Después de que hubiera tenido la mejor noche y el sueño más tranquilo en diez meses, el aroma de su piel hizo que abriera los ojos y constatase que todo era real.
Cuando bajamos juntos a desayunar y luego a la playa, tuve que armarme de valor para confesarle a Ana todo lo que había vivido cuando apenas era un jovenzuelo.
Respiré profundo para narrarle toda la historia. Ella solo me observó curiosa y expectante porque iniciara.
—Todo comenzó cuando estaba en el último año de la preparatoria. En esa época, ya le había comunicado a mi padre que no estudiaría finanzas como él me lo había impuesto, sino que iría a los Estados Unidos a estudiar arquitectura. Al principio, pensó que era un capricho que se me pasaría a medida que trascurrieran los meses, pero cada día, me veía más decidido que el anterior. Contaba con el
Cuando se percataron de que tenían público, de inmediato papá se incorporó preguntando que hacía allí. Yo, con lágrimas en los ojos, los recorrí con la mirada, completamente asqueado y negué con vehemencia, girándome para marcharme. Había tenido demasiado con todo y ya no soportaba ni un minuto estar en aquel lugar. Amber corrió tras de mí, envuelta en una sábana a suplicarme que la escuchara y que la perdonara, gritando a diestra y siniestra que me amaba. En ese ínterin, en el que forcejeábamos para que me soltara y pudiera marcharme, mi padre cayó al suelo y su cuerpo convulsionó. Me quedé inmóvil, incapaz de mover un solo dedo hasta que Liam reaccionó y llamó a un servicio médico. Fue… ¡por Dios! Escalofriante ver como papá agonizaba, como iba dejando de respirar y los ojos de unos matices iguales a lo
Los siguientes tres días no fueron distintos. Cuando Lucas la llamó, estuve a punto de mandarlo todo al diablo, tomar su maldito móvil para decirle de una puta vez que Ana y yo habíamos arreglado las cosas y que él salía sobrando. Pero me contuve, me controlé todo lo que pude, repitiéndome mentalmente que en una maldita semana, toda esa farsa de relación que había surgido entre ellos, acabaría y por fin estaríamos juntos para siempre.Al llegar a Londres, despedirnos con un intenso beso y un abrazo interminable que me pareció poco, me marché del aeropuerto porque estaba seguro de que la estarían esperando.A medida que me alejaba, una extraña sensación de pérdida, habitó en mi pecho y el miedo a que nada saliera como esperaba, aumentaba con el correr las horas. Acordamos vernos al día siguiente, y las ansias car
Era Max... aquel maldito llegó a salvarme de morir ahogado con alcohol y con mi propio vómito en mi tina. Me acompañó, me cuidó y hasta preparó de comer porque mi cuerpo pedía a gritos un poco de combustible para cobrar fuerzas y seguir matándome.Cuando se le escapó que ella se casaría, la resignación con la que había dado por hecho que tenía que aceptar que todo terminó, despareció en un pestañeo.¿Cómo era posible que ella estuviera con los preparativos de su boda, mientras yo me estaba pudriendo entre cuatro paredes, torturándome con su recuerdo y atestando a mis venas con alcohol?De ningún modo la dejaría en paz... de ninguna manera dejaría pasar la oportunidad de preguntarle mínimamente, qué fue lo que pasó para que me abandonara de aquella forma.Por eso, en cuanto supe donde
Apenas llegué al hotel, de inmediato empaqué las escasas cosas que había llevado en una mochila, con las manos temblorosas, el cuerpo frío por la soledad y el vacío latente en mi pecho, en mi interior.Le marqué a Liam para hacerle saber la decisión que finalmente tomé. Era lo mejor para mí, porque ya no soportaba respirar el mismo aire que todas las personas y cosas que me recordaban a ella.—Liam, he decidido que no voy a regresar a Londres y me gustaría que contrataras a alguien que haga de nexo conmigo desde allí, para que pueda seguir apoyando a mi madre en el manejo de la empresa —el efecto del alcohol fue menguando y la lucidez había vuelto por completo a mí. No era a ciegas que había tomado aquella postura. Hace tiempo estuvo en mis planes hacerlo, para aferrarme a su recuerdo al menos, pero ahora solo quería olvidarla.—¿Est&
Estaba tan aturdido y confundido, que agradecería al infinito si me borraba la memoria de una vez para no seguir sufriendo.Sacudiendo la cabeza, salí de aquella habitación para marcharme hacia la nueva vida que me esperaba.De camino al aeropuerto, le marqué a Ernesto para que estuviera pendiente de mi llegada y enviara a alguien a buscarme. Cuando preguntó por ella, la frágil tranquilidad que había adquirido, se fue a la mierda. Solo respondí que no quería hablar de ello y le exigí que no la volviera a nombrar. Ernesto, completamente mudo, suspiró del otro lado diciendo luego que estarían aguardando mi llegada.Al pisar aquella ciudad, miles de recuerdos me golpearon como la brisa fresca que chocaba con mi rostro. No sería fácil. No sería para nada sencillo intentar apartarla de mí, y más cuando todo aquello me recordaba a ella... de una maner
Al salir a la calle, caí en cuenta de que el hotel debía de estar a unas veinte manzanas de allí, por lo que deseché la idea de tomar un taxi para regresar.Mientras caminaba con millones de ideas en la cabeza, imaginando en cómo Ana habría pasado su cumpleaños, oí los gritos y llantos de un pequeño. De inmediato, busqué el origen del ruido y en un callejón, mis ojos se encontraron con una horrible imagen que me alteró por completo.Allí, un pequeño de seguramente no más de dos o tres años, luchaba contra un hombre que trataba de llevárselo hacia un rincón, con los pantalones a medio camino de las piernas. Fue tan repugnante ver aquello, que de inmediato el impulso y la furia me llevaron a correr y socorrerlo.Al llegar hasta el tipo, que olía hediondamente, apliqué todo lo que había aprendido en las clases que tomaba
Marcel estaba a punto de cumplir los nueve años y estábamos organizando una pequeña celebración, junto con las personas que trabajaban en el hotel. A pesar de que había dicho tener cinco, en el acta de nacimiento que me entregaron en los registros del orfanato, constaba que hacía seis meses había cumplido los seis años.Suspiré profundo cuando comprendí que el niño ni siquiera tenía noción alguna del tiempo, y me sentí peor, cuando me di cuenta de que había pasado tantas necesidades para tener la apariencia de un niño más pequeño.La fiesta fue amena. Vinieron los hijos de todos los empleados y estuvieron Ernesto con su familia, algunos de mis amigos del gimnasio y uno que otro compañero de escuela.Nuestra vida transcurría tranquila, y aunque sentía que me faltaba una parte fundamental que siempre lograba que s
Marqué de inmediato el número de Liam y al instante respondió.—Creo que me lees el pensamiento —saludó.—¿Cómo estás, Liam? ¿Tienes alguna novedad? —pregunté, mientras suspiraba, intentando no sonar demasiado ansioso y escuché como Liam hacia lo mismo del otro lado.—Entonces, ya lo sabes...—En realidad no lo sé... pero llamo para que me digas —modulé aquellas palabras que formaban una frase sin sentido alguno. La espera me mataba, quería tener noticias de ella. Se oyó un suave murmullo parecido al de una sonrisa triste en el tubo y mi corazón comenzó a latir frenéticamente.—Está muerto... —afirmó con seriedad y pesar—. Ayer en la mañana falleció de una enfermedad con la que llevaba luchando tres añ