Escuchar la campana sonar una hora antes de lo previsto, me hizo pensar de que estaba ansiosa, tanto o más que yo, pero cuando abrí apresuradamente la puerta para estrecharla entre mis brazos, la persona con la que mis ojos se encontraron, no era la que esperaba.
De pie, frente a mí, estaba nada más y nada menos que Amber.
—Creo que vine en un mal momento —fueron sus palabras, mientras asomaba la cabeza para echar un vistazo a la mesa que esperaba por Ana.
—¿Qué mierda estás haciendo en mi casa, Amber? —bramé furioso y a la vez, incrédulo.
—Solo caminaba por aquí y pasé a saludarte. Sé que desde ayer estás preparando algo especial para tu esposa —sus palabras me dejaron aturdido. ¿Cómo carajos sabía aquello?—. También sé que ésta es tu última oportunidad para recuperarl
—Esto solo quiere decir que tú sabes dónde está mi esposa… —dije, después de dejarlo pasar. Él sonrió y su manera de hacerlo, me resultó demasiado familiar. —Lamento mucho decepcionarlo, pero estos documentos me los entregó dos días después de que nos vimos en el piso de Mónica. Me dio instrucciones y solo tengo contacto con ella, cuando me marca —explicó tranquilamente y no supe por qué, en ese momento le creí. —Tutéame, por favor… después de todo, al parecer nos veremos las caras más a menudo de lo que me gustaría, y no me refiero a tu persona, sino a la situación —aclaré para que no lo tomara a mal. Él asintió mientras abría su portafolios y sacaba los documentos que debía firmar.—Estos son los papeles del divorcio, y &eacut
Apenas Liam había hecho el papeleo para realizar la nueva demanda, fui maquinando la manera en cómo abordarla y confesarle la verdad de mis sentimientos. Tenía que esperar un par de días para que le notificasen sobre la audiencia y aproximadamente dos semanas para que ambos nos presenciemos delante de un juez.Estaba nervioso, angustiado y con una gran incertidumbre acerca del paradero de Ana... y de con quién estaba, si llegaba a ser el caso. Quería mentirme y aferrarme a la idea de que solo fueron palabras afiladas y con intención de dañarme, las que me había dedicado su abogado. Pero algo me gritaba que lo dudara.Todo este tiempo, lejos de ella, me preguntaba si estaría sufriendo como yo, si tal vez me recordaba aun... o si había alguien que la cuidaba mejor de lo que lo hice yo, como lo insinuó Spencer. Me preguntaba a cada instante dónde estaría y el cuestionamiento
Durante el trayecto a casa del abuelo, quería llorar, quería gritar, porque estaba comenzando a entender que Ana no volvería hiciera lo que hiciera, y aunque la amaba y sentía en mi pecho que ella también lo hacía, lo nuestro se había terminado y la ventana de mi corazón, por donde ingresaba la calidez y la esperanza que me brindaba su ternura, se había cerrado para siempre.No dije nada de camino a casa de Mónica. Sentía la mirada piadosa y reprobatoria de Liam sobre mí. Él estaba seguro de que ya sería en vano todo intento por recuperarla, pero no podía solo bajar los brazos cuando mi alma la sintió rendirse ante mí. Que estuviera con otro tipo, no significaba nada que no tuviera explicación ni solución.¡Por Dios, que estaba desesperado y me estaba volviendo loco!Ana se presentó, como imaginé que lo har&iacu
Cuando aquella mujer —hermosa, para qué negarlo—, se lanzó sobre mí y estampó su boca contra la mía, sentí que aquella no era la forma de olvidar y que era injusto para ella y para mí, porque podría imaginarse cosas que no sucederían y podría ser un gran dolor de cabeza para mí. Estaba demás decir que no me encontraba en el momento preciso de acumular y lidiar con otro problema de faldas. Con Ana, me resultaba más que suficiente.Además, estúpidamente sentía que la estaba traicionando y me atormentaba la sola idea de que supiera lo que estaba ocurriendo, de que se enterara que otra mujer besó mis labios sin que yo hiciera nada y fuera todo a conciencia mía. Era un completo imbécil, porque mientras yo me hacía aquellas maquinaciones y autorreproches, ella se iba a casar con otro.Por dudar de nosotros y con justo fundame
—Entonces cambiemos de tema y mejor cuéntame cómo te fue anoche —preguntó riendo y en tono de sorna, mientras se frotaba las manos aguardando la primicia.—Nada mal, Liam. Solo tuve que lidiar con una mujer enfadada por haber sido rechazada. Rompí un par de cosas en casa, me quedé sin una puta vajilla y destruí el buró de fotos que cuidaba como si fuera un altar. Tengo que comprarme un nuevo televisor y reponer el minibar porque me embriagué hasta el culo y acabé con todo. Decoré los pisos y el baño con vómito, antes de casi ahogarme en mi propia ducha por haberme quedado dormido bajo el agua. Por lo demás, todo fue de maravilla —dije riendo de manera irónica y Liam negó.—Tengo que decir, que sin dudas, tuviste una noche bastante agitada… más de lo que has tenido a lo largo de estos diez meses. Al menos, le habrías
Preparé de manera meticulosa mis maletas. En una llevaba ropa, y en otra todas las cartas que le había escrito a mi esposa a lo largo de este tiempo.Como era de esperarse, cuando Rose le advirtió sobre el viaje, ella protestó y me reprochó que tuviera que ir conmigo. Dolido porque pareciera que le repugnaba mi compañía, le respondí mordaz que tampoco me agradaba la idea, que solo lo hacía porque se trataba del empleo de muchas personas y que podía llevar a su perro guardián —apodo que le puse a Marshall—, si lo deseaba.Me dolió emplear aquel tono frívolo y desinteresado con ella, pero me invadía la furia cuando me trataba como si no hubiera significado nada en su vida, aunque sabía que aún me quería y que tal vez, solo tenía miedo a que a pesar de sus dudas acerca de lo que yo sentía por ella, terminara de nuevo en mis
Asentí y salí disparado en su búsqueda, tomando la chaqueta que había dejado a cuidado en recepción. Esa sería tal vez la única oportunidad de poder hablarle sin que seamos interrumpidos o que ella saliera huyendo.La noche estaba en todo su apogeo. Ana se hallaba sola, admirando las aguas que hacían de espejo a las estrellas del cielo. Parecía haber viajado a otro tiempo, con la mirada perdida en el horizonte. Suspiraba y se frotaba los brazos, como si se estuviera resignando a algo, como si estuviera tratando de autoconvencerse de que, lo que estaba haciendo era lo correcto. La conocía y sabía que estaba despidiéndose de nuestros recuerdos, de nuestra vida juntos.Su rostro brillaba de tristeza y agonía, como si la vida que estaba eligiendo se antepusiera a los deseos y pensamientos de su corazón y su alma.Verla de aquella manera, con el vestido y el pelo o
Después de que hubiera tenido la mejor noche y el sueño más tranquilo en diez meses, el aroma de su piel hizo que abriera los ojos y constatase que todo era real.Cuando bajamos juntos a desayunar y luego a la playa, tuve que armarme de valor para confesarle a Ana todo lo que había vivido cuando apenas era un jovenzuelo.Respiré profundo para narrarle toda la historia. Ella solo me observó curiosa y expectante porque iniciara.—Todo comenzó cuando estaba en el último año de la preparatoria. En esa época, ya le había comunicado a mi padre que no estudiaría finanzas como él me lo había impuesto, sino que iría a los Estados Unidos a estudiar arquitectura. Al principio, pensó que era un capricho que se me pasaría a medida que trascurrieran los meses, pero cada día, me veía más decidido que el anterior. Contaba con el