CAPITULO 125

Al salir a la calle, caí en cuenta de que el hotel debía de estar a unas veinte manzanas de allí, por lo que deseché la idea de tomar un taxi para regresar.

Mientras caminaba con millones de ideas en la cabeza, imaginando en cómo Ana habría pasado su cumpleaños, oí los gritos y llantos de un pequeño. De inmediato, busqué el origen del ruido y en un callejón, mis ojos se encontraron con una horrible imagen que me alteró por completo.

Allí, un pequeño de seguramente no más de dos o tres años, luchaba contra un hombre que trataba de llevárselo hacia un rincón, con los pantalones a medio camino de las piernas. Fue tan repugnante ver aquello, que de inmediato el impulso y la furia me llevaron a correr y socorrerlo.

Al llegar hasta el tipo, que olía hediondamente, apliqué todo lo que había aprendido en las clases que tomaba

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