Natalia no daba crédito a lo que acababa de escuchar.¿Realmente esa mujer pensaba despedir al personal por el simple hecho de haberle permitido preparar un desayuno?¿Estaba así de demente?—No, de ninguna manera —se levantó también de la mesa, dispuesta a mostrar autoridad. Para bien o para mal, ella también era la señora de esa casa, era la esposa de Fabián.—Acabo de dar una orden y ni tú ni nadie la contradecirá —habló la mujer con los puños apretados y con una gruesa vena atravesando su frente.Esa era la primera vez que Natalia la miraba de esa forma: tan inhumana, tan horripilante, como un ser desalmado en cuerpo de mujer. Un demonio.—Temo tener que contradecirla, señora. Pero de aquí nadie se irá —le refutó firme. No permitiría que una persona fuera despedida por su culpa, mucho menos por un motivo tan estúpido como ese.—¡¿Y tú, quién te crees que eres?!Diana acababa de levantarse también, dispuesta a darle todo el apoyo necesario a su desnaturalizada madre.—Soy la señora
Ante la mención de su nombre, la espalda del hombre se puso rígida.Era evidente que Fabián no se esperaba una interrupción de semejante magnitud.—Natalia —pronunció con lentitud, mientras se giraba para encararla.Su rostro estaba pálido, con los ojos muy abiertos como los de un niño que acababa de ser descubierto haciendo una terrible travesura, una travesura que merecía un castigo memorable.Fabián lo sabía muy bien.La amante de su esposo pareció captar también la gravedad de la situación al instante. Se puso de pie con premura, recogiendo su ropa esparcida por el suelo de la oficina y vistiéndose a toda prisa.Las manos de la mujer temblaban y Natalia detallo el movimiento con cierta aprensión.—¿Era esto lo que estabas haciendo mientras mis hijos y yo te esperábamos en ese comedor? —preguntó, aunque indiscutiblemente la respuesta saltaba a la vista.—Puedo explicarlo —dijo, las dos palabras sonaron amargas a los oídos de Natalia.¿Qué le iba a explicar exactamente?¿Cómo se acos
Los días siguientes, Natalia se limitó a ignorar a Fabián. Esta labor era bastante difícil considerando el hecho de que casi nunca estaba presente en la casa, pero igual intentó hacerlo con todas sus fuerzas. Las pocas veces en las que se cruzaron por el pasillo, hizo todo lo posible para aparentar que no existía.Fabián no mostró señal de verse afectado ante esto y eso le irritó mucho más.Llevaban casi una semana en este juego de desdeñarse mutuamente, hasta que el hombre en cuestión decidió ponerle un fin. Sin duda, Natalia no se esperaba que el reconocido empresario fuera quien acudiera a ella en busca de redimirse, pero eso hizo. Fabián Arison acababa de entrar en su habitación solicitando una oportunidad para conversar sobre lo sucedido.—¿Qué haces aquí? Rápidamente, sus manos se movieron hacia el nudo de su bata para ajustarla mejor en su lugar. Era de noche, bastante tarde, ya como para tratar estos asuntos. Y no, no debería ser una cosa anormal que un esposo visitara a
Cuando Natalia volvió a mirar a Orena Arison, ya no pudo hacerlo con los mismos ojos. El recuerdo de las palabras compartidas por Fabián con respecto a la pérdida de su hermano menor le llegó a la mente de inmediato, haciéndole ver que esa mujer, como cualquier otra madre que pasaba por algo similar, cargaba con un dolor imposible de calmar.La pérdida de un hijo era una de esas cosas que no se superaban jamás.Era un sufrimiento constante, una agonía imparable.Ambas mujeres se cruzaron en medio del pasillo, Natalia tuvo el impulso de ser cordial, de decirle un “buenos días” quizás, pero la indiferencia de parte de Orena la detuvo en sus intentos.La mujer cargaba con una amargura en su ser que era casi palpable. Se podía notar en el fruncimiento de su ceño, en las arrugas que se marcaban junto a su boca.—¿Y tú qué me ves?La inesperada pregunta hizo que Natalia se estremeciera, siendo consciente, de repente, de que había observado a la mujer mucho más tiempo del que se consideraría
—Esta mujer es una insolente —respondió Orena justificándose.Fabián le dedicó una mirada interrogante a Natalia, buscando comprender qué era lo que en verdad había sucedido.—¿Le dirá la verdad a su hijo, señora? —la retó Natalia, adivinando que no lo haría.Aunque Orena mostrara odio ante el niño fallecido, sabía que era importante para su hijo. Así que sin duda actuaría como si realmente lo apreciara. Esa mujer sabía jugar muy bien sus cartas, era astuta.—La única verdad aquí es que no tienes ningún derecho de faltarme el respeto —se fue por las ramas—. ¿Imagino que lograste escucharlo, hijo? —se giró hacia su primogénito—. ¿Escuchaste cómo me llamo? Me dijo escoria. Esa mujer es…Ahora fue el turno de que Fabián la mirara con sospecha, exigiendo una explicación silenciosa.—¿Es eso así? —presionó.—Sí —admitió Natalia, porque a diferencia de Orena ella sí sabia reconocer sus culpas—. ¿Pero dígale por qué lo hice, señora?Orena le dedicó una mirada cargada de cólera.Parecía gritar
Los niños no paraban de correr emocionados por los senderos de gravas que eran rodeaban por flores de todo tipo: rosales, margaritas amarillas y lavandas moradas. —¡Cuidado, niños! ¡Pueden caerse! —les advirtió Natalia, tratando de darle alcance a su trío de cervatillos. Al ver que sus advertencias no surtían ningún efecto, Fabián se apresuró a alcanzar a los pequeños antes de que se cayeran o se enredaran con alguna de las ramas circundantes. —Obedezcan a su madre —les habló con firmeza, haciendo que los trillizos se girarán rápidamente en su dirección y se detuvieran en el acto.Natalia suspiró.Sabía perfectamente que en parte lo que sus hijos necesitaban era de una figura de autoridad. Roberto solía serlo, al menos las pocas veces que los visitaba, porque eso era precisamente lo que hacía: visitarlos. El recordatorio de que su relación fue una mentira, hizo que Natalia se sintiera inesperadamente enferma. Últimamente, pensar en Roberto tenía ese efecto. Antes, cuando evocab
Natalia había tenido que pausar sus clases un par de días para poder estar completamente enfocada en lo que se le avecinaba.La invitación para los Buendía estaba pautada para ese fin de semana.Todo debería estar impecable.Todo era tan… asfixiante.—¿En serio te parece que el plato principal deba ser filete mignon? —la riñó su suegra, quien únicamente se había dedicado a criticar y cuestionar todas sus decisiones respecto a la cena desde que se enteró de que Fabián la había dejado a cargo.“No eres una dama de sociedad. Así que no pretendas serlo”, le había gritado con desprecio el día anterior.Aparentemente, ese día tampoco sería la excepción a la regla, así que terminarían insultándose mutuamente antes de que el sol se ocultara en el horizonte.Natalia suspiró.Estaba harta de todo esto.Si unos meses atrás alguien le hubiera dicho que terminaría organizando una cena para recibir a Roberto y a su esposa, se habría burlado en la cara de esa persona.Desde luego que aquella hubiera
En esa ocasión, Natalia tenía otras cosas de que preocuparse. Lo referente a su apariencia y los arreglos sobre sí misma, todo eso había pasado a un segundo plano. Tenía algo más urgente que atender y eso era asegurarse de que sus hijos entendieran a cabalidad lo que sucedería esta noche cuando volvieran a ver a su padre.—Niños —los reunió en la cama, mientras se agachaba a la altura del trío—, necesito que presten mucha atención a los que les diré —comenzó, esperando que sus pequeños lograran captar el mensaje. Después de todo seguían siendo unos niños de tan solo cuatro años, así que posiblemente algunas cosas no la entenderían del todo, pero aun así lo intento:—. Como les dije anteriormente, su padre sufrió de una pérdida de memoria significativa —les recordó.La expresión de los niños decayó ante ese hecho.—¿Todavía no nos recuerda? —quiso saber el mayor.—Me temo que no.Los trillizos agacharon la cabeza y parecieron sumergirse en esa tristeza que los había invadido los últimos