fondo del asunto.

—¡No es posible que en esa manada no hayan nacido cachorras hace 15 años y las que llegan al mundo mueran sin una causa médica certificada! —gruñe casi dejándome sordo.

—Eso es lo que quiero que investigues y espero que mis malos presentimientos solo sean eso, porque juro por la diosa que extinguiré la manada. Cada uno de los integrantes de ella es culpable por haber guardado silencio.

Lennon me conoce bien y comienza con sus bromas, distrayéndome, algo que se le da bien. Creo que si no fuera mi Beta, sería comediante.

Nos despedimos, ya que he llegado a la clínica.

—No cuentes conmigo para esta idiotez —Thor me amenaza con no colaborar en absoluto—. Y no esperes escuchar mi voz, ¡¿No sé por qué la diosa me castigo con un humano tan testarudo? —gruñe enojado en mi cabeza.

Trato de ignorarlo, pero es como un niño pequeño cuando algo le molesta, se torna insoportable.

—Vamonos aún estamos a tiempo, deja está estúpida idea.

—¡Ya basta! —gruño exasperado.

—Señor, yo no le he hecho nada —dice con voz temblorosa y los ojos llorosos la enfermera que está frente a mí.

—Disculpe, señorita, estoy hablando por teléfono —señalo los auriculares. Ella simplemente sonríe y se aleja.

Llego al consultorio asignado, la enfermera saca unos folletos, me los entrega y comienza a explicarme como si fuera un niño que no sabe nada.

Mi rostro muestra impaciencia, lo que hace que pase al siguiente paso y me lleve a una habitación.

—Señor Taylor, ¿me he hecho entender? —pregunta la enfermera, sacándome de mis pensamientos, mientras me acerca dos frascos y me pasa el control del televisor donde hay películas bastante eróticas.

Mi lobo vuelve a gruñir en mi cabeza.

—Alfa, nunca te perdonaré esta humillación. Sabes que por llevarle la idea a esos idiotas nos estás dejando en ridículo. Esta vergüenza no tiene precedentes.

—Deja la furia, solo serán unos cuantos minutos. Piensa que lo hacemos por el bien de la manada. Llenar estos frasquitos no es problema —digo, aunque por mi cuerpo corre la indignación.

Miro las escenas e intento concentrarme; sin embargo, eso es repugnante, me da asco, maldigo para mis adentros.

Thor está furioso. Camino de un lado para otro sin saber qué hacer.

Pero algo ha despertado a mi lobo y lo tiene excitado.

Mis ojos se llenan de lujuria al observar las escenas que antes rechacé.

—¡Maldición! —mascullo entre dientes, siento cómo mi entrepierna se endurece y unos ojos púrpuras invaden mi mente.

Deslizo mi mano por mi masculinidad, brindándome un placer exquisito.

Imagino que quien me acaricia es la dueña de esos bellos ojos, la que recorre con sus delicadas manos mi longitud y toma el ritmo que hace que mi cuerpo se estremezca.

Estallo con un gruñido y este orgasmo es tan intenso que, por un instante, podría jurar que alcancé a sentir que eran realmente sus manos en mí falo.

Me repongo del momento, aún agitado, e intento hablar con Thor, pero me ignora por completo.

Entrego las muestras y lo único en lo que pienso es en salir del lugar.

Salgo muy distraído, recordando lo que pasó en esa habitación, cuando de repente choco contra alguien.

Es una mujer, puedo percibir su olor humano. Pero no sé por qué el contacto con ella ha hecho que mi entrepierna se endurezca otra vez...

—¡Mierda! —me siento avergonzado y trato de tapar el bulto que se ha formado en mi pantalón. Deben ser los efectos de la sesión anterior y la abstinencia que tengo.

—Señorita, disculpe, venía distraído —digo, reaccionando para ayudarla a levantarse, pero ella sale corriendo. Debo haberle parecido un hombre grosero.

—Arón, no la dejes ir, búscala —escucho en mi cabeza la voz de Thor.

No sé por qué está tan inquieto, pero ahora no tengo tiempo de jugar a las escondidas.

—¿Thor, acaso no te das cuenta del problema estético que tengo en medio de mis piernas? Si voy detrás de ella, asumirá que soy un acosador.

—Haz lo que te digo, no la dejes ir —vuelve a replicar, lanzándome un gruñido.

—Lo siento, pero no haré el papel de acosador. Además, ella no es mi tipo.

—No es tu tipo; sin embargo, con solo tocarte hizo que la sangre te llegara a la cabeza de abajo —se burla mi lobo mientras me gruñe enojado, ya sabe que no iré tras la mujer.

—Thor…

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP