9. UNA TRAMPA Y UN AMOR

Rosario lo miró directo a los ojos y se dio cuenta de que esta vez su padre no estaba jugando. Se había cansado de sus locuras, estaba decidido a botarla de la casa si no lo obedecía, por lo que bajó la cabeza y decidió aceptar, no se imaginaba su vida sin dinero y en la calle. Ya se le ocurriría algo de como escapar de eso, pensó.

—Si papá, entiendo, haré lo que digas —aceptó sumisamente con la voz muy baja, haciendo que su padre sonriera satisfecho.

—Así es como debes comportarte. Ah, una última cosa y muy importante.

—¿Qué es?

—Tienes que lograr que Manuel Limonta crea, que esa barriga es de él, no sé cómo lo vas a hacer, pero debes hacer que él confíe en ti, aunque en eso te cueste la vida, ¿entendiste?

—Sí, papá, entiendo —respondió pensando que ni loca se acostaba con ese borracho.

Al salir Rosario del despacho de su papá, dió un fuerte portazo. No quiere casarse con Manuel Limonta, quiere a su capataz, pero no le queda de otra cuando su padre dice algo, hay que cumplir porque
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