Los días pasaban y nada cambiaba entre ambos. Ella por su lado y yo por mi cuenta.
La terapia iba ablandando la coraza que tenía puesta, pero el humor de perros que ya era parte de mí desde el día en que Ana me reveló tenía a alguien más en su vida, aumentaba con el correr de los días.
No toleraba a nadie, no soportaba entablar conversación por más de un minuto con ninguna de las personas que laboraban para mí. Nada me gustaba, nada me apetecía. Amenacé al mejor equipo de trabajo de Londres con mandarlos a la mierda si no me traían algo mejor... patrañas, con las que excusaba mi mala vibra.
Después de comentarles al abuelo y a mi madre todas las palabras que cruzamos con Ana el día de su regreso, ambos lamentaron que mi relación se hubiera acabado de aquella manera. Daban por hecho nuestro divorcio y me veían con pena cuando les de
Después de haber conversado con Max, tenía que valorar la posibilidad de que la sorpresa que le había preparado para confesarle mis sentimientos, tendría que esperar al menos un día más. No dejaría correr el reloj demasiado. Me urgía recuperar a mi esposa y más aún, después de lo que los ojos de aquel hombre dejaron vislumbrar, estaba desesperado porque todo el mundo supiera que ella y yo, habíamos arreglado las cosas y que no habría ningún divorcio de por medio.Cuando estaba de camino a buscar a Ana al piso de Mónica, llamé al abuelo para avisar que tal vez no se diera la velada que el también ayudó a idear. Muy decepcionado, preguntó las razones y le expliqué que la cena a la que íbamos, se estaría extendiendo más de lo previsto y que si no se daba esa noche, de todas maneras lo haría al día siguiente
Antes de descender del auto, le dejé claro a Ana que luego, continuaríamos lo que fue interrumpido y ella solo me vio aturdida. Le hice prometer que no me dejaría botado durante la noche y que sería mi acompañante durante toda la velada, quedándome más tranquilo, porque no iba a tolerar que Lucas Marshall la estuviera merodeando en mi presencia. Además, le adelanté que tenía una sorpresa para ella y sabía que había pinchado su curiosidad.Sin embargo, Ana estaba pensativa. Algo no cuadraba, algo le atemorizaba o la ponía nerviosa. Tal vez fuera el tonto juego que armaron con Max, o tal vez, la cercanía de aquel hombre. Esperaba con toda esperanza que fuera porque lo repelía y no por la idea que había concebido mi mente.Mis celos y aquella maquinación —que pensaba absurda hasta hace instantes—, cobraron más fuerza cuando
Con un mal presentimiento, de inmediato salí de la fiesta y con el móvil en mano, comencé a llamar de manera insistente al idiota de Max.—¡Te había dejado claro que no la podías tocar, Max! —reproché cuando respondió la llamada—. Dime de inmediato en dónde están.—¡Cálmate, hombre! Ya está sana y salva en casa de Mónica, la tuve que traer porque tuvo un inconveniente con su vestido y no había manera de que volviera a la fiesta.—¿Qué pasó con su vestido? No me digas que...—¿Puedes dejar de hacerte ideas estúpidas, Diego? —pidió cabreado y respiré hondo para serenarme—. Sabes que jamás intentaría nada. ¡Ella es tu esposa, lo dejaste claro y somos amigos, por Dios!—Perdona, Max. Es que la noche no ha ido para nada como
Escuchar la campana sonar una hora antes de lo previsto, me hizo pensar de que estaba ansiosa, tanto o más que yo, pero cuando abrí apresuradamente la puerta para estrecharla entre mis brazos, la persona con la que mis ojos se encontraron, no era la que esperaba.De pie, frente a mí, estaba nada más y nada menos que Amber. —Creo que vine en un mal momento —fueron sus palabras, mientras asomaba la cabeza para echar un vistazo a la mesa que esperaba por Ana.—¿Qué mierda estás haciendo en mi casa, Amber? —bramé furioso y a la vez, incrédulo.—Solo caminaba por aquí y pasé a saludarte. Sé que desde ayer estás preparando algo especial para tu esposa —sus palabras me dejaron aturdido. ¿Cómo carajos sabía aquello?—. También sé que ésta es tu última oportunidad para recuperarl
—Esto solo quiere decir que tú sabes dónde está mi esposa… —dije, después de dejarlo pasar. Él sonrió y su manera de hacerlo, me resultó demasiado familiar. —Lamento mucho decepcionarlo, pero estos documentos me los entregó dos días después de que nos vimos en el piso de Mónica. Me dio instrucciones y solo tengo contacto con ella, cuando me marca —explicó tranquilamente y no supe por qué, en ese momento le creí. —Tutéame, por favor… después de todo, al parecer nos veremos las caras más a menudo de lo que me gustaría, y no me refiero a tu persona, sino a la situación —aclaré para que no lo tomara a mal. Él asintió mientras abría su portafolios y sacaba los documentos que debía firmar.—Estos son los papeles del divorcio, y &eacut
Apenas Liam había hecho el papeleo para realizar la nueva demanda, fui maquinando la manera en cómo abordarla y confesarle la verdad de mis sentimientos. Tenía que esperar un par de días para que le notificasen sobre la audiencia y aproximadamente dos semanas para que ambos nos presenciemos delante de un juez.Estaba nervioso, angustiado y con una gran incertidumbre acerca del paradero de Ana... y de con quién estaba, si llegaba a ser el caso. Quería mentirme y aferrarme a la idea de que solo fueron palabras afiladas y con intención de dañarme, las que me había dedicado su abogado. Pero algo me gritaba que lo dudara.Todo este tiempo, lejos de ella, me preguntaba si estaría sufriendo como yo, si tal vez me recordaba aun... o si había alguien que la cuidaba mejor de lo que lo hice yo, como lo insinuó Spencer. Me preguntaba a cada instante dónde estaría y el cuestionamiento
Durante el trayecto a casa del abuelo, quería llorar, quería gritar, porque estaba comenzando a entender que Ana no volvería hiciera lo que hiciera, y aunque la amaba y sentía en mi pecho que ella también lo hacía, lo nuestro se había terminado y la ventana de mi corazón, por donde ingresaba la calidez y la esperanza que me brindaba su ternura, se había cerrado para siempre.No dije nada de camino a casa de Mónica. Sentía la mirada piadosa y reprobatoria de Liam sobre mí. Él estaba seguro de que ya sería en vano todo intento por recuperarla, pero no podía solo bajar los brazos cuando mi alma la sintió rendirse ante mí. Que estuviera con otro tipo, no significaba nada que no tuviera explicación ni solución.¡Por Dios, que estaba desesperado y me estaba volviendo loco!Ana se presentó, como imaginé que lo har&iacu
Cuando aquella mujer —hermosa, para qué negarlo—, se lanzó sobre mí y estampó su boca contra la mía, sentí que aquella no era la forma de olvidar y que era injusto para ella y para mí, porque podría imaginarse cosas que no sucederían y podría ser un gran dolor de cabeza para mí. Estaba demás decir que no me encontraba en el momento preciso de acumular y lidiar con otro problema de faldas. Con Ana, me resultaba más que suficiente.Además, estúpidamente sentía que la estaba traicionando y me atormentaba la sola idea de que supiera lo que estaba ocurriendo, de que se enterara que otra mujer besó mis labios sin que yo hiciera nada y fuera todo a conciencia mía. Era un completo imbécil, porque mientras yo me hacía aquellas maquinaciones y autorreproches, ella se iba a casar con otro.Por dudar de nosotros y con justo fundame