Cuando el sol salió, Natalia miró por la ventana, sintiéndose decaída de repente. Había amanecido y eso solamente podía significar una cosa: era hora de volver a su vida de mentiras. Con eso en mente se puso en pie, aunque su cuerpo pesaba con un desánimo del que no se podía deshacer. Las palabras de Fabián seguían taladrando su mente, recordándole que no tenía salida a este horrible matrimonio. Al menos no, hasta que se cumpliera el plazo que dictaba el contrato. «Tres años», pensó sin entusiasmo. Justo en este instante parecía que esos tres años pesaban lo mismo que una condena perpetua. Pero Natalia sabía que no era así y que, además, no todo era tan malo. O al menos eso era lo que le decía a su cerebro para no caer en la depresión.«¡Tú puedes con esto!», se animó a sí misma, recordando que sus hijos estaban asistiendo a una buena escuela, que estaban forjándose un camino. Y que ella incluso podía estudiar, si lograba terminar su educación secundaria, entonces entraría
—Quizás tú no has terminado, pero yo sí.Natalia intentó soltarse de su agarre sin éxito.Mientras la mano del hombre la retenía en el lugar, no pudo evitar preguntarse cuál era la obsesión de Roberto y Fabián de sostenerla de semejante forma. Parecían unos cavernícolas los dos.—Podría jurar que no te trata bien —continuó Roberto con sus suposiciones.Natalia odió el hecho de tener que darle la razón, aunque evidentemente esto no se lo diría jamás.—Pues estás muy equivocado.—¿Lo estoy, Natalia? ¿En verdad lo estoy? —se acercó un poco más, acechante.De repente se sintió presa de su cercanía y deseo no verse afectada ante su presencia, pero una oleada de recuerdos la asaltó sin previo aviso, trayendo a su memoria la remembranza de su primer encuentro.Cuando cumplió la mayoría de edad y finalmente pudo salir del orfanato, se dedicó a buscar trabajo para poder subsistir como una persona adulta. Pasó el tiempo y probó de todo: desde ventas ambulantes hasta repartidora de folletos a tr
Su mirada se encontraba abstraída en el espejo de su cómoda, cuando escuchó unos inesperados pasos resonando en el piso de su habitación. La mujer, quien acababa de salir de la ducha, volteó rápidamente para encontrarse con su esposo. La mirada del hombre estaba fija en su persona, sus ojos demandaban una explicación que, al parecer, no se atrevía a proferir con palabras. —¿Qué haces aquí?—¿Qué fue lo que sucedió entre ustedes dos esta tarde? —interrogó sin demora, entrecerrando los ojos en su dirección y exigiendo una respuesta genuina. —No sé de qué hablas. Natalia ajustó mejor su bata de baño y siguió en su labor de cepillarse el cabello.Sus movimientos eran lentos y coordinados, sus manos hacían un gran esfuerzo por aparentar normalidad, una que no poseía, porque no, no había nada de normalidad en esto. Estaba semidesnuda, con un hombre en su habitación que, aunque era su esposo, parecía más su peor enemigo que otra cosa.—Estaban muy juntos —señaló algo que sin duda habí
—No paso na…Las palabras murieron en su boca, cuando la mano de Fabián se cerró en torno a su cuello, cortando bruscamente su suministro de aliento.Natalia se sacudió en la cama luchando por encontrar un poco de oxígeno.—Por favor… —suplicó con dificultad para que la soltara.Los ojos del hombre se entrecerraron en su dirección, pero no mermo ni un poco su agarre.Su mano era un grillete del que Natalia luchaba por liberarse con todas sus fuerzas.—Dije que no me mientas —ladró furioso contra su cara.Lágrimas salieron de los ojos de la mujer, al darse cuenta de que se encontraba en una situación muy vulnerable.Necesitaba hacer algo.Necesitaba darle lo que quería para que la dejara en paz.—Te lo diré —balbuceó con dificultad.El agarre de Fabián se suavizó.Natalia aspiró una profunda bocanada de aire y cerro los ojos, mientras intentaba regular su respiración agitada.Cuando sus orbes se abrieron nuevamente, se encontró con la cara del hombre a un palmo de distancia. Su vista er
El hombre comenzó a darle fuertes manotazos a la puerta, mientras exigía que la abriera de inmediato.—Por favor, déjame tranquila —pidió Natalia desde el otro lado, sintiendo el retumbar de la madera en su espalda. Porque sí había puesto el seguro y se había dejado caer en el piso de espalda a la puerta. Sentía que no tenía fuerzas para soportar una discusión más. Solamente quería que la dejaran en paz.—Abre de una maldita vez o la tumbaré —amenazó el hombre con voz de hierro. La mujer se levantó rápidamente del suelo porque temía que cumpliera con su amenaza y la lastimara en el proceso. —Está bien. Está bien —respondió limpiándose las lágrimas de la cara y quitando el seguro de una buena vez.El hombre entró en la habitación como una fiera, sus grandes pisadas resonaron en el piso de madera, mientras escudriñaba todo a su alrededor, como si esperara atraparla intentando ocultar algo o a alguien. —¿Por qué no abrías la puerta? —exigió saber, girándose entonces para encararla c
Rápidamente, se alejó del agarre del hombre, alterada y sorprendida.Miró por la ventana, dándose cuenta de que era de día; mientras el cuerpo de Fabián se removía, recuperando la consciencia luego de lo que parecía un largo sueño.Para cuando los ojos del hombre se abrieron, ya Natalia estaba fuera de la cama, observándolo con muchas interrogantes presentes en sus ojos castaños.¿Qué había sucedido?¿Por qué se había quedado a dormir a su lado?¿Qué significaba todo esto?—¿Qué… fue lo que sucedió? —balbuceó incómoda ante la idea de que hubiera sucedido más de lo que recordaba.El hombre se sentó en la cama. Su expresión seguía siendo ilegible. No había nada en su semblante, no había preocupación o incomodidad, no parecía ni siquiera un poco descolocado ante lo inusual de la situación.—Lloraste mucho anoche —comenzó con su relato—. Tus fuerzas parecieron agotarse y te quedaste dormida en mis brazos. Te cargué, te acosté en la cama y luego te quité los zapatos.—Oh —boqueó anonadada.
Natalia no le quiso preguntar a Fabián cómo era que sabía cuál era el restaurante favorito del matrimonio Buendía. Suponía que tenía sus métodos para averiguarlo, ya que después de todo estaba enamorado de la señora Buendía.Le parecía un poco acosador de su parte conocer una información así. Pero prefirió ahorrarse las críticas.La misión era sencilla y en eso se concentraría.Natalia respiró una profunda bocanada de aire, mientras se adentraba en el lugar del brazo de su marido.Observo el sitio con una sonrisa.Era hermoso.Un mosaico de paisajes adornaba las paredes dando la impresión de encontrarse dentro de una galería.La música de fondo la hacía flotar con cada paso que daba.Nunca había estado en un lugar tan bonito y romántico.Y era… mentira.De repente el recuerdo le hizo sentir una punzada, pero sacudió el pensamiento concentrándose en mostrar su mejor sonrisa.Se sentaron en una mesa y miraron el menú.Natalia no tenía idea de qué ordenar. Nunca había estado en un restau
—Fabián, Natalia, qué sorpresa —saludó Ana Paula un poco apenada ante la escena que acababa de desarrollarse ante sus ojos.El matrimonio Arison se separó lentamente y entonces saludaron a los recién llegados con una sonrisa en sus rostros.—Es un gusto verlos —dijo Natalia con dulzura.La mano de Fabián seguía sujetando la suya y no pudo evitar notar que la pareja Buendía se centraban en ese enlace.—¿Gustan acompañarnos? —ofreció Fabián, caballeroso.—Oh, no. Muchas gracias. Pero ya tenemos nuestra propia reservación —nuevamente fueron las palabras de Ana Paula las que se escucharon.Para asombro de Natalia, Roberto se mostraba demasiado silencioso, aunque había una frialdad inexplicable empañando sus orbes grisáceas, las cuales no dejaban de mirarla como en busca de una explicación que, claramente, no recibiría.—En ese caso que tengan una estupenda velada —deseó Fabián con socarronería.Esta actitud no iba dirigida a su querida Ana Paula, no, Fabián también estaba disfrutando de la