CAPITULO 128

Al llegar, Rosa ya había acostado a Marcel, por lo que me di una ducha rápida para ir directo a la cama, aunque sabía de sobra que me costaría conciliar el sueño.

Al entrar a mi habitación, por primera vez desde que había pisado esa casa, sentí un inmenso vacío y un silencio imposible. Las paredes vacías, sin una sola fotografía suya como tenían las paredes de nuestra antigua casa. El baño que me di, me pareció demasiado frío por la falta de sus pequeñas manos que dibujaban caricias sobre mi piel al salir de la ducha, y que me ayudaban a tomar calor mientras me vestían.

Me acerqué hasta la cama, recostándome como siempre lo hacía, pero esta vez, la soledad y un invierno crudo de melancolía, me asaltaron haciéndome sentir tan pequeño, tan solo y triste al divisar el lado vacío del lecho.

Di muchas

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