P.O.V. Arón Taylor
Llegué hace un par de días a Canadá. He visitado algunas de las manadas. Me encanta llegar de improviso, merodear por sus alrededores y observar su funcionamiento. Así no pueden ocultar lo que sucede dentro de ellas. Destino bastante presupuesto para que todos estén bien. Como Alfa debo ejercer mi liderazgo en todos los campos, llevando a mi pueblo de la mano. Para mí, no existen los rangos por tradición. He luchado para que eso cambie. Que sean los méritos y talentos los que primen, pero como siempre, el puto concejo mete sus narices. Las manadas necesitan líderes de mente abierta, dispuestos a jugársela por su pueblo, que no discriminen y brinden oportunidades. Sin embargo, hay algunas que siguen considerando a los Omegas inferiores y a los humanos débiles, despreciándolos y negándose a aceptarlos. La diosa Luna es implacable ante los rechazos de sus destinados. Si tengo que reemplazar a los líderes completos de una manada, lo hago sin dudar. El castigo por su ineptitud es el destierro... o la muerte, pero antes les arrebato su lobo. Es algo con lo que no negocio, porque si mi decisión es quitarlos del poder, es porque bajo su mando perecieron vidas. Para muchos soy un Alfa cruel y despiadado por eso. A lo largo de estos años, he ganado enemigos, pero los cobardes se esconden en las sombras, esperando una muestra de debilidad para atacar. Mantengo una base de datos actualizada; un integrante no puede desaparecer así, nada más. Es una tarea difícil, sé que no me cumplen al cien por ciento, pero cada vida que logro salvar cuenta y por ahí se empieza. Estoy sumergido en tantos papeles, hay cosas que no me cuadran; mi teléfono comienza a sonar. Por el tono sé que es Lennon... Mi beta. "¿Qué habrá pasado en la manada…?" —Aló, dime, ¿qué necesitas? —respondo frustrado. Rara vez mi intuición me falla y en esa manada algo pasa. —Alfa, buenos días, ¿cómo estás? —escucho su risa sarcástica—. Lástima la plata que invirtieron en tu educación la gran Luna y el Alfa, que ni siquiera aprendiste a saludar. —Deja de joderme. Si llamas para molestar, estoy muy ocupado —contesto mientras reclino mi espalda en la silla. —Te llamo para recordarte que hoy tienes la cita en la clínica de fertilidad, para que dejes tus renacuajitos allí —oigo su risa burlesca. Si no fuera porque es mi mejor amigo, ya lo hubiera estrangulado por tomarme de burlesco. Respiro profundamente, miro la hora en mi reloj, faltan dos horas para la maldita cita, pero lo mejor es salir ahora y evitar algún contratiempo. Thor comienza a gruñir en mi cabeza, está molesto por lo que voy a hacer; sin embargo, es una buena opción para tranquilizar a mi madre y los perros del concejo. —Gracias por tu gentil preocupación, Beta —respondo en un tono zalamero. —¿Qué estás tramando, Arón? —Ves que contigo no se puede hablar coordinadamente, porque ya me andas difamando —carcajeo mientras escucho sus gruñidos de sorpresa—. Dame un segundo, acomodo los auriculares y enciendo el automóvil. Continuamos hablando durante el trayecto, le menciono mis inquietudes. Él comienza a revisar los archivos que tenemos sobre esa población y sé que concuerda conmigo. Ahora debemos elaborar un plan de acción para llegar al fondo del asunto. —¡No es posible que en esa manada no hayan nacido cachorras hace 15 años y las que llegan al mundo mueran sin una causa médica certificada! —gruñe casi dejándome sordo. —Eso es lo que quiero que investigues y espero que mis malos presentimientos solo sean eso, porque juro por la diosa que extinguiré la manada. Cada uno de los integrantes de ella es culpable por haber guardado silencio. Lennon me conoce bien y comienza con sus bromas, distrayéndome, algo que se le da bien. Creo que si no fuera mi Beta, sería comediante. Nos despedimos, ya que he llegado a la clínica. —No cuentes conmigo para esta idiotez —Thor me amenaza con no colaborar en absoluto—. Y no esperes escuchar mi voz, ¡¿No sé por qué la diosa me castigo con un humano tan testarudo? —gruñe enojado en mi cabeza. Trato de ignorarlo, pero es como un niño pequeño cuando algo le molesta, se torna insoportable. —Vamonos aún estamos a tiempo, deja está estúpida idea. —¡Ya basta! —gruño exasperado. —Señor, yo no le he hecho nada —dice con voz temblorosa y los ojos llorosos la enfermera que está frente a mí. —Disculpe, señorita, estoy hablando por teléfono —señalo los auriculares. Ella simplemente sonríe y se aleja. Llego al consultorio asignado, la enfermera saca unos folletos, me los entrega y comienza a explicarme como si fuera un niño que no sabe nada. Mi rostro muestra impaciencia, lo que hace que pase al siguiente paso y me lleve a una habitación. —Señor Taylor, ¿me he hecho entender? —pregunta la enfermera, sacándome de mis pensamientos, mientras me acerca dos frascos y me pasa el control del televisor donde hay películas bastante eróticas. Mi lobo vuelve a gruñir en mi cabeza. —Alfa, nunca te perdonaré esta humillación. Sabes que por llevarle la idea a esos idiotas nos estás dejando en ridículo. Esta vergüenza no tiene precedentes. —Deja la furia, solo serán unos cuantos minutos. Piensa que lo hacemos por el bien de la manada. Llenar estos frasquitos no es problema —digo, aunque por mi cuerpo corre la indignación. Miro las escenas e intento concentrarme; sin embargo, eso es repugnante, me da asco, maldigo para mis adentros. Thor está furioso. Camino de un lado para otro sin saber qué hacer. Pero algo ha despertado a mi lobo y lo tiene excitado. Mis ojos se llenan de lujuria al observar las escenas que antes rechacé. —¡Maldición! —mascullo entre dientes, siento cómo mi entrepierna se endurece y unos ojos púrpuras invaden mi mente. Deslizo mi mano por mi masculinidad, brindándome un placer exquisito. Imagino que quien me acaricia es la dueña de esos bellos ojos, la que recorre con sus delicadas manos mi longitud y toma el ritmo que hace que mi cuerpo se estremezca. Estallo con un gruñido y este orgasmo es tan intenso que, por un instante, podría jurar que alcancé a sentir que eran realmente sus manos en mí falo. Me repongo del momento, aún agitado, e intento hablar con Thor, pero me ignora por completo. Entrego las muestras y lo único en lo que pienso es en salir del lugar. Salgo muy distraído, recordando lo que pasó en esa habitación, cuando de repente choco contra alguien. Es una mujer, puedo percibir su olor humano. Pero no sé por qué el contacto con ella ha hecho que mi entrepierna se endurezca otra vez... —¡Mierda! —me siento avergonzado y trato de tapar el bulto que se ha formado en mi pantalón. Deben ser los efectos de la sesión anterior y la abstinencia que tengo. —Señorita, disculpe, venía distraído —digo, reaccionando para ayudarla a levantarse, pero ella sale corriendo. Debo haberle parecido un hombre grosero. —Arón, no la dejes ir, búscala —escucho en mi cabeza la voz de Thor. No sé por qué está tan inquieto, pero ahora no tengo tiempo de jugar a las escondidas. —¿Thor, acaso no te das cuenta del problema estético que tengo en medio de mis piernas? Si voy detrás de ella, asumirá que soy un acosador. —Haz lo que te digo, no la dejes ir —vuelve a replicar, lanzándome un gruñido. —Lo siento, pero no haré el papel de acosador. Además, ella no es mi tipo. —No es tu tipo; sin embargo, con solo tocarte hizo que la sangre te llegara a la cabeza de abajo —se burla mi lobo mientras me gruñe enojado, ya sabe que no iré tras la mujer. —Thor…P.O.V. ANNIE BECKERMi mente es un completo caos. Un laberinto de pensamientos confusos donde sobresale una imagen: la sonrisa serena y la mirada profunda de unos ojos azules que me atraviesan el alma.Sé que estuve casada… lo sé porque en mi dedo aún llevo una argolla de matrimonio. Con el nombre de Jarek Ferguson. Y si eso no bastara, el registro civil lo confirma…Además, como si la vida no se cansara de recordármelo, la maldita de mi exsuegra y su hermana siguen siendo un grano en el trasero.Pero no tengo recuerdos claros. Solo momentos fugaces. No sé si fuimos felices, si nos amamos, si alguna vez me sentí segura entre sus brazos.Solo me llegan destellos: él jugando con mis amados perros, acariciándolos con ternura, hablándoles como si fueran parte de su alma.Yo, observándolo desde la distancia, sintiendo que quizá… solo quizá, alguien como él no podría hacerme daño.En mi mente está la imagen de esa maldita mujer, ella es una bruja completa, golpeando sin piedad a mis cachorr
Narrador Omnipresente: —¡Thor, malditø lobo! Sé que tuviste que ver ahí. Deja de jugar conmigo y responde —gruñe el Alfa, siendo ignorado por completo. ***Hace los negocios que tenía planeados, audita las manadas y realiza algunas recomendaciones, aunque hay una que lo tiene inquieto, cosas que no le cuadran, así que eso le llevará más días de los que tenía pensados. Debe investigar.Lennon le ha confirmado que Annie aceptó el cargo.Quisiera tenerla lejos, pero sí, en realidad desea neutralizar a su madrastra y evitar que Raiza y Reina se enfrenten con su madre, ya que ellas quieren arrancarle los ojos y lanzársela a los tiburones. Debe crear una alianza con la humana.Por su parte, Annie se realizó los exámenes y ahora debe seguir las indicaciones del médico para preparar su vientre para el futuro embarazo. Por ello, ha pospuesto su viaje mientras le realizan la inseminación.Arón está de un genio que se lo llevan los mil demonios.Su lobo es un bandido que, desde que vio a esa h
Narrador Omnipresente.—Oh… me pareció ver un lindo lobito —escucha esa voz tan femenina, tan endemoniadamente provocadora, que hace que Thor gruña de deseo. Oye pasos acercarse. El colchón se hunde apenas. —Dime, lindo lobito, ¿deseas que te ayude con tu problemita?Siente su mano acariciando su entrepierna. Un toque leve… pero devastador.Antes de que pueda decir algo más, Arón se incorpora, con los ojos llenos de deseo. Su naturaleza salvaje lo domina. Se lanza a besarla, con una necesidad primitiva, cruda. Sus labios se apoderan de los de ella con fuerza, sin delicadeza, sin freno. Es un beso cargado de necesida y desesperación.Arón recorre con sus manos sus curvas, explorando con urgencia. El fuego lo consume, y sin paciencia ni la más mínima sutileza, le arranca las prendas, dejándola solo con una pequeña tanga negra que apenas cubre lo esencial. Su mirada recorre esa piel azulada, brillante como la noche, esos ojos púrpura que lo han atormentado en sueños.—Uy… el lindo l
P.O.V ArónDespierto. No sé cuánto tiempo he dormido, solo sé que he tenido las noches y los días más ardientes que un hombre puede vivir. Ahora que mis hormonas están calmadas, aunque mis deseos por volver a sentir su piel persisten. Pero debo contenerme y hablar con ella."Quiero pedirle que sea mi Luna… Mi reina."Al recordar su aroma, sé que no es una loba. Sus ojos… son los de una criatura mitológica. Y muero por volver a tenerla entre mis brazos… por volver a recorrer cada rincón de su cuerpo.Intento acomodarme.Caperucita ha drenado todas mis fuerzas. Ni con el entrenamiento más brutal me habían dolido tanto los músculos. Thor aún sigue agotado, por eso ni siquiera puede ayudarme con el dolor de mi cuerpo.—¡Mierd4! —gruño al levantarme e intentar dar el primer paso. Mis piernas duelen despiadadamente, pero este dolor… este maldito dolor vale cada segundo con mi potra salvaje.Caperucita es un nombre demasiado tierno para mi diosa indomable.Ahora que lo pienso, las única
—Potra, ¿dónde carajos estás? —se pregunta para sí. **** En el apartamento de Annie. —¡Annie, maldit4! ¡Eres una mala amiga! —grita Júpiter mientras la mueve buscando despertarla. —Déjame dormir otro ratito, mami —responde adormecida Ann. —¿Cuál, mami? Si eres una perr4 que se la pasó follandø todo el fin de semana y lo que más me duele es que no me llevaste —la recrimina, arrojándole un vaso de agua sobre el rostro. Annie siente cómo el agua helada cae sobre su cara y se sobresalta, abriendo sus ojos por completo. Se siente desorientada y poco a poco va acomodando su visión. —¿Por qué me echaste agua? ¡Te has enloquecido! —le reclama, abriendo sus ojos como platos. —Sí que eres descarada —dice Júpiter, cruzándose de brazos—. ¿Dime quién es? ¿Dónde lo conociste? —pregunta, levantando una ceja mientras se sienta al borde de la cama. —¿De qué hablas? —responde con una pregunta. Quiere levantarse y alejarse de su amiga, pero sus piernas no le responden al intentar pararse
P.O.V Annie —¡Basta! —grito, echándolos de mi habitación. Tengo que aguantar a Salvador y su santurronería. Me mira a los ojos, buscando algo en mí. Luego se secreta con Júpiter. Eso me ofusca muchísimo. "Es mi vida, y si quiero andar de puta abriendo las piernas, es mi problema". Los aprecio, son mis mejores y únicos amigos, pero si se comportan así por un simple sueño… Aunque intenso… Fogoso. Casi real. Como ningún otro. No quiero imaginar el día que suceda. Salgo de mi apartamento hecha una saiyajin. La furia corre por mi cuerpo, pero debajo del enojo hay algo más: un vacío sordo que me pesa en el pecho. Hoy debería estar acompañada, sentirme fuerte… pero estoy sola. Más sola que nunca y siento que me puedo quebrar. Lo sé, parezco demente… Paso de la risa al llanto, de la calma a la furia, y lo peor es que ando como gata en celo. Literal. No es normal. Pienso que deben ser esas malditas vitaminas las que me tienen así, con la libido por los cielos y durm
La doctora termina el procedimiento. —Annie, te vas a quedar recostada un par de horitas reposando y luego ya te puedes marchar —le indica la ginecóloga con voz suave, sin dejar de observarla con ternura. Ella asiente, con una expresión tranquila, aunque algo distraída, como si su mente estuviera en otro sitio. —¿Me puedes pasar mi celular? La doctora toma su bolso y se lo alcanza con una sonrisa cálida. —Recuerda mantener la calma —le dice mientras le acaricia el brazo con un gesto afectuoso, transmitiéndole paz. Annie toma el teléfono y revisa las notificaciones. Hay llamadas perdidas de sus amigos ingratos… y un mensaje de Júpiter: «Estamos afuera. Dile a la doctora que nos deje pasar». Ella sonríe. Sabía que no la dejarían sola, aunque eso no significa que los perdone tan fácilmente. Que esperen un rato más afuera. Sigue revisando hasta que aparece otro mensaje, esta vez del señor Lennon: «Gracias, señorita Becker, por aceptar el trabajo. La cabaña que le ofrecimos ya est
Annie se aleja. Iba directo a su cabaña, pero algo dentro de ella cambia de idea.Camina por los viñedos, charla con algunos trabajadores. Se siente también en ese lugar.A la hora del almuerzo va con ellos a la cafeteria a comer. Le cuentan que quien maneja el lugar es un hombre muy gentil y amable.Se siente como en casa, aunque extraña a sus dos ingratos amigos. Nunca ha logrado entender por qué se pierden por meses y luego aparecen como si solo fueran unos días, o tan solo horas.Además, nunca sabe a dónde van. Siempre la evaden cuando pregunta.Odia esos misterios, pero respeta sus vidas privadas.Sus pasos la llevan al lago, como si el viento mismo la empujara hacia allá.El paisaje es tan bello que quiere recorrerlo y aprovechar para respirar aire puro. El aire huele a lavanda y tierra húmeda. Las hojas susurran con el viento. Todo parece suspendido en un instante perfecto... hasta que un estruendo rompe la calma.Un caballo, salvaje y desbocado, galopa directo hacia ella. El