Estaba tan aturdido y confundido, que agradecería al infinito si me borraba la memoria de una vez para no seguir sufriendo.
Sacudiendo la cabeza, salí de aquella habitación para marcharme hacia la nueva vida que me esperaba.
De camino al aeropuerto, le marqué a Ernesto para que estuviera pendiente de mi llegada y enviara a alguien a buscarme. Cuando preguntó por ella, la frágil tranquilidad que había adquirido, se fue a la mierda. Solo respondí que no quería hablar de ello y le exigí que no la volviera a nombrar. Ernesto, completamente mudo, suspiró del otro lado diciendo luego que estarían aguardando mi llegada.
Al pisar aquella ciudad, miles de recuerdos me golpearon como la brisa fresca que chocaba con mi rostro. No sería fácil. No sería para nada sencillo intentar apartarla de mí, y más cuando todo aquello me recordaba a ella... de una maner
Al salir a la calle, caí en cuenta de que el hotel debía de estar a unas veinte manzanas de allí, por lo que deseché la idea de tomar un taxi para regresar.Mientras caminaba con millones de ideas en la cabeza, imaginando en cómo Ana habría pasado su cumpleaños, oí los gritos y llantos de un pequeño. De inmediato, busqué el origen del ruido y en un callejón, mis ojos se encontraron con una horrible imagen que me alteró por completo.Allí, un pequeño de seguramente no más de dos o tres años, luchaba contra un hombre que trataba de llevárselo hacia un rincón, con los pantalones a medio camino de las piernas. Fue tan repugnante ver aquello, que de inmediato el impulso y la furia me llevaron a correr y socorrerlo.Al llegar hasta el tipo, que olía hediondamente, apliqué todo lo que había aprendido en las clases que tomaba
Marcel estaba a punto de cumplir los nueve años y estábamos organizando una pequeña celebración, junto con las personas que trabajaban en el hotel. A pesar de que había dicho tener cinco, en el acta de nacimiento que me entregaron en los registros del orfanato, constaba que hacía seis meses había cumplido los seis años.Suspiré profundo cuando comprendí que el niño ni siquiera tenía noción alguna del tiempo, y me sentí peor, cuando me di cuenta de que había pasado tantas necesidades para tener la apariencia de un niño más pequeño.La fiesta fue amena. Vinieron los hijos de todos los empleados y estuvieron Ernesto con su familia, algunos de mis amigos del gimnasio y uno que otro compañero de escuela.Nuestra vida transcurría tranquila, y aunque sentía que me faltaba una parte fundamental que siempre lograba que s
Marqué de inmediato el número de Liam y al instante respondió.—Creo que me lees el pensamiento —saludó.—¿Cómo estás, Liam? ¿Tienes alguna novedad? —pregunté, mientras suspiraba, intentando no sonar demasiado ansioso y escuché como Liam hacia lo mismo del otro lado.—Entonces, ya lo sabes...—En realidad no lo sé... pero llamo para que me digas —modulé aquellas palabras que formaban una frase sin sentido alguno. La espera me mataba, quería tener noticias de ella. Se oyó un suave murmullo parecido al de una sonrisa triste en el tubo y mi corazón comenzó a latir frenéticamente.—Está muerto... —afirmó con seriedad y pesar—. Ayer en la mañana falleció de una enfermedad con la que llevaba luchando tres añ
Al llegar, Rosa ya había acostado a Marcel, por lo que me di una ducha rápida para ir directo a la cama, aunque sabía de sobra que me costaría conciliar el sueño.Al entrar a mi habitación, por primera vez desde que había pisado esa casa, sentí un inmenso vacío y un silencio imposible. Las paredes vacías, sin una sola fotografía suya como tenían las paredes de nuestra antigua casa. El baño que me di, me pareció demasiado frío por la falta de sus pequeñas manos que dibujaban caricias sobre mi piel al salir de la ducha, y que me ayudaban a tomar calor mientras me vestían.Me acerqué hasta la cama, recostándome como siempre lo hacía, pero esta vez, la soledad y un invierno crudo de melancolía, me asaltaron haciéndome sentir tan pequeño, tan solo y triste al divisar el lado vacío del lecho.Di muchas
—No… no puede ser... —murmuré atónito por la revelación que tenía delante de mis ojos—. Tiene que ser una confusión, una maldita broma de ese hombre. Ana no me haría eso, ella no me separaría de mi hijo —afirmé con vehemencia, tratando de convencerme de mis propias palabras.—No es ninguna broma, Diego. Ese niño es tu hijo y Lucas envió los informes médicos que comprueban tu paternidad. Sin embargo, si tienes tus dudas, podemos realizar un examen de ADN, aunque personalmente, estoy seguro de que lo sea. Las fechas coinciden y no me vas a negar que por la salvedad de sus ojos, el niño es muy parecido a ti cuando tenías su edad.—Pero... pero —no encontraba palabras para describir lo que estaba ocurriendo, lo que estaba sintiendo. Era asombroso y a la vez macabro.¡¿Cómo pudieron hacerme algo así ese
La terminé, con un nudo que lentamente se iba deshaciendo gracias a las lágrimas que recorrían mi rostro. No tenía palabras para todo lo que ese hombre revelaba.Era increíble, y... ¿loco? Prefirió morir que perderla.Pedirme que hiciera de cuenta que nada había cambiado, era estúpido. Pedirme que tuviera compasión con ella por los errores que él cometió... ni siquiera sabía qué sentido tenia aquello. Por algo escogió quedarse a su lado sin decirme nada, sin al menos explicarme lo que pasaba en aquel entonces. Imaginar que todo lo que decía aquella carta era verdad, solo dolería más si descubría que eran simples palabras, si averiguaba que solo lo escribió para que no me ensañara con ella.Respiré hondo, tratando de mantener mis neuronas en su sitio y mi ira encerrada. Explotar en aquellos momentos no era
Tomé asiento y él hizo lo mismo, del otro lado del escritorio.—¿Y bien? —preguntó mientras se frotaba las manos.—Quiero conocerlo, Liam. Quiero conocer a mi hijo, tenerlo cerca y lograr que me acepte como su padre.—Lo conseguirás, Diego. Estoy seguro que una vez que Ana se entere de la verdad, te buscará y todo se arreglará —respondió con una sonrisa esperanzadora y yo negué.—Yo no quiero arreglar nada con ella, Liam. Ni mucho menos, quiero que se atreva a buscarme. No la quiero ver, pero a mi hijo lo quiero conmigo, quiero verlo crecer y por lo mismo, pediré la custodia completa del niño —expliqué, aunque sabía que la parte de que no la quería ver ni que me buscara, fuera una vil mentira.—¡¿Pero qué carajos estás diciendo?! ¿Te estás oyendo? ¿Acaso has
Sacudí otra vez la cabeza, intentando recuperar la cordura y la estabilidad emocional que me iba dejando. Era estúpido lo que mi corazón me gritaba estaba sucediendo. Era ilógico lo que mi alma vaticinaba pasaría en escasos minutos. Marcel, mi hijo, jugaba feliz e indiferente a todo el caos interno que atravesaba. Correteaba eufórico en la arena, ignorando por completo todo lo que mi corazón y yo estábamos experimentando. Fijé de nuevo mis ojos en ese papel que había llevado conmigo para leerlo una vez más y tragué con dificultad por todo lo que las palabras escritas en ella significaban. ¡Por Dios! Ese hombre simplemente me había arrebatado la posibilidad de ser feliz, de que mi vida siguiera el curso que debía. Si no fuera porque ya estaba muerto, no me temblaría el pulso para matarlo con mis propias manos ¡Maldición! Sin embargo, a pesar de toda la rabia, a pesar de todo el veneno que recorría mi sistema por el resentimiento que estaba teni