CAPITULO 106

Ni bien puse un pie allí, tomé el teléfono y marqué incontadas veces su número de móvil, y la voz odiosa del contestador era el único sonido que se escuchaba. Ya desesperado y un tanto furioso, le marqué a Mónica. Si ella no me respondía, no dudaría un solo segundo en ir hasta aquella ciudad que estaba comenzando a detestar. Al tercer repique, contestó.

—Pásame a Ana, por favor —pedí con frustración, mientras caminaba como un animal enjaulado por todo el salón de la casa.

—Ella no se encuentra y lo mejor es que no la vuelvas a molestar —la voz tajante de aquella pelirroja que en tiempos remotos fue mi peor enemiga, resonó molesta.

—Entonces... vio las fotografías... —asumí con un largo suspiro, mientras tomaba asiento en el enorme sillón color crema.

—Lo hizo —afirm&oacu

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