El dolor que sintió en ese momento fue indescriptible, no imaginó que una escena semejante fuera a desarrollarse en ese comedor, pero debió suponerlo. Sus hijos extrañaban a su padre y esta, era una clara muestra de ello. —Niños, por favor —suplicó con las lágrimas a punto de manifestarse. Odiaba todo esto. Odiaba haber expuesto a sus hijos al rechazo delante de tantas personas. —Papá… —presionaron ellos, anhelantes. Roberto no hizo ni el más mínimo gesto de contestarles, era como si de pronto se hubiera quedado ciego y mudo.Natalia le lanzó una mirada al hombre cargada de todo su desprecio y luego acortó la distancia para tomar las manos de sus pequeños y sacarlos del gran salón. —¿Y esto qué significa? —escuchó la voz de Orena preguntando a nadie en particular. —No sé qué… no sé de qué hablan —contestó Roberto, sintiéndose de pronto muy intimidado y haciendo que el odio que sentía hacia él se incrementara mucho más. Natalia se giró para mirarlo, los ojos de ambos se encontra
El viaje de regreso a la mansión Buendía fue demasiado tenso para el matrimonio.Ana Paula no dejaba de mirar por la ventanilla de su asiento, mientras sus manos se empuñaban fuertemente en la tela de su vestido. Tenía muchas preguntas por hacer y muchas cosas por gritar, pero se contenía a duras penas de no hacerlo. No podía hacer un espectáculo delante de su chofer ni de nadie en particular; era una dama, no una verdulera que lanzaba insultos de una manera vulgar.La imagen de Natalia llegó a su mente de repente. Rápidamente, hizo un repaso de la mujer, de su aspecto y porte. No necesitaba ser muy inteligente para saber que no pertenecía a su mundo. Natalia no era rica ni de buena familia y no necesitaba contratar a un investigador privado para averiguar eso, pero, aun así, terminó casándose con Fabián. Aun así, tenía tres hijos de su esposo.«¿Qué tenía de especial esa mujer?», se preguntó con cierta amargura, concluyendo que era la persona más simple que había conocido en toda su
Era más de medianoche para el momento en el que Natalia decidió levantarse de la cama y salir al exterior.El frío nocturno removió sus cabellos castaños cuando puso un pie fuera de las puertas de la gran mansión.Miró a su alrededor, el lujoso lugar, la fuente que se alzaba a lo lejos y el impresionante jardín que parecía seducirla para que lo recorriera a pesar de lo tarde que era. Había sido una noche tan agitada que no se resistió ante la tentación de perderse entre flores y matas exóticas. Necesitaba despejar su mente de todo lo ocurrido en la cena.Los pies de Natalia se movieron y acomodó mejor su grueso abrigo, ese que hacía un vano intento de protegerla del inclemente frío. Pero a pesar de portar la mullida prenda, su cuerpo no paraba de temblar. Aun así, no hizo ningún ademán de regresar. No quería.Después de todo, ¿a dónde iba a volver exactamente?Sus hijos dormían profundamente. La última vez que comprobó la habitación de sus pequeños, los encontró descansando con una su
Natalia nunca se había sentido tan enojada como en este momento.Lo de Fabián simplemente parecía no tener límites y no permitiría que se saliera con la suya, no permitiría que usara a sus hijos para un juego tan sucio como el que tenía en mente.Arrebatarle la esposa a su ex amigo, ¿era en serio?La molestia bulló con mayor fuerza. No le quedaban dudas de que eso era lo que pretendía: usar a los niños y a ella para interferir en ese matrimonio.Por eso su afán de que Ana Paula lo descubriera todo.Pero no lo permitiría. No participaría en nada de esto.—Aleja —saludó por medio de su teléfono cuando la mujer finalmente contestó la llamada.Llevaba más de media hora intentando comunicarse con su amiga y no era la primera vez que sus llamadas parecían no tener respuesta.—Hola, Nati —contestó ella con voz baja.—¿Está todo bien? —decidió preguntarle antes de invadirla con todos sus problemas, como era lo usual.—Creo que sí —murmuró decaída, sin entrar en detalles.—Aleja, si pasa algo,
—¿Quién crees que eres para asegurar algo como eso? —intentó defenderse de sus hirientes amenazas—. No eres nadie, Fabián. No tienes el poder de absolutamente nada. ¡Tú no decidirás en que se convertirá mi vida! ¡Así que suéltame!La lucha se tornó dura y pesada.Natalia procuraba empujarlo, liberar sus manos y pelear, pero no podía hacer nada, se sentía impotente.El hombre la inmovilizaba con tanta facilidad, ni siquiera parecía poner un verdadero esfuerzo y esto la irritaba más con cada segundo que pasaba.—¡Que me sueltes!—Que te calles —ordenó tapando su boca con su mano libre. La otra se encontraba ocupada reteniendo sus muñecas por encima de su cabeza en un agarre de hierro.El cuerpo de Natalia se sacudió, intentó mover sus piernas al ver que sus extremidades superiores no podrían ayudarla, pero falló miserablemente en sus esfuerzos. Los muslos del hombre la presionaron contra la pared, ocasionando que zonas que no deberían se conectaran sin permiso.Natalia abrió muy grandes
Cuando el sol salió, Natalia miró por la ventana, sintiéndose decaída de repente. Había amanecido y eso solamente podía significar una cosa: era hora de volver a su vida de mentiras. Con eso en mente se puso en pie, aunque su cuerpo pesaba con un desánimo del que no se podía deshacer. Las palabras de Fabián seguían taladrando su mente, recordándole que no tenía salida a este horrible matrimonio. Al menos no, hasta que se cumpliera el plazo que dictaba el contrato. «Tres años», pensó sin entusiasmo. Justo en este instante parecía que esos tres años pesaban lo mismo que una condena perpetua. Pero Natalia sabía que no era así y que, además, no todo era tan malo. O al menos eso era lo que le decía a su cerebro para no caer en la depresión.«¡Tú puedes con esto!», se animó a sí misma, recordando que sus hijos estaban asistiendo a una buena escuela, que estaban forjándose un camino. Y que ella incluso podía estudiar, si lograba terminar su educación secundaria, entonces entraría
—Quizás tú no has terminado, pero yo sí.Natalia intentó soltarse de su agarre sin éxito.Mientras la mano del hombre la retenía en el lugar, no pudo evitar preguntarse cuál era la obsesión de Roberto y Fabián de sostenerla de semejante forma. Parecían unos cavernícolas los dos.—Podría jurar que no te trata bien —continuó Roberto con sus suposiciones.Natalia odió el hecho de tener que darle la razón, aunque evidentemente esto no se lo diría jamás.—Pues estás muy equivocado.—¿Lo estoy, Natalia? ¿En verdad lo estoy? —se acercó un poco más, acechante.De repente se sintió presa de su cercanía y deseo no verse afectada ante su presencia, pero una oleada de recuerdos la asaltó sin previo aviso, trayendo a su memoria la remembranza de su primer encuentro.Cuando cumplió la mayoría de edad y finalmente pudo salir del orfanato, se dedicó a buscar trabajo para poder subsistir como una persona adulta. Pasó el tiempo y probó de todo: desde ventas ambulantes hasta repartidora de folletos a tr
Su mirada se encontraba abstraída en el espejo de su cómoda, cuando escuchó unos inesperados pasos resonando en el piso de su habitación. La mujer, quien acababa de salir de la ducha, volteó rápidamente para encontrarse con su esposo. La mirada del hombre estaba fija en su persona, sus ojos demandaban una explicación que, al parecer, no se atrevía a proferir con palabras. —¿Qué haces aquí?—¿Qué fue lo que sucedió entre ustedes dos esta tarde? —interrogó sin demora, entrecerrando los ojos en su dirección y exigiendo una respuesta genuina. —No sé de qué hablas. Natalia ajustó mejor su bata de baño y siguió en su labor de cepillarse el cabello.Sus movimientos eran lentos y coordinados, sus manos hacían un gran esfuerzo por aparentar normalidad, una que no poseía, porque no, no había nada de normalidad en esto. Estaba semidesnuda, con un hombre en su habitación que, aunque era su esposo, parecía más su peor enemigo que otra cosa.—Estaban muy juntos —señaló algo que sin duda habí