5. EL ESPÍA

 Los gritos de la señora Rosario retumban por toda la casa, y Lianet los escucha aterrada desde el establo Se había entretenido acariciando a su caballo en lo que pensaba en dónde estaría su papá y cuando regresaría. Corre hasta aparecer delante de ella en el gran salón de la casona.

—Diga, se…,señora Rosario — tartamudea casi en un susurro bajando la cabeza temblando del miedo que le tiene, en lo que piensa, “sí que es una bruja y sin papá aquí para que me defienda, ¿qué será lo que me va a hacer?”

—¡Levanta ya esa cabeza! ¿Es que acaso las trenzas te pesan mucho? ¡Porque juro que si no me respondes con la verdad, te las voy a cortar! ¿Me escuchas? ¡Te las corto! —Rosario la mira con odio pensando que ella es el motivo de la desaparición de su esposo. —Así que piensa bien lo que vas a responder antes de hablar, porque sin más te corto estas largas trenzas que de verlas me dan asco,  sabe dios cuántos bichos se andan ahí, ¡cochina piojosa y andrajosa!

 Lianet levanta la cabeza con ganas de responder, pero la mirada de odio que le dirige Rosario hace que se le atraganten las palabras en la garganta y prefiere guardar silencio no vaya a ser que cumpla con su amenaza. Su cabello largo es algo que le gusta mucho a su mamá y a pedido de su papá, no se lo ha cortado nunca, así que responde casi en un susurro.

—Como diga, señora Rosario, le di…, ré toda la verr…, dad, juro que, que le diré toda la  verdad, señora. ¿Qué.., qué quiere preguntarme?

 Rosario la mira complacida de ver como se estremece ante cada grito que le da. De veras odia a la chiquilla bastarda de sus esposo. Así como su hermoso cabello que tanto le elogia su padre. Pero está consciente que si la toca, como le advirtiera Manuel, se las tendría que ver con él.

—¡¿Me puedes decir donde está metido tú según padre y la perra de tu madre?! Vino te soltó aquí y se desapareció, lleva veinte y cinco días y hasta ahora ni una sola palabra, ni una llamada siquiera —habla sin acercarse a Lianet que salta ante cada grito de ella—. ¡Me estoy volviendo loca y  todo es por culpa tuya! Seguro se fue a revolcar sabe dios donde con esa que dice que eres su hija.

—Pues señora, yo…, yo…, yo lamento decirle que yo tampoco sé donde está. No me ha llamado —dice dando un paso atrás y encogiéndose sobre sí misma como si esperara que ella la fuera a golpear.

 Rosario que había avanzado hacía ella con esa intención al ver cómo la observaba el trabajador de las caballerizas, que sabe que le es fiel a su esposo, retrocede aunque no deja de gritarle.

—¡No mientas, perra asquerosa! ¡Sé que tu sabes donde está metido Manuel con tu madre y si no me lo dices te juro que me las vas a pagar! 

  Vocifera amenazante la señora Rosario mirándola con odio, y Lianet cree que de esta le cortará su hermoso cabello. Por lo que sigue retrocediendo asustada hasta que su espalda choca con la pared.  Rosario ante la mirada del trabajador se aleja de Lianet, mientras grita a todo dar.

—¡Claro, claro, ya entiendo, tu madre te mandó para acá para poder irse con mi marido de viaje a revolcarse por ahí! La muy…

 Lianet aprieta sus manos para no insultarla antes las terribles ofensas que dice sobre su madre que solo ha tenido un solo hombre en su vida, su padre. Se traga su orgullo, porque en algo sabe que la señora Rosario tiene razón, su madre es la amante de su padre, y tampoco contesta porque sabe que sería peor. 

—Tan mosquita muerta que se hace, después de engañar al tonto de Manuel haciendole creer que eres su hija. ¡Sabrá Dios con cuantos hombres se ha acostado para que venga con esa ahora! ¡La muy zorra! lo que es una cualquiera que recorre con la excusa de que está de competencia en competencia el país acostándose con todos esos hombres que la acompañan. Una prostituta barata es lo que es, y tú…, tú terminarás igual que ella, ¡desvergonzada!

 Los insultos de Rosario crecen y crecen más y más. Al punto que Lianet no soporta más que siga insultando a su madre como lo está haciendo, eso la pone muy furiosa, al punto de perder el miedo. Por eso la mira y le dice firme.

—¡Señora Rosario, ya le dije que no sé dónde se metió papá después de traerme! Mi padre debe estar en reuniones de negocios —se detiene para tomar aire al ver como Rosario la mira sorprendida—, mi madre  no está con él, ella se iba de viaje de trabajo y mi padre me prometió que yo pasaría mis vacaciones en la finca por el buen resultado en el colegio junto con él. 

—¿Y dónde está si te prometió eso? 

—No lo sé, estoy tan preocupada como usted. Papá nunca ha roto una promesa que me ha hecho —dijo muy firme—. Eso es lo único que le puedo decir, también estoy decepcionada porque pensé que estaría aquí y no que me dejaría sola con ustedes. Yo no quería venir, lo hice porque él me prometió que estaría cada dpia aquí, no que me dejaría sola molestándola a usted y su hijo. Pero si le molesto tanto, sáqueme un pasaje y envíame de vuelta a mi casa, lo haré con gusto aunque tenga que quedarme sola.

—¡Ah! ¿Y piensas que te voy a creer porque te haces la víctima? —y avanza amenazante con una tijera de pelar a los caballos en sus manos, por lo que Lianet comienza a retroceder en busca de la puerta. —Ven aquí, no escapes, ¡juro que voy a cortar esas asquerosas trenzas si no me dices la verdad muchacha del demonio!

  Lianet al verla tan decidida sale corriendo a todo dar escapando de ella, que sigue dando gritos. 

—¡Dios mío, si no corro es capaz que la señora Rosario me corte las trenzas de verdad, no es solamente una amenaza, me las quiere cortar!  Papá, ¿cuándo vas a venir? ¿Por qué me dejaste sola con este demonio de mujer que tienes?

 Sigue corriendo hasta como siempre desde que llegó, ir a parar a las caballerizas, pensando asustada que tiene que tener mucho cuidado esa mujer, porque es capaz de todo.

—¿Señorita Lianet, se encuentra bien? —se le acerca el responsable de la caballerizas preocupado.

—Si, gracias —respondió agradecida— ¿por casualidad sabe a dónde fue mi padre?

—No, no me dijo. ¿A dónde va? —le pregunta al ver que comienza a ensillar el caballo.

 —Voy a montar un poco, entre más lejos esté de esa señora mejor. Le pondré los arreos al caballo negro y saldré un rato hasta que se le pase —dice sin dejar de hacer lo que hace. El hombre se pone a ayudarla.

—Tenga cuidado señorita, el tiempo por estos lares es traicionero, lleve la capa para que no se moje.

—Gracias, ya la tomé, no iré muy lejos —y para ella se dice, solo iré debajo del árbol de la orilla del río, tengo que volver a ver al joven que está del otro lado del río, ja, ja, ja…, el espía misterioso de película ¿espía? 

—Bueno sólo cuídese —dice el trabajador en lo que ella se aleja.

 Lianet se aleja al trote de su caballo, es un buen animal que su padre le regalara. Va deseando ver al jinete que viera, quiere volver a verlo sin la lluvia, solo recuerda bien sus ojos azules y su cabello rubio.

—Buen nombre le has puesto Lianet —se dice en lo que galopa para llegar más rápido. Es la hora en que recogen el ganado—, aunque no sé si será verdad o no que trabaja para mi papá o esa bruja que tiene como mujer. Lo he visto varias tardes como si buscara algo de este lado, ¿me habrá visto aquel día de la tormenta? ¿Será a mí a la que busca? No Lianet, no te vio, me escondí bien aquel día detrás del arbusto. Pero esa costumbre de ponerse un pañuelo como máscara es terrible en este lugar, ¿por qué harán eso? No me ha dejado verle la cara, solo los ojos.

  Galopa feliz por la verde pradera rumbo al río. Es algo que siente que la libera y el deseo de descubrir el rostro de  ese joven tan apuesto más la impulsa a hacerlo aún más rápido. Desde el día de la lluvia, no ha podido dejar de pensar en él, cada minuto está en su mente. Solo quiere acabar de ver su rostro.  Si supiera que no es un espía me acercaría a él. 

 Pero varias tardes lo ha visto conversando y en compañía de algunos hombres que ha visto que trabajan para su padre aunque él jamás se ha aparecido en la granja, y como nos sabe como se llama no puede averiguar si en verdad es un espía o no. Al fin llega y como cada día se esconde detrás del matorral para observarlo, sin ser vista. 

 Lo ve como busca algo y no cree que haya otra casa por aquí que la de papá, sí definitivamente es a ella quien busca mandado por esa bruja —se convence Lianet, al ver que insiste en mirar hacía donde ella está—. Debe ser que me está vigilando, de seguro me vio aquel día de la lluvia, no puede ser que todos los días esté ahí, sólo debe ser su trabajo espiarme. 

 ¿Cuánto daría porque no fuera un espía? Me encantaría conocerlo y decirle que me lleve lejos de aquí. Despierta Lianet, al menos en poco me iré a la universidad y jamás lo volveré a ver.

Fin de la retrospectiva

—Lianet Limonta, Lianet Limonta —la saca de sus pensamientos la voz del encargado.

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