Apenas tocó la cama, Natalia se quedó profundamente dormida. El sueño la reclamó con premura y se la pasó las siguientes horas soñando. Los sueños eran variados, ninguno igual que el otro. Se veía a sí misma corriendo por un gran prado, seguida de sus hijos. Las flores, los pájaros, todo era simplemente hermoso. Risas y aplausos resonaban en el lugar. Pero de pronto, el escenario cambió y se encontró a sí misma sentada en un tribunal. Natalia se removió en el banquillo de los acusados, mientras escuchaba una sarta de mentiras. “¡Mala madre!”, parecían gritarle todos.—No, no soy una mala madre —trató de defenderse con vehemencia, pero su voz salió estrangulada. Las palabras no fluían y el jurado seguía acusando y señalando en su dirección.Natalia se desesperó. Necesitaba que la oyeran, necesitaba que entendieran que no era lo que ellos estaban suponiendo, que amaba a sus hijos más que a nada en el mundo y que no permitiría que se los arrebataran. Eran suyos. Los amaba. De repe
Natalia alejó los pensamientos de culpabilidad y se concentró en lo importante. Sus ojos se cerraron entonces y llevó su mano a aquella zona que clamaba por atención. Fabián se había apartado lo suficientemente como para darle espacio para maniobrarse. La mujer decidió ignorar su presencia y retomó su masturbación con el pulso acelerado y las manos temblando ligeramente. Al principio los movimientos fueron un poco torpes, porque, por más que queria, no podía ignorarlo del todo. Era imposible. Su existencia era abrumadoramente fuerte y llenaba aquel espacio de una energía sofocante. Natalia había comenzado a entender que aquel hombre era como un vendaval que arrasaba con todo a su paso. Y, actualmente, ella estaba siendo movida por esa desenfrenada corriente. Pero no estaba disgustada por eso, todo lo contrario, se sentía expectante. ¿Hasta dónde la llevaría Fabián? ¿Podría disfrutar del placer que le proporcionaba sin sufrir consecuencias graves? Quería creer que sí, que e
La mujer sintió que su corazón estaba a punto de salirse de su pecho cuando diviso a su pequeño hijo, Damián, frotándose los ojitos junto a la puerta de su habitación.—¿Mami? —habló el pequeño.Natalia agradeció al cielo que la habitación estuviese sumergida en la penumbra, porque, de lo contrario, se habría dado cuenta de lo que acababa de interrumpir.Rápidamente, hizo a un lado el pesado cuerpo de Fabián y se puso de pie como un resorte, acomodándose la pijama descolocada y limpiándose las manos en la misma.—¿Qué ocurre, mi amor? —se acercó al niño y se puso a su altura.—No puedo dormir —le comunico su hijo con una vocecita temblorosa.—¿Por qué, amor?—Un sueño… feo —explico el niño.Natalia lo abrazó entonces y le aseguró que todo estaría bien, que estaba a su lado y nada malo le pasaría. Luego lo tomó en brazos y cerró la puerta de la habitación, pero no sin antes darle un vistazo a Fabián, quien había estado observando la escena con demasiada intensidad.Cuando Natalia regre
—¿Roberto? —se sorprendió Natalia de encontrarse con el hombre en medio de la sala de la mansión Arison.En ese justo instante iba de camino a la salida, puesto que ya casi era la hora de recoger a sus hijos en el colegio.—¿Qué haces aquí? —no pudo evitar preguntar, ya que no le hallaba una explicación lógica a su desagradable presencia.—He venido a ver a los niños —dijo él con simpleza.—¿A esta hora? —frunció el ceño, mientras comprobaba la hora en su reloj de pulsera. Eran las dos de la tarde, los niños no salían del colegio, sino hasta las tres.—Sí, pensé que estaban en casa —fue su pobre excusa.—¿Ah, sí? —lo observó extrañada—. Parece que se te hubiera olvidado que los niños tienen un colegio al que asistir. En todo caso, Roberto, voy tarde para recogerlos. Será mejor que vengas otro día y, por favor, procura notificar tu visita con antelación. Me desagrada tener que verte sin un motivo en específico —le soltó.La expresión del hombre se endureció y, antes de que le permitier
Ana Paula miró la fachada de la cafetería y por un momento tuvo el impulso de retractarse. ¿Debería seguir adelante con esto? ¿Estaría faltando a su esposo si se veía con Fabián en una cafetería? ¿Quería faltarle el respeto a Roberto? Muchas inquietudes rondaban por su mente y no tenía una respuesta clara para ninguna de ellas. Lo único que tenía presente era que estaba harta de todo. No se casó con un hombre para verlo suspirar por otra, porque sí, aunque Roberto juraba y perjuraba que la amaba, era evidente que esto no era así. Había muchas cosas que no le estaba diciendo, él no estaba siendo sincero del todo, ¿entonces por qué ella debería serlo? No, tampoco se merecía su honestidad. Con eso en mente, decidió entrar al lugar de encuentro con una mayor convicción que antes. No había acudido a Fabián con la intención de hacer algo malo, solamente quería conversar con alguien, sentirse especial, importante. Después de todo, en algún punto de su historia juntos habían sido b
“¿Dónde estás?”, el repentino mensaje de Fabián le hizo fruncir el ceño. “De camino a casa con los niños”, fue su respuesta. ¿De cuándo acá Fabián le preguntaba sobre su paradero? No pudo evitar sentirse sorprendida ante esto. No habían tenido mucha comunicación desde aquella noche fallida en la que se masturbó en su presencia. Y ahora, de la nada, le preguntaba sobre su ubicación. Esto era bastante inusual. El mensaje de Natalia fue marcado como “visto” a los pocos segundos y ella guardó el celular al no recibir ninguna respuesta de su parte. Llegó a la mansión Arison se encargó de sus trillizos, revisándole los cuadernos, comprobando las asignaciones predispuestas para ese día y, una vez todo estuvo listo, se dirigió a su recámara para darse un baño y luego bajar a cenar todos juntos. Ese era su plan. Afortunadamente, contaba con Susi, la niñera que Fabián había contratado para que la ayudara en casa. La joven tenía una habitación en la mansión y estaba disponib
—En eso estás muy equivocada, Natalia —dio un par de pasos, acortando la distancia con demasiada premura—. Miras esto —alzó su mano izquierda en dónde se encontraba un anillo con una piedra extravagante. Usualmente, Natalia se lo quitaba para bañarse, pero al parecer, en esta ocasión se le había olvidado y ahora se estaba arrepintiendo de eso—. Este anillo dice claramente que eres mi esposa. ¡De la misma forma en que lo dicen los malditos papeles!Natalia tragó saliva, repentinamente asustada ante su actitud incoherente. ¿Acaso no era él quien se la pasaba repitiendo que todo esto era falso? ¿Por qué le hacía ahora este tipo de reclamos?—Fabián, cálmate. Estás siendo irracional —trató de alejarse de su agarre, sin conseguirlo. Cómo era su costumbre, la tenía bien sujeta del brazo. —¡No, yo no estoy siendo irracional! —lo negó, aunque su actitud desbocada saltaba a la vista—. Tú estás siendo muy ingenua si piensas que aceptaré que tengas un amante. ¡El maldito Roberto, para ser más
Decir que después de aquella noche las cosas no comenzaron a cambiar, era una gran mentira. Sin duda, todo era diferente. Lo sentía en el ambiente, lo respiraba en el aire. Ciertamente, seguían sin ser un matrimonio real, pero ahora existía una especie de compañerismo que no podía ser ocultado tan fácilmente. Eran más que cómplices. Disfrutaban de breves momentos a solas e incluso, en ocasiones, compartían una copa como buenos amigos. Fabián no había vuelto a intentar tocarla de manera sexual. Y en el fondo se lo agradecía. No porque ella fuera una virgen inexperta, temerosa de perder su virginidad, sino porque de algún modo no quería acostarse con un hombre por el simple hecho de hacerlo. Quería sentir que era especial. Quería ser especial para Fabián. Natalia sacudió la cabeza cuando se percató de que sus pensamientos nuevamente iban en aquella dirección. No debería. No debería estar imaginando un futuro con él, pero su corazón era muy tonto. Con un suspiro trato