Nos vemos más tarde con otro capitulo :)
Los niños no paraban de correr emocionados por los senderos de gravas que eran rodeaban por flores de todo tipo: rosales, margaritas amarillas y lavandas moradas. —¡Cuidado, niños! ¡Pueden caerse! —les advirtió Natalia, tratando de darle alcance a su trío de cervatillos. Al ver que sus advertencias no surtían ningún efecto, Fabián se apresuró a alcanzar a los pequeños antes de que se cayeran o se enredaran con alguna de las ramas circundantes. —Obedezcan a su madre —les habló con firmeza, haciendo que los trillizos se girarán rápidamente en su dirección y se detuvieran en el acto.Natalia suspiró.Sabía perfectamente que en parte lo que sus hijos necesitaban era de una figura de autoridad. Roberto solía serlo, al menos las pocas veces que los visitaba, porque eso era precisamente lo que hacía: visitarlos. El recordatorio de que su relación fue una mentira, hizo que Natalia se sintiera inesperadamente enferma. Últimamente, pensar en Roberto tenía ese efecto. Antes, cuando evocab
Natalia había tenido que pausar sus clases un par de días para poder estar completamente enfocada en lo que se le avecinaba.La invitación para los Buendía estaba pautada para ese fin de semana.Todo debería estar impecable.Todo era tan… asfixiante.—¿En serio te parece que el plato principal deba ser filete mignon? —la riñó su suegra, quien únicamente se había dedicado a criticar y cuestionar todas sus decisiones respecto a la cena desde que se enteró de que Fabián la había dejado a cargo.“No eres una dama de sociedad. Así que no pretendas serlo”, le había gritado con desprecio el día anterior.Aparentemente, ese día tampoco sería la excepción a la regla, así que terminarían insultándose mutuamente antes de que el sol se ocultara en el horizonte.Natalia suspiró.Estaba harta de todo esto.Si unos meses atrás alguien le hubiera dicho que terminaría organizando una cena para recibir a Roberto y a su esposa, se habría burlado en la cara de esa persona.Desde luego que aquella hubiera
En esa ocasión, Natalia tenía otras cosas de que preocuparse. Lo referente a su apariencia y los arreglos sobre sí misma, todo eso había pasado a un segundo plano. Tenía algo más urgente que atender y eso era asegurarse de que sus hijos entendieran a cabalidad lo que sucedería esta noche cuando volvieran a ver a su padre.—Niños —los reunió en la cama, mientras se agachaba a la altura del trío—, necesito que presten mucha atención a los que les diré —comenzó, esperando que sus pequeños lograran captar el mensaje. Después de todo seguían siendo unos niños de tan solo cuatro años, así que posiblemente algunas cosas no la entenderían del todo, pero aun así lo intento:—. Como les dije anteriormente, su padre sufrió de una pérdida de memoria significativa —les recordó.La expresión de los niños decayó ante ese hecho.—¿Todavía no nos recuerda? —quiso saber el mayor.—Me temo que no.Los trillizos agacharon la cabeza y parecieron sumergirse en esa tristeza que los había invadido los últimos
El dolor que sintió en ese momento fue indescriptible, no imaginó que una escena semejante fuera a desarrollarse en ese comedor, pero debió suponerlo. Sus hijos extrañaban a su padre y esta, era una clara muestra de ello. —Niños, por favor —suplicó con las lágrimas a punto de manifestarse. Odiaba todo esto. Odiaba haber expuesto a sus hijos al rechazo delante de tantas personas. —Papá… —presionaron ellos, anhelantes. Roberto no hizo ni el más mínimo gesto de contestarles, era como si de pronto se hubiera quedado ciego y mudo.Natalia le lanzó una mirada al hombre cargada de todo su desprecio y luego acortó la distancia para tomar las manos de sus pequeños y sacarlos del gran salón. —¿Y esto qué significa? —escuchó la voz de Orena preguntando a nadie en particular. —No sé qué… no sé de qué hablan —contestó Roberto, sintiéndose de pronto muy intimidado y haciendo que el odio que sentía hacia él se incrementara mucho más. Natalia se giró para mirarlo, los ojos de ambos se encontra
El viaje de regreso a la mansión Buendía fue demasiado tenso para el matrimonio.Ana Paula no dejaba de mirar por la ventanilla de su asiento, mientras sus manos se empuñaban fuertemente en la tela de su vestido. Tenía muchas preguntas por hacer y muchas cosas por gritar, pero se contenía a duras penas de no hacerlo. No podía hacer un espectáculo delante de su chofer ni de nadie en particular; era una dama, no una verdulera que lanzaba insultos de una manera vulgar.La imagen de Natalia llegó a su mente de repente. Rápidamente, hizo un repaso de la mujer, de su aspecto y porte. No necesitaba ser muy inteligente para saber que no pertenecía a su mundo. Natalia no era rica ni de buena familia y no necesitaba contratar a un investigador privado para averiguar eso, pero, aun así, terminó casándose con Fabián. Aun así, tenía tres hijos de su esposo.«¿Qué tenía de especial esa mujer?», se preguntó con cierta amargura, concluyendo que era la persona más simple que había conocido en toda su
Era más de medianoche para el momento en el que Natalia decidió levantarse de la cama y salir al exterior.El frío nocturno removió sus cabellos castaños cuando puso un pie fuera de las puertas de la gran mansión.Miró a su alrededor, el lujoso lugar, la fuente que se alzaba a lo lejos y el impresionante jardín que parecía seducirla para que lo recorriera a pesar de lo tarde que era. Había sido una noche tan agitada que no se resistió ante la tentación de perderse entre flores y matas exóticas. Necesitaba despejar su mente de todo lo ocurrido en la cena.Los pies de Natalia se movieron y acomodó mejor su grueso abrigo, ese que hacía un vano intento de protegerla del inclemente frío. Pero a pesar de portar la mullida prenda, su cuerpo no paraba de temblar. Aun así, no hizo ningún ademán de regresar. No quería.Después de todo, ¿a dónde iba a volver exactamente?Sus hijos dormían profundamente. La última vez que comprobó la habitación de sus pequeños, los encontró descansando con una su
Natalia nunca se había sentido tan enojada como en este momento.Lo de Fabián simplemente parecía no tener límites y no permitiría que se saliera con la suya, no permitiría que usara a sus hijos para un juego tan sucio como el que tenía en mente.Arrebatarle la esposa a su ex amigo, ¿era en serio?La molestia bulló con mayor fuerza. No le quedaban dudas de que eso era lo que pretendía: usar a los niños y a ella para interferir en ese matrimonio.Por eso su afán de que Ana Paula lo descubriera todo.Pero no lo permitiría. No participaría en nada de esto.—Aleja —saludó por medio de su teléfono cuando la mujer finalmente contestó la llamada.Llevaba más de media hora intentando comunicarse con su amiga y no era la primera vez que sus llamadas parecían no tener respuesta.—Hola, Nati —contestó ella con voz baja.—¿Está todo bien? —decidió preguntarle antes de invadirla con todos sus problemas, como era lo usual.—Creo que sí —murmuró decaída, sin entrar en detalles.—Aleja, si pasa algo,
—¿Quién crees que eres para asegurar algo como eso? —intentó defenderse de sus hirientes amenazas—. No eres nadie, Fabián. No tienes el poder de absolutamente nada. ¡Tú no decidirás en que se convertirá mi vida! ¡Así que suéltame!La lucha se tornó dura y pesada.Natalia procuraba empujarlo, liberar sus manos y pelear, pero no podía hacer nada, se sentía impotente.El hombre la inmovilizaba con tanta facilidad, ni siquiera parecía poner un verdadero esfuerzo y esto la irritaba más con cada segundo que pasaba.—¡Que me sueltes!—Que te calles —ordenó tapando su boca con su mano libre. La otra se encontraba ocupada reteniendo sus muñecas por encima de su cabeza en un agarre de hierro.El cuerpo de Natalia se sacudió, intentó mover sus piernas al ver que sus extremidades superiores no podrían ayudarla, pero falló miserablemente en sus esfuerzos. Los muslos del hombre la presionaron contra la pared, ocasionando que zonas que no deberían se conectaran sin permiso.Natalia abrió muy grandes