La terminé, con un nudo que lentamente se iba deshaciendo gracias a las lágrimas que recorrían mi rostro. No tenía palabras para todo lo que ese hombre revelaba.
Era increíble, y... ¿loco? Prefirió morir que perderla.
Pedirme que hiciera de cuenta que nada había cambiado, era estúpido. Pedirme que tuviera compasión con ella por los errores que él cometió... ni siquiera sabía qué sentido tenia aquello. Por algo escogió quedarse a su lado sin decirme nada, sin al menos explicarme lo que pasaba en aquel entonces. Imaginar que todo lo que decía aquella carta era verdad, solo dolería más si descubría que eran simples palabras, si averiguaba que solo lo escribió para que no me ensañara con ella.
Respiré hondo, tratando de mantener mis neuronas en su sitio y mi ira encerrada. Explotar en aquellos momentos no era
Tomé asiento y él hizo lo mismo, del otro lado del escritorio.—¿Y bien? —preguntó mientras se frotaba las manos.—Quiero conocerlo, Liam. Quiero conocer a mi hijo, tenerlo cerca y lograr que me acepte como su padre.—Lo conseguirás, Diego. Estoy seguro que una vez que Ana se entere de la verdad, te buscará y todo se arreglará —respondió con una sonrisa esperanzadora y yo negué.—Yo no quiero arreglar nada con ella, Liam. Ni mucho menos, quiero que se atreva a buscarme. No la quiero ver, pero a mi hijo lo quiero conmigo, quiero verlo crecer y por lo mismo, pediré la custodia completa del niño —expliqué, aunque sabía que la parte de que no la quería ver ni que me buscara, fuera una vil mentira.—¡¿Pero qué carajos estás diciendo?! ¿Te estás oyendo? ¿Acaso has
Sacudí otra vez la cabeza, intentando recuperar la cordura y la estabilidad emocional que me iba dejando. Era estúpido lo que mi corazón me gritaba estaba sucediendo. Era ilógico lo que mi alma vaticinaba pasaría en escasos minutos. Marcel, mi hijo, jugaba feliz e indiferente a todo el caos interno que atravesaba. Correteaba eufórico en la arena, ignorando por completo todo lo que mi corazón y yo estábamos experimentando. Fijé de nuevo mis ojos en ese papel que había llevado conmigo para leerlo una vez más y tragué con dificultad por todo lo que las palabras escritas en ella significaban. ¡Por Dios! Ese hombre simplemente me había arrebatado la posibilidad de ser feliz, de que mi vida siguiera el curso que debía. Si no fuera porque ya estaba muerto, no me temblaría el pulso para matarlo con mis propias manos ¡Maldición! Sin embargo, a pesar de toda la rabia, a pesar de todo el veneno que recorría mi sistema por el resentimiento que estaba teni
Nuestras miradas se encontraron, haciéndose miles de preguntas y confesiones a la vez. Rogando de manera silenciosa porque el otro se acercara y diera el primer paso en esta situación que se tornaba tensa y abrumadora para ambos.Era increíble como después de tanto tiempo, algunas cosas no habían cambiado. Aún como antes, mi corazón saltaba con solo verla y sentirla cerca. Mi alma reía después de tanto llanto por el simple hecho de vislumbrarla otra vez, de que no fuera un sueño como al principio imaginé.Al parecer, no pudo evitar volver a este lugar donde pasamos por tanto, donde vivían muchos recuerdos que acariciaban la piel a pesar de los años, a pesar de las cosas que tuvimos que enfrentar, a pesar de que habíamos roto todo lo que nos unía.Sin embargo y aunque sentía mucho resentimiento por todo lo que ocurría, moría de ganas
Mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho al sentirla tan cerca. Al momento en que estuvo a centímetros de mí, esquivó mi cuerpo, pasando por mi lado y rozando levemente su brazo con el mío.Esa simple acción, ese único contacto, hizo que saltaran chispas alrededor de ambos. Me tuve que tomar al menos un par de minutos para reaccionar y voltearme a enfrentarla otra vez. Cuando lo hice, la vi con los pies descalzos, metidos al agua, removiéndolos y dirigiendo sus ojos sobre el extenso mar.Me quedé paralizado por la visión que tenía.El vestido de verano color blanco que llevaba, dejaba vislumbrar por debajo, la sombra de su silueta gracias al resplandor de los rayos del sol.Seguía siendo perfecta. No existía un mínimo resquicio de que hubiera sido madre en algún momento.Por todos los cielos que sería demasiado difícil hacer lo
—¡Bájame, Diego! ¡Bájame ya! —comenzó a gritar mientras me golpeaba en la espalda y sacudía las piernas.—¡Ya basta! —grité sin interrumpir mi marcha—. ¡Mantente quieta o terminaremos en el suelo y nos tomará más tiempo llegar!—¡Solo bájame! —suplicó en medio de sollozos y suspiré.—Lo haré si prometes ir conmigo sin protesta alguna. No es momento para tus niñerías —dije por lo alto, con cierto matiz de enfado.—Está bien, tú ganas, ¡pero bájame ya! —concluyó y así lo hice.Cuando su cuerpo se separó del mío, sentí un frío aterrador que se había desvanecido cuando sentí su contacto. Ambos nos medimos, allí, bajo la lluvia, como dos completos idiotas.—Ven —
La carretera estaba húmeda, pero mi impaciencia por llegar a la casa era mayor.No quería mostrarme vulnerable por su regreso, que creyera que seguía siendo el mismo iluso y manipulable de hace tiempo, pero sabía a la perfección que con solo verla, mis defensas eran desarmadas por entero y me daba pánico sufrir de nuevo.Me sentía sobrepasado con la situación, porque no pensé que me pegaría tanto su regreso: verla otra vez, sentir su aroma y otras cosas más, solo hicieron que me convenciera de lo que siempre supe; y es que jamás arrancaría a aquella mujer de ojos infernales de mi vida. Ella era mi dueña, era mi ama y el sendero de luz de mi alma.Quise creer, cuando me enteré que teníamos un vínculo, que podría soportar su presencia y contener todas las emociones que había guardado por ella. Pero me equivoqué tanto, porque s
Mientras lo hacía, no pude evitar preguntarle por qué se portaba de ese modo conmigo, cuando yo la había recibido de mala manera.—¿Por qué lo haces? —indagué, mientras ella fruncía el ceño, sin desviar sus ojos de su objetivo y sin detener los movimientos de su mano—. Ayudarme —aclaré—. ¿Por qué lo haces? —ella solo suspiró sin mirarme.—Es lo que cualquiera haría —respondió de manera seca y sonreí a pesar del dolor en la mandíbula.—Hace segundos, parecías preocupada. Cualquiera no tendría por qué hacerlo.—No soy cualquiera —dijo esta vez, mirándome a los ojos por unos segundos—. Soy la madre de tu hijo —su respuesta tajante, me hizo hervir de la rabia.¿Ahora sí era la madre de mi hijo? Ahora que ese manipulador muri
—¿Te gusta lo que ves? —indagué provocativo. Se detuvo por un instante y sin mirarme, siguió con su cometido—. Al parecer, algunas cosas no han cambiado —seguí—. No puedes negar que te sigo gustando —ella solo siguió, esta vez atrapando con sus dedos el cordón del pantalón deportivo que llevaba, rozando levemente mi miembro. Me miró y enarcó una ceja, bajó la vista hasta el bulto que se había formado bajo la tela, para luego volver a verme a la cara.—Al parecer, algunas cosas siguen igual —replicó sin inmutarse, dejándome completamente sin habla.Tragué con fuerza, mientras ella solo suspiraba y negaba con la cabeza.Cuando me quedé en ropa interior, traté de ponerme de pie, pero una vez más ella tuvo que ayudarme, llevándome hasta el baño y abriendo el grifo para mí.&