Capítulo 2: La noticia.

—Lo lamento, señor Bensiali, pero no tengo nada que celebrar con usted. Con su permiso. — respondió Aurora a Massimo, cuando esté la tomó abruptamente de la mano.

—¿Quién es el? — cuestionó Massimo mirando a aquel joven de cabellos negros y ojos grises que lo miró a cambio extrañado.

Aurora, con discreción y esperando que nadie hubiese notado aquella conducta tan cuestionable de Massimo, le sonrió y se acercó a él.

—Eso no es de su incumbencia, señor. Me retiro, y le pido sea lo que el señor Mauro esperaba que fuera, mantenga la compostura propia del heredero Bensiali. No debe olvidar que yo solamente soy la hija de los sirvientes, como bien usted me lo recordó cuando éramos niños, así que no pierda la calma por causa de una mujer insignificante. — respondió Aurora sagaz, dejando a Massimo con una expresión de enojo marcada en su rostro.

—¿Vas a dejarme aquí viviendo mi luto en soledad?, ¿Cuánto tiempo más vas a estar enojada por eso? Pasó hace tantos años que ya no tiene la mayor importancia. ¿No estás de acuerdo? — cuestionó Massimo, celoso de mirar como aquel joven tocaba los hombros de la pelirroja…hombros que él nunca había podido tocar tan libremente.

Aurora miró el féretro de su señor y mentor.

—Usted ha dicho que no está triste, por lo que no requiere consuelo alguno. Es inadecuado que le pida a una simple hija de sirvientes el brindar por su padre con usted, señor Bensiali, por lo cual, y conociendo bien cuál es mi lugar, me retiro, usted debe de brindar con las personas allegadas a usted y su padre, con su permiso. — respondió la pelirroja.

Las personas alrededor comenzaban a murmurar por lo bajo, resaltando la insolencia de la hija de los criados. Molesta de ser señalada, la pelirroja mantuvo su compostura y recato. Ciertamente, aun y cuando Massimo era tan solo un caprichoso, su padre era la única familia que le quedaba en el mundo, y ahora estaba completamente solo. Sintiendo un genuino pesar debido a ello, la pelirroja se acercó al rubio y lo envolvió en un cálido y sincero abrazo, en nombre de la amistad que alguna vez habían compartido.

—Realmente lamento su perdida, señor, y de todo corazón deseo que pueda salir adelante pronto. — dijo Aurora quien caminó a la salida, sin dignarse a mirar a nadie más que a aquel caprichoso hombre.

Aurora no había olvidado aquella humillación que le hizo pasar de niños, meditó Massimo, pero aun así había hecho sus sentimientos hacia el de lado para darle ese abrazo sincero. Mirando a todos los presentes, se sintió rodeado de máscaras, y dando una mirada fulminante a aquel joven que abrazó por el hombro a la Bianco, Massimo apretó los puños. Sea lo que fuera de la pelirroja ese hombre, no le permitiría arrebatarle lo único que siempre había querido, y se negó a pensar en nada más que eso.

Fuera de mansión Bensiali, Aurora suspiró. Su reencuentro con Massimo había sido sofocante, tal y como había esperado que fuera.

—¿Quién era ese hombre? — cuestionó Leandro con curiosidad.

—El es Massimo Bensiali, el nuevo dueño de estas tierras y de la mitad de Italia…y mi viejo enemigo de la infancia. Vámonos de aquí, vendremos por mis padres más tarde para hablar con ellos de lo que querían hablar. — respondió Aurora.

Mirando por la ventana a Aurora marcharse junto a ese hombre en un viejo auto, Massimo sonrió. En esta ocasión no la iba a dejar salirse con la suya, y la tendría para sí mismo a cualquier precio.

—Quiero que investigues a Aurora Bianco, quiero saber todo lo que ha hecho en estos cinco años. — ordenó el rubio a uno de sus hombres.

Acercándose al féretro de su padre, miró el rostro de este. Todo lo que a los Bensiali les pertenecía, ahora era completamente suyo…y estaba dispuesto a usar su poder para conseguir exactamente lo que quería…y eso incluía a Aurora Bianco.

Una mujer de cabellos castaños observó con seriedad al nuevo heredero de la poderosa familia italiana, los rumores eran verdad…Massimo Bensiali, parecía ser un hombre bastante caprichoso, y con cosas de baja clase. Eso no era conveniente, meditó, y saliendo de aquel lugar, decidió volver a su país. Aun no era momento para enfrentar al hombre que debiera haber sido su prometido.

Todas las personas se acercaban a Massimo para adularlo y darle el pésame, pero el hombre de cabellos rubios sabía bien que todo aquello no era nada más que una mentira; rostros disfrazados de una falsa pena, y cada uno de ellos esperando a morder un trozo del enorme hueso que su padre había dejado en sus manos. Molesto, el rubio se retiró a sus habitaciones, no soportando la hipocresía que respiraba en aquel lugar. Tan solo Aurora Bianco era honesta, y sin importar lo mucho que ella lo despreciara, su pésame había sido el único sincero.

Bebiendo un poco de aquel Champagne, los padres de Aurora habían observado con suma atención toda aquella escena, y mirándose el uno al otro, no se dijeron nada. Massimo Bensiali había tenido aquella obsesión por su única hija desde que eran tan solo unos niños; habían llevado una buena amistad hasta aquel incidente que lo arruinó todo.

—Tenemos que decirle a Aurora aquello…es la única manera en que lograremos salir adelante…pero tal vez, antes deberíamos hablar con el joven señor Bensiali. — dijo la madre de Aurora.

—No desesperes Giorgia. Aurora nos lo debe todo, y hablaremos con el señor Bensiali cuando llegue el momento. Esta noche se lo diremos todo a ella, y luego de ello, personalmente hablare con el joven amo. No perderemos nada y ganaremos mucho, puedo asegurarlo. — respondió el viejo hombre.

—Eso espero Armani…eso espero. — respondió Giorgia.

Cuando la noche había caído, en la televisión se anunciaba la muerte y los conmovedores funerales del ilustre señor Mauro Bensiali. Los ojos de toda Italia, se habían centrado en su joven heredero, Massimo Bensiali, quien ahora tomaría el liderazgo de su familia. Sus parientes de otras ramas, miraban con odio y desdén como aquel hombre lo tomaba todo, y la ciudad de Palermo completa, parecía haberse quedado en silencio.

En aquella vieja casa, Aurora, miraba a sus padres quienes a su vez le devolvían la mirada con seriedad. El momento se sentía tenso, y la hermosa pelirroja no sabia que era aquello tan importante que sus padres tenían para decirle.

—¿Qué es lo ocurre papá? — cuestionaba Aurora con un deje de desespero.

Ambos padres se miraron, y tomándose de las manos, miraron a su única hija.

—Tu madre tiene cáncer…y no tenemos dinero para costear el tratamiento. Creo siendo nuestra única hija, es tu responsabilidad ayudarnos a resolver esto. — dijo el padre de Aurora con seriedad y dando una mirada un tacto despectiva a su única hija.

Aurora sintió que su mundo entero se derrumbaba en ese momento, mientras miraba a sus padres abrazándose el uno al otro.

¿Qué iba a hacer ahora?

Se preguntó en silencio.

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