Después de darle vueltas y vueltas a la corazonada que tenía sobre aquel viaje, decidí llamar a Liam para que almorzáramos juntos y no estar torturándome y autocompadeciéndome por ser un completo idiota.
—¿Cómo te fue anoche? —preguntó, mientras leía una revista y ordenábamos la comida.
—No sabría definirlo —dije y me miró confundido—. Ana me entregó los papeles del divorcio.
—Vaya... creo que estás perdiendo tu encanto —se burló y sonreí triste—. Entonces es definitiva la ruptura... —asumió y negué con seguridad.
—Al menos para mí, no. Y estoy seguro de que ella tampoco quiere hacerlo. Además, al final de la noche, ella y yo terminamos en la cama y eso solo quiere decir que aun quiere estar conmigo, que me extraña y necesita igual que yo.
<Ni bien puse un pie allí, tomé el teléfono y marqué incontadas veces su número de móvil, y la voz odiosa del contestador era el único sonido que se escuchaba. Ya desesperado y un tanto furioso, le marqué a Mónica. Si ella no me respondía, no dudaría un solo segundo en ir hasta aquella ciudad que estaba comenzando a detestar. Al tercer repique, contestó.—Pásame a Ana, por favor —pedí con frustración, mientras caminaba como un animal enjaulado por todo el salón de la casa.—Ella no se encuentra y lo mejor es que no la vuelvas a molestar —la voz tajante de aquella pelirroja que en tiempos remotos fue mi peor enemiga, resonó molesta.—Entonces... vio las fotografías... —asumí con un largo suspiro, mientras tomaba asiento en el enorme sillón color crema.—Lo hizo —afirm&oacu
Los días pasaban y nada cambiaba entre ambos. Ella por su lado y yo por mi cuenta.La terapia iba ablandando la coraza que tenía puesta, pero el humor de perros que ya era parte de mí desde el día en que Ana me reveló tenía a alguien más en su vida, aumentaba con el correr de los días.No toleraba a nadie, no soportaba entablar conversación por más de un minuto con ninguna de las personas que laboraban para mí. Nada me gustaba, nada me apetecía. Amenacé al mejor equipo de trabajo de Londres con mandarlos a la mierda si no me traían algo mejor... patrañas, con las que excusaba mi mala vibra.Después de comentarles al abuelo y a mi madre todas las palabras que cruzamos con Ana el día de su regreso, ambos lamentaron que mi relación se hubiera acabado de aquella manera. Daban por hecho nuestro divorcio y me veían con pena cuando les de
Después de haber conversado con Max, tenía que valorar la posibilidad de que la sorpresa que le había preparado para confesarle mis sentimientos, tendría que esperar al menos un día más. No dejaría correr el reloj demasiado. Me urgía recuperar a mi esposa y más aún, después de lo que los ojos de aquel hombre dejaron vislumbrar, estaba desesperado porque todo el mundo supiera que ella y yo, habíamos arreglado las cosas y que no habría ningún divorcio de por medio.Cuando estaba de camino a buscar a Ana al piso de Mónica, llamé al abuelo para avisar que tal vez no se diera la velada que el también ayudó a idear. Muy decepcionado, preguntó las razones y le expliqué que la cena a la que íbamos, se estaría extendiendo más de lo previsto y que si no se daba esa noche, de todas maneras lo haría al día siguiente
Antes de descender del auto, le dejé claro a Ana que luego, continuaríamos lo que fue interrumpido y ella solo me vio aturdida. Le hice prometer que no me dejaría botado durante la noche y que sería mi acompañante durante toda la velada, quedándome más tranquilo, porque no iba a tolerar que Lucas Marshall la estuviera merodeando en mi presencia. Además, le adelanté que tenía una sorpresa para ella y sabía que había pinchado su curiosidad.Sin embargo, Ana estaba pensativa. Algo no cuadraba, algo le atemorizaba o la ponía nerviosa. Tal vez fuera el tonto juego que armaron con Max, o tal vez, la cercanía de aquel hombre. Esperaba con toda esperanza que fuera porque lo repelía y no por la idea que había concebido mi mente.Mis celos y aquella maquinación —que pensaba absurda hasta hace instantes—, cobraron más fuerza cuando
Con un mal presentimiento, de inmediato salí de la fiesta y con el móvil en mano, comencé a llamar de manera insistente al idiota de Max.—¡Te había dejado claro que no la podías tocar, Max! —reproché cuando respondió la llamada—. Dime de inmediato en dónde están.—¡Cálmate, hombre! Ya está sana y salva en casa de Mónica, la tuve que traer porque tuvo un inconveniente con su vestido y no había manera de que volviera a la fiesta.—¿Qué pasó con su vestido? No me digas que...—¿Puedes dejar de hacerte ideas estúpidas, Diego? —pidió cabreado y respiré hondo para serenarme—. Sabes que jamás intentaría nada. ¡Ella es tu esposa, lo dejaste claro y somos amigos, por Dios!—Perdona, Max. Es que la noche no ha ido para nada como
Escuchar la campana sonar una hora antes de lo previsto, me hizo pensar de que estaba ansiosa, tanto o más que yo, pero cuando abrí apresuradamente la puerta para estrecharla entre mis brazos, la persona con la que mis ojos se encontraron, no era la que esperaba.De pie, frente a mí, estaba nada más y nada menos que Amber. —Creo que vine en un mal momento —fueron sus palabras, mientras asomaba la cabeza para echar un vistazo a la mesa que esperaba por Ana.—¿Qué mierda estás haciendo en mi casa, Amber? —bramé furioso y a la vez, incrédulo.—Solo caminaba por aquí y pasé a saludarte. Sé que desde ayer estás preparando algo especial para tu esposa —sus palabras me dejaron aturdido. ¿Cómo carajos sabía aquello?—. También sé que ésta es tu última oportunidad para recuperarl
—Esto solo quiere decir que tú sabes dónde está mi esposa… —dije, después de dejarlo pasar. Él sonrió y su manera de hacerlo, me resultó demasiado familiar. —Lamento mucho decepcionarlo, pero estos documentos me los entregó dos días después de que nos vimos en el piso de Mónica. Me dio instrucciones y solo tengo contacto con ella, cuando me marca —explicó tranquilamente y no supe por qué, en ese momento le creí. —Tutéame, por favor… después de todo, al parecer nos veremos las caras más a menudo de lo que me gustaría, y no me refiero a tu persona, sino a la situación —aclaré para que no lo tomara a mal. Él asintió mientras abría su portafolios y sacaba los documentos que debía firmar.—Estos son los papeles del divorcio, y &eacut
Apenas Liam había hecho el papeleo para realizar la nueva demanda, fui maquinando la manera en cómo abordarla y confesarle la verdad de mis sentimientos. Tenía que esperar un par de días para que le notificasen sobre la audiencia y aproximadamente dos semanas para que ambos nos presenciemos delante de un juez.Estaba nervioso, angustiado y con una gran incertidumbre acerca del paradero de Ana... y de con quién estaba, si llegaba a ser el caso. Quería mentirme y aferrarme a la idea de que solo fueron palabras afiladas y con intención de dañarme, las que me había dedicado su abogado. Pero algo me gritaba que lo dudara.Todo este tiempo, lejos de ella, me preguntaba si estaría sufriendo como yo, si tal vez me recordaba aun... o si había alguien que la cuidaba mejor de lo que lo hice yo, como lo insinuó Spencer. Me preguntaba a cada instante dónde estaría y el cuestionamiento