Los días siguientes se sintieron extraños para Natalia. Se descubrió a sí misma buscando a Fabián con la mirada, sintiendo un estremecimiento cuando sus ojos se cruzaban, cuando estaban en un mismo espacio acompañados o no.Era como si una enorme burbuja se estuviera inflando a su alrededor, creando una tensión que ella no tenía idea de en qué momento o forma explotaría.Pero tenía miedo.Miedo de que la explosión no fuera agradable para ninguno de los dos.Así que decidió evadir la tensión y centrarse en lo importante.Sus clases.Sus hijos.Había pasado semanas esforzándose duramente.Natalia acababa de completar la primera etapa de su curso de educación secundaria y pronto se enfrentaría a la posibilidad de una carrera universitaria.Se sentía bastante feliz y realizada, pues sus notas habían sido excelentes y sabía que se debía a las muchas madrugadas que había pasado estudiando y esforzándose hasta los extremos.En esos momentos de convicción, Fabián ni Roberto habían interrumpid
Ya no quería negarse nada más, quería vivir, experimentar…Era por eso que Natalia no se negó cuando su marido comenzó a besarla en el auto de camino a casa. El chófer emprendió la marcha y un repentino calor se apoderó del asiento trasero, dónde ellos dos se encontraban. Se miraron entonces, el deseo bailando en sus ojos, mientras observaban con reprensión la ridícula distancia que los separaba. Fabián dio el primer paso. Natalia no se resistió. No quiso pensar. Su mente quedó en blanco al instante. Realmente no podía pensar en nada, cuando la lengua de su esposo se abría pasó en su boca con tanta urgencia.Su cabeza se echó hacia atrás. Sus ojos se cerraron. Y las sensaciones se intensificaron por completo.El calor la invadió en fuertes oleadas que estremecieron su cuerpo. Sentía que se asfixiaba. Pero a la vez sabía que podría morir feliz en ese momento.«¿Hace cuánto que no se sentía tan plena?», se preguntó en medio de un jadeo.Ni siquiera recordaba que los besos de R
Roberto cayó al suelo tras haber recibido un fuerte puñetazo en su mejilla izquierda. Fabián no perdió el tiempo y se posicionó encima de él para seguir golpeándolo, pero Roberto le dio un rodillazo en el estómago que lo hizo retorcerse de dolor, aprovechando entonces la oportunidad de girarlo.Los papeles se invirtieron y ahora era Roberto, quien asestaba un golpe tras a otro en el rostro de Fabián.Natalia no paraba de gritar acompañada de Ana Paula, las cuales no sabían qué hacer mientras sus ojos se llenaban de lágrimas ante la impotencia que estaban sintiendo.El personal de seguridad acudió entonces ante los fuertes gritos, separando a ambos hombres, quienes se encontraban girando por el pulido piso mientras se lanzaban patadas y puñetazos en todas partes del cuerpo.Bastaron un par de minutos para que desalojaran la escena.Los dos hombres fueron sacados de las instalaciones del hospital, dejando únicamente a Natalia y Ana Paula en medio de los estragos que dejo aquella tormenta
No había logrado dormir en toda la noche y con justa razón. Sus hijos habían estado enfermos y, de alguna manera, se sentía culpable por haberse ausentado la noche anterior. Ahora finalmente había amanecido y sus trillizos aparentaban estar mejor.Ya había comprobado sus temperaturas encontrándolas normales.Aun así, había decidido que ese día no acudirían a la escuela y se quedarían en casa en observación.Natalia no se despegó del lado de sus hijos en toda la mañana.Cuando la tarde se acercó y ellos parecieron quejarse de aburrimiento, entonces fue el momento en el que decidió que ya había sido suficiente de encierro. «Quizás un vistazo al jardín les subiría el ánimo y las defensas también», fue lo que pensó.Salieron entonces con rumbo a respirar un poco de aire fresco, cuando se tropezaron con una discusión en el corredor.—Más te vale que tomes la decisión correcta, Diana —la voz colérica de Orena se alzó, retumbando en las paredes de la mansión. —¡Ya te dije mamá que no pien
Apenas tocó la cama, Natalia se quedó profundamente dormida. El sueño la reclamó con premura y se la pasó las siguientes horas soñando. Los sueños eran variados, ninguno igual que el otro. Se veía a sí misma corriendo por un gran prado, seguida de sus hijos. Las flores, los pájaros, todo era simplemente hermoso. Risas y aplausos resonaban en el lugar. Pero de pronto, el escenario cambió y se encontró a sí misma sentada en un tribunal. Natalia se removió en el banquillo de los acusados, mientras escuchaba una sarta de mentiras. “¡Mala madre!”, parecían gritarle todos.—No, no soy una mala madre —trató de defenderse con vehemencia, pero su voz salió estrangulada. Las palabras no fluían y el jurado seguía acusando y señalando en su dirección.Natalia se desesperó. Necesitaba que la oyeran, necesitaba que entendieran que no era lo que ellos estaban suponiendo, que amaba a sus hijos más que a nada en el mundo y que no permitiría que se los arrebataran. Eran suyos. Los amaba. De repe
Natalia alejó los pensamientos de culpabilidad y se concentró en lo importante. Sus ojos se cerraron entonces y llevó su mano a aquella zona que clamaba por atención. Fabián se había apartado lo suficientemente como para darle espacio para maniobrarse. La mujer decidió ignorar su presencia y retomó su masturbación con el pulso acelerado y las manos temblando ligeramente. Al principio los movimientos fueron un poco torpes, porque, por más que queria, no podía ignorarlo del todo. Era imposible. Su existencia era abrumadoramente fuerte y llenaba aquel espacio de una energía sofocante. Natalia había comenzado a entender que aquel hombre era como un vendaval que arrasaba con todo a su paso. Y, actualmente, ella estaba siendo movida por esa desenfrenada corriente. Pero no estaba disgustada por eso, todo lo contrario, se sentía expectante. ¿Hasta dónde la llevaría Fabián? ¿Podría disfrutar del placer que le proporcionaba sin sufrir consecuencias graves? Quería creer que sí, que e
La mujer sintió que su corazón estaba a punto de salirse de su pecho cuando diviso a su pequeño hijo, Damián, frotándose los ojitos junto a la puerta de su habitación.—¿Mami? —habló el pequeño.Natalia agradeció al cielo que la habitación estuviese sumergida en la penumbra, porque, de lo contrario, se habría dado cuenta de lo que acababa de interrumpir.Rápidamente, hizo a un lado el pesado cuerpo de Fabián y se puso de pie como un resorte, acomodándose la pijama descolocada y limpiándose las manos en la misma.—¿Qué ocurre, mi amor? —se acercó al niño y se puso a su altura.—No puedo dormir —le comunico su hijo con una vocecita temblorosa.—¿Por qué, amor?—Un sueño… feo —explico el niño.Natalia lo abrazó entonces y le aseguró que todo estaría bien, que estaba a su lado y nada malo le pasaría. Luego lo tomó en brazos y cerró la puerta de la habitación, pero no sin antes darle un vistazo a Fabián, quien había estado observando la escena con demasiada intensidad.Cuando Natalia regre
—¿Roberto? —se sorprendió Natalia de encontrarse con el hombre en medio de la sala de la mansión Arison.En ese justo instante iba de camino a la salida, puesto que ya casi era la hora de recoger a sus hijos en el colegio.—¿Qué haces aquí? —no pudo evitar preguntar, ya que no le hallaba una explicación lógica a su desagradable presencia.—He venido a ver a los niños —dijo él con simpleza.—¿A esta hora? —frunció el ceño, mientras comprobaba la hora en su reloj de pulsera. Eran las dos de la tarde, los niños no salían del colegio, sino hasta las tres.—Sí, pensé que estaban en casa —fue su pobre excusa.—¿Ah, sí? —lo observó extrañada—. Parece que se te hubiera olvidado que los niños tienen un colegio al que asistir. En todo caso, Roberto, voy tarde para recogerlos. Será mejor que vengas otro día y, por favor, procura notificar tu visita con antelación. Me desagrada tener que verte sin un motivo en específico —le soltó.La expresión del hombre se endureció y, antes de que le permitier