Su mirada se encontraba abstraída en el espejo de su cómoda, cuando escuchó unos inesperados pasos resonando en el piso de su habitación. La mujer, quien acababa de salir de la ducha, volteó rápidamente para encontrarse con su esposo. La mirada del hombre estaba fija en su persona, sus ojos demandaban una explicación que, al parecer, no se atrevía a proferir con palabras. —¿Qué haces aquí?—¿Qué fue lo que sucedió entre ustedes dos esta tarde? —interrogó sin demora, entrecerrando los ojos en su dirección y exigiendo una respuesta genuina. —No sé de qué hablas. Natalia ajustó mejor su bata de baño y siguió en su labor de cepillarse el cabello.Sus movimientos eran lentos y coordinados, sus manos hacían un gran esfuerzo por aparentar normalidad, una que no poseía, porque no, no había nada de normalidad en esto. Estaba semidesnuda, con un hombre en su habitación que, aunque era su esposo, parecía más su peor enemigo que otra cosa.—Estaban muy juntos —señaló algo que sin duda habí
—No paso na…Las palabras murieron en su boca, cuando la mano de Fabián se cerró en torno a su cuello, cortando bruscamente su suministro de aliento.Natalia se sacudió en la cama luchando por encontrar un poco de oxígeno.—Por favor… —suplicó con dificultad para que la soltara.Los ojos del hombre se entrecerraron en su dirección, pero no mermo ni un poco su agarre.Su mano era un grillete del que Natalia luchaba por liberarse con todas sus fuerzas.—Dije que no me mientas —ladró furioso contra su cara.Lágrimas salieron de los ojos de la mujer, al darse cuenta de que se encontraba en una situación muy vulnerable.Necesitaba hacer algo.Necesitaba darle lo que quería para que la dejara en paz.—Te lo diré —balbuceó con dificultad.El agarre de Fabián se suavizó.Natalia aspiró una profunda bocanada de aire y cerro los ojos, mientras intentaba regular su respiración agitada.Cuando sus orbes se abrieron nuevamente, se encontró con la cara del hombre a un palmo de distancia. Su vista er
El hombre comenzó a darle fuertes manotazos a la puerta, mientras exigía que la abriera de inmediato.—Por favor, déjame tranquila —pidió Natalia desde el otro lado, sintiendo el retumbar de la madera en su espalda. Porque sí había puesto el seguro y se había dejado caer en el piso de espalda a la puerta. Sentía que no tenía fuerzas para soportar una discusión más. Solamente quería que la dejaran en paz.—Abre de una maldita vez o la tumbaré —amenazó el hombre con voz de hierro. La mujer se levantó rápidamente del suelo porque temía que cumpliera con su amenaza y la lastimara en el proceso. —Está bien. Está bien —respondió limpiándose las lágrimas de la cara y quitando el seguro de una buena vez.El hombre entró en la habitación como una fiera, sus grandes pisadas resonaron en el piso de madera, mientras escudriñaba todo a su alrededor, como si esperara atraparla intentando ocultar algo o a alguien. —¿Por qué no abrías la puerta? —exigió saber, girándose entonces para encararla c
Rápidamente, se alejó del agarre del hombre, alterada y sorprendida.Miró por la ventana, dándose cuenta de que era de día; mientras el cuerpo de Fabián se removía, recuperando la consciencia luego de lo que parecía un largo sueño.Para cuando los ojos del hombre se abrieron, ya Natalia estaba fuera de la cama, observándolo con muchas interrogantes presentes en sus ojos castaños.¿Qué había sucedido?¿Por qué se había quedado a dormir a su lado?¿Qué significaba todo esto?—¿Qué… fue lo que sucedió? —balbuceó incómoda ante la idea de que hubiera sucedido más de lo que recordaba.El hombre se sentó en la cama. Su expresión seguía siendo ilegible. No había nada en su semblante, no había preocupación o incomodidad, no parecía ni siquiera un poco descolocado ante lo inusual de la situación.—Lloraste mucho anoche —comenzó con su relato—. Tus fuerzas parecieron agotarse y te quedaste dormida en mis brazos. Te cargué, te acosté en la cama y luego te quité los zapatos.—Oh —boqueó anonadada.
Natalia no le quiso preguntar a Fabián cómo era que sabía cuál era el restaurante favorito del matrimonio Buendía. Suponía que tenía sus métodos para averiguarlo, ya que después de todo estaba enamorado de la señora Buendía.Le parecía un poco acosador de su parte conocer una información así. Pero prefirió ahorrarse las críticas.La misión era sencilla y en eso se concentraría.Natalia respiró una profunda bocanada de aire, mientras se adentraba en el lugar del brazo de su marido.Observo el sitio con una sonrisa.Era hermoso.Un mosaico de paisajes adornaba las paredes dando la impresión de encontrarse dentro de una galería.La música de fondo la hacía flotar con cada paso que daba.Nunca había estado en un lugar tan bonito y romántico.Y era… mentira.De repente el recuerdo le hizo sentir una punzada, pero sacudió el pensamiento concentrándose en mostrar su mejor sonrisa.Se sentaron en una mesa y miraron el menú.Natalia no tenía idea de qué ordenar. Nunca había estado en un restau
—Fabián, Natalia, qué sorpresa —saludó Ana Paula un poco apenada ante la escena que acababa de desarrollarse ante sus ojos.El matrimonio Arison se separó lentamente y entonces saludaron a los recién llegados con una sonrisa en sus rostros.—Es un gusto verlos —dijo Natalia con dulzura.La mano de Fabián seguía sujetando la suya y no pudo evitar notar que la pareja Buendía se centraban en ese enlace.—¿Gustan acompañarnos? —ofreció Fabián, caballeroso.—Oh, no. Muchas gracias. Pero ya tenemos nuestra propia reservación —nuevamente fueron las palabras de Ana Paula las que se escucharon.Para asombro de Natalia, Roberto se mostraba demasiado silencioso, aunque había una frialdad inexplicable empañando sus orbes grisáceas, las cuales no dejaban de mirarla como en busca de una explicación que, claramente, no recibiría.—En ese caso que tengan una estupenda velada —deseó Fabián con socarronería.Esta actitud no iba dirigida a su querida Ana Paula, no, Fabián también estaba disfrutando de la
—¿Cómo te atreves a hacer semejante escena, Roberto? ¿Qué es lo que sucede contigo? —Un dedo con una uña muy afilada de color rubí se clavó en el pecho del hombre, mientras este agachaba la cabeza escuchando el sermón proferido por su esposa.—Lo siento, Ana Paula —trató de decir Roberto—. No era mi intención nada de esto.—¿Ah, no? ¿Entonces cuál era tu intención? ¡Ilumíname, por favor! —rugió ella, completamente fuera de sí.Al parecer a la siempre perfecta e inmaculada Ana Paula Colmenares no le importaba en ese momento, el hecho de que estaba atrayendo muchas miradas con su bochornoso espectáculo en medio del estacionamiento. Ciertamente, estaba demasiado enfurecida como para preocuparse del escándalo que todo aquello pudiera traer para sí.—No lo entiendes, Ana. Pero esa mujer es la madre de mis hijos y yo no puedo permitir que se preste para las tonterías de Fabián. Es obvio que él no la quiere, solamente la está usando —escupió el hombre de forma apresurada sus insulsas explica
Los días siguientes se sintieron extraños para Natalia. Se descubrió a sí misma buscando a Fabián con la mirada, sintiendo un estremecimiento cuando sus ojos se cruzaban, cuando estaban en un mismo espacio acompañados o no.Era como si una enorme burbuja se estuviera inflando a su alrededor, creando una tensión que ella no tenía idea de en qué momento o forma explotaría.Pero tenía miedo.Miedo de que la explosión no fuera agradable para ninguno de los dos.Así que decidió evadir la tensión y centrarse en lo importante.Sus clases.Sus hijos.Había pasado semanas esforzándose duramente.Natalia acababa de completar la primera etapa de su curso de educación secundaria y pronto se enfrentaría a la posibilidad de una carrera universitaria.Se sentía bastante feliz y realizada, pues sus notas habían sido excelentes y sabía que se debía a las muchas madrugadas que había pasado estudiando y esforzándose hasta los extremos.En esos momentos de convicción, Fabián ni Roberto habían interrumpid