7. UN LINDO RECUERDO

Retrospectiva.

El teléfono sonó y Lianet respondió, esperando que fuera su madre para confirmar los detalles de su llegada. Sin embargo, las palabras que escuchó fueron diferentes a las que esperaba.

 —Linda es mamá —dijo su madre al otro lado de la línea.

 Lianet sintió un nudo en el estómago. Su madre no podría llegar a tiempo para su graduación, algo que habían acordado previamente.

—¿Cuándo llegas? —preguntó Lianet, confundida y decepcionada.

—De eso se trata, cariño. No me liberaron y me asignaron una competencia muy importante ese día. ¿Me perdonas? —explicó su madre.

 Lianet se sintió frustrada y herida. Había confiado en que su madre estaría allí para ella en ese día especial.

 —¡Mamá me lo había prometido! ¡Seré la única estudiante sola en su graduación! —exclamó Lianet, con lágrimas en los ojos.

 Su madre primero guardó silencio y luego con un suspiro que no se le escapó a su hija, intentó consolarla.

—No, cariño, hablé con tu padre y dijo que iba a ir —dijo su madre, tratando de calmarla. —Me lo prometió cariño, esperalo.

—¿En serio? —Lianet se mostró escéptica—.  Vamos a ver si lo cumple. Ese es otro que se olvida que tiene una hija con quien debe cumplir —respondió Lianet, con resentimiento.

—Hija, no te molestes por favor. Sabes que lo hago porque quiero mandarte a esa universidad que quieres  en Alemania —dijo su madre, intentando explicarse—? Es mucho dinero hijita.

 Lianet se disculpó, sintiéndose culpable por su reacción. Es verdad, puedo estudiar en cualquier universidad del país, pero tiene obsesión con ir a estudiar a esa universidad en Berlín.

 —De acuerdo, mamá. Discúlpame, ¿sí? Sabes que te amo con todo mi corazón —dijo Lianet, sinceramente arrepentida.

 —Lo sé y yo también, hija. Te adoro, nunca lo olvides —dijo su madre, con ternura.

Lianet prometió recordarlo.

 —No lo haré —prometió —. ¿Estás segura de que papá dijo que vendría? —preguntó Lianet, con una mezcla de esperanza y duda.

 Su madre le aseguró que su padre había prometido estar presente. Que está vez era diferente, que estaba muy interesado en ser parte de su vida.

 —Sí, me lo ha prometido. Estará allí —insistió su madre al sentir la desconfianza en la voz de su hija —. Va a estar ahí y en tu vida a partir de ahora Lianet. Dale un voto de confianza.

 Lianet escuchó a su madre como tantas otras veces que le decía eso, y para complacerla con un poquito de esperanza, decidió aceptarlo, aunque con cierta incredulidad.

—Está bien, eso es algo para variar. Después veremos si es verdad —dijo Lianet, con un tono escéptico.

 Su madre le informó sobre los planes para las vacaciones. Algo en lo que la sintió titubear un poco, pero era como que estaba decidida a que Lianet forjara una relación más cercana con su padre.

—No, hija. Tú te irás como te lo prometió tu padre, a pasar las vacaciones con él en su finca —dijo su madre.

 Lianet se sintió un poco decepcionada por no poder ver a su madre antes. Y vería que eso que le decía era verdad, no era la primera vez que su padre le prometía eso y nunca sucedía.

—¿Y no te voy a ver antes? —preguntó Lianet, con una pizca de tristeza en su voz. Su madre le explicó que no podría hacerlo.

—Lo siento, hija. No puedo —respondió su madre, apenada.

 Lianet aceptó la situación, desde que tenía uso de memoria, su madre viajaba los países en las competencias dejándola con sus amistades, y esta no era diferente. Todo era su culpa, desde que le dijo que quería ir a esa Universidad, su madre comenzó a participar en cuanta competencia le pagaban buen dinero para acumular para su escuela, así que debía resignarse a que no estuviera en su graduación.

 —Está bien, mamá. No hay problemas. Ya tendremos tiempo para nosotras. Aunque no me gusta la mujer de papá, me las arreglaré para pasarla bien esos dos meses antes de irme a Alemania, será lindo estar con papá. Un beso, tengo clases —dijo Lianet, tratando de mantener el optimismo.

—Un beso, hija. Y nunca olvides que todo lo que hago en mi vida es por ti, que te amo más que a mí misma, y que haga lo que haga, lo hago pensando en ti. Te amo, hija. Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida. Jamás me arrepentiré de haberte tenido. ¿Me escuchas? Nunca lo olvides, hija —dijo su madre, con emoción en su voz. —Y por una vez en tu vida hazme caso y confía en tu padre, él es bueno a pesar de que no estuvo contigo, no es su culpa hija.

 Lianet notó algo extraño en la voz de su madre. De pronto tuvo la intuición de que ella se estaba despidiendo, como si no la fuera a ver en dos meses como planearon.

 —¿Mamá, estás bien? —preguntó Lianet, preocupada.

—Sí, sí, hija, solo me siento un poco melancólica porque no podré estar en tu graduación. Tenía tantas ilusiones puestas en ese día —dijo la madre de Lianet, con un tono de tristeza en su voz. —Ya te mandé tu hermoso vestido, ese que tanto de gustó. Y Lianet, prométeme que serás feliz.

—No te preocupes, mamá —Lianet trató de consolarla.—  Me esforzaré al máximo y seré la mejor en la universidad para que te sientas orgullosa de mí cuando finalmente puedas asistir a una graduación. ¿De acuerdo? —respondió Lianet, con determinación y cariño. No te entristezcas mamá, la próxima estarás presente.

 Hubo un breve silencio en que Lianet pudo escuchar claramente que su madre estaba llorando y se sintió culpable por haberla hecho sacrificarse de esa manera. 

—Mamá, perdóname, no tengo que ir a esa universidad, puedo escoger otra más barata.

—No, no hija, solo estoy triste porque no podré estar contigo, no me hagas caso. Ve a tus clases por ahora y luego hablamos. Cuídate mucho y confía en tu padre. Él te ama de veras  —dijo su madre, deseándole lo mejor.

 Lianet asintió, sabiendo que su padre siempre había estado presente a pesar de sus ausencias.

—Lo sé, mamá. Aunque desaparezca a veces, sé que me ama. Chao y que te vaya bien en todo. Un beso —se despidió Lianet, colgando el teléfono con un sentimiento de preocupación por su madre. Algo no estaba bien con ella, pobrecita, siempre trabajando para darme lo mejor.

 Luego, Lianet decidió llamar a su padre para hablar sobre la graduación. Quería asegurarse de que iba a estar para ella, no quería ser la única que no tenía a nadie.

 —Hola, padre. ¿Viniste a mi fiesta de graduación? ¡Qué bueno! —exclamó Lianet, emocionada al escuchar que su padre estaría allí. —Pensé que mamá me estaba engañando y que no era verdad.

—Ya estoy aquí hija —, Su padre respondió con algo de emoción en lo que avanzaba hacía ella que corrió feliz a abrazarlo.

—Papá, qué bueno que viniste.

—Hija, por nada de este mundo me perdería tu graduación. Vamos, acaba de prepararte. Ya nos vamos —dijo su padre, evitando el contacto visual de Lianet. —Tú madre no me lo perdonaría si llegamos tarde.

 Lianet notó algo extraño en su padre. ¿Por qué esquivaba su mirada? Sin embargo, decidió no darle mayor importancia y recordó un momento especial entre ellos.

 —No sabía que eras tan sentimental, papá. Recuerdo que te emocionaste mucho cuando me viste ese día. Incluso te vi limpiarte unas lágrimas cuando llamaron a todos los mejores graduados de este curso —comentó Lianet, recordando con cariño aquel momento.

 Su padre sonrió, tratando de disimular su emoción. A Lianet le parecía que hacía un enorme esfuerzo por ocultar una tristeza, pero él siguió la conversación en tono jovial.

—Ja, ja, ja... Bueno, todos tenemos nuestro lado sensible. Estoy orgulloso de ti, hija. Ahora, prepárate para tu gran día —dijo su padre, intentando cambiar de tema —. Y no te preocupes, a partir de hoy siempre me tendrás a tu disposición, confía en mi hija.

  Lianet sonrió, sintiéndose reconfortada por las palabras de su padre. Aunque no dejaba de ver y sentir que algo pasaba con él.

—Gracias, papá. Me siento afortunada de tenerte a mi lado. Nos vemos pronto —dijo Lianet, emocionada por la graduación que se acercaba.

 Con renovada energía y la certeza de que su papá la apoyaba, Lianet se preparó para enfrentar el día con entusiasmo y determinación. Cuando la hora llegó y los nombres comenzaron a sonar, miró a su padre llamando a alguien por teléfono en lo que se limpiaba las lágrimas, sin dejar de mirarla. ¿Qué le sucedía y con quien podría estar hablando? A lo mejor era su mamá. Se llama para que suban al frente los mejores graduados de este curso:

“Kiara Rey,  Antony Ben, Sara Cruz” —seguía el locutor nombrando a todos. Aplausos resonaron en el auditorio.

 —Y como la más integral de este curso, ¡Lianet Limonta! —Aplausos y más aplausos. — Y ahora las palabras de la mejor graduada

  La emoción se palpaba en el ambiente, y su padre, no pudo contener su alegría al verla recibir el reconocimiento. Se acercó a ella y la abrazó con fuerza.

—¡Bravo, hija! ¡Así se hace! —exclamó emocionado, abrazándola— Ve, tu madre estaría muy orgullosa de ti, al igual que yo.

 Lianet sonrió, agradecida por las palabras de su padre. Y extrañó la alegría de su madre, pero no dijo nada.

—Gracias, papá —respondió con gratitud, mientras avanzaba decidida hacia el podio. Aunque sentía nervios por hablar en público, sabía que debía hacerlo como la mejor graduada. Tomó el micrófono y miró a la multitud expectante.

 —Buenas tardes a todos —comenzó Lianet, su voz temblorosa pero llena de determinación—. No sé por dónde empezar, pero quiero expresar mi profundo agradecimiento a mi madre por haberme guiado por el buen camino y por ser una madre maravillosa —y miró el teléfono que su padre mantenía grabando—. También quiero agradecer a mi padre, quien siempre se preocupó por mí a pesar de la distancia y hoy me acompaña en esta graduación. Agradezco a mis profesores y amigos, quienes me brindaron apoyo y ánimo en momentos difíciles. ¡Felicidades a todos por obtener este título! ¿Están listos?

 Lianet levantó su capellini y los demás alumnos hicieron lo mismo. En un gesto de celebración, los lanzaron al aire mientras gritaban de alegría. El auditorio se llenó de risas y júbilo.

Fin de la retrospectiva.

Lianet suspiró recordando, fue un gran día. Al fin dan el aviso de que pueden ir a buscar sus respectivos apartamentos, Luego de muchas vueltas por la Universidad, lo encuentra. Saca la llave que le dieron, abre la puerta y justo cuando se inclina para tomar su maleta, ¡No puede creer lo que ven sus ojos! Justo en frente de su apartamento ve unos ojos azules y una sonrisa de ensueño.

—¡Esto es el colmo! 

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