Ni siquiera me permitió vestirme, solo fue mi habitación para tomar mi celular y luego me llevó a la calle.
—Llamarás a tu despreciable hermano y solucionaremos esto —dijo empujándome al interior de una camioneta negra con los cristales polarizados.
En vano traté de abrir la puerta para escapar, él las aseguró todas y después de ponerse al volante, se puso en movimiento. Bajo las ultimas luces del día, la camioneta recorrió las calles a gran velocidad.
Nerviosa, me abracé a mí misma, tenía frío y no traía blusa, además, ese hombre me ponía los pelos de punta. No sabía qué pretendía hacer conmigo, había dicho que me usaría para forzar a Samuel a devolverle a su hermana, pero yo no entendía cómo haría eso.
¿Qué pasaría con mi trabajo? Debía ir al casino, tenía cuentas qué pagar.
Luego de un tiempo, la camioneta disminuyó la velocidad, hasta detenerse de golpe. Jonathan bajó y me forzó a salir con él. A alzar la vista, me sorprendió ver que estaba frente a una enorme mansión de muros sólidos y rodeada por una reja gruesa y alta.
—Andando —volvió a sujetarme y me hizo pasar al lujoso vestíbulo.
Mi mirada abrió aún más, llena de impresión, nunca había estado en un lugar como ese. El techo era de cúpula, había un candelabro de cristal colgando y unas hermosas escaleras que llevaban a un segundo nivel. Los muebles parecían costosos y había piezas de arte por doquier.
—¿Señor Verstappen? —lo llamó una mujer mayor, saliendo de una puerta y mirándome semidesnuda y descalza—. ¿Quién es ella?
Él apenas la miró.
—Una invitada. Tráele ropa.
Aunque ese no era el momento, me emocionó un poco conocer un sitio tan hermoso como ese. Pero el encanto duró poco porque Jonathan no se detuvo, sino que me llevó escaleras arriba y me hizo entrar a una de las tantas habitaciones.
Me soltó al pie de una enorme cama y luego me arrojó el celular a las manos. Yo apenas alcancé a sostenerlo.
—Anda, llama a Miller.
Las manos me temblaban, pero aun así me esforcé por marcar el número de mi hermano. La llamada sonó una, dos, tres veces... Me mordí el labio, cada vez más ansiosa, viendo de reojo como mi jefe paseaba por la habitación como una bestia en una jaula. Hasta entonces noté su complexión de deportista, los brazos fuertes y el pecho firme bajo el traje caro, incluso noté las venas marcadas en sus brazos y los firmes tendones sobresaliendo en sus manos.
Tragué fuerte. ¿Sí Samuel no tomaba la llamada, Jonathan Verstappen se desquitaría conmigo? ¿Me correría del trabajo?
—¿Hola? ¡Sue!
Suspiré de alivio, acercándo el celular a mí oído.
—¡Sam, gracias a Dios...!
Sin aviso, Jonathan se acercó y me arrebató el celular.
—Jodido bastardo, ¡¿dónde está mi hermana?! —le gritó con las venas de las cien sobresaliendo.
Aunque no tenía activado el altavoz, pudé escuchar claramente a Samuel responderle con voz temblorosa:
—Señor Verstappen, su hermana está bien. Le aseguro que la estoy cuidando y que...
Se detuvo cuando Jonathan soltó una risita cargada de incredulidad y rabia, que me hizo reprimir un escalofrío. Eran ciertos los rumores sobre su personalidad, Jonathan Verstappen era temperamental, un tipo sin control.
—¿La estás cuidado, dices? ¡Maldito imbécil, la sacaste de mi propia casa a mis espaldas!
Aunque oía a mi hermano tratando de defenderse y a mi jefe gritarle, yo aún no comprendía cómo es que todo eso estaba pasando. No estaba enterada de que Samuel salía en secreto con la hermana de nuestro jefe, nunca me había enterado o siquiera sospechado de algo así.
De haber sabido sobre su noviazgo, habría hecho cualquier cosa para detenerlo antes de que se fugará con ella y causará la irá de ese hombre.
—Escúchame bien, tienes hasta hoy a medianoche para traerla de regreso. Si no lo haces, te pagaré con la misma moneda.
Quise alejarme, Jonathan apretaba los dientes y ahora me miraba a mí con un desprecio que rayaba el odio puro, cómo sí yo fuese la culpable de la fuga de ese par.
—Lo siento, señor, pero no podemos volver —esuché decir a Samuel con una voz insegura—. No puedo hacer lo que me pide.
Contuve el aliento, viendo cómo esa respuesta cambiaba las facciones del hombre frente a mí, cómo las volvía más amenazantes y oscuras. Enfurecido, Jonathan se pasó los largos dedos por los mechones rubios de su cabello, dejándolo alborotado, pero aun así su apariencia era casi divina. Era un hombre guapo, más que eso, hipnótico.
Ahora entendía porque a tantas mujeres les gustaba frecuentar el casino cuando él estaba allí, Jonathan Verstappen elevaba las apuestas y su sola presencia aseguraba una noche exitosa.
—¿A qué te refieres con esa m****a? —siseó él y los ojos, de un atractivo color celeste, refulgieron en un fuego azul peligroso.
Di un paso atrás. Sentía que todo eso se estaba saliendo de control y que podría convertirme en un daño colateral.
—No puedo llevar a Emily de regreso, no ahora, lo siento señor —explicó Samuel atropelladamente—. No estoy en condiciones de volver ahora y ella tampoco, perdóneme.
Pude oír claramente como mi celular crujía levemente en la poderosa mano de mi jefe.
—Trae a mi hermana de regreso, hazlo o yo iré por ti —su voz, antes severa, tomó un matiz frío y calmado.
Pero no hubo respuesta, nada. Entonces Jonathan soltó una maldición entre dientes y, cómo sí se acordará de de mi existencia, me buscó con la mirada. Yo me había acercado sigilosamente a la puerta y ya casi con la mano en el picaporte, lista para salir de allí.
Sin embargo, al verme vino directo a mí y tiró de mi brazo. Me alejó de mi única salida.
—¡¿Crees que bromeo?, imbécil! ¡Sí no traes de vuelta a Emily, haré que lo pagues y nunca más volverás a ver a tu hermana! ¿Podrás vivir con eso?
Y activó el altavoz, justo a tiempo para que la voz preocupada de Samuel llenará la habitación y yo pudiera oírla.
—¿Está con mi hermana? No puede hacerlo, ¡ella no tiene nada que ver! ¡Sue no sabía nada de esto!
¿Ahora se angustiaba por mí? ¿Después de haberme robado y dejado sola para enfrentar ese caos?
—Sam, por favor, deja de jugar y vuelve —le rogué, con Jonathan apretando mi brazo. Solo deseaba terminar con eso cuanto antes para volver a mi vida—. No puedes hacer esto, debes volver... Hazlo por mí.
Pero Samuel no respondió, se quedó callado, como un cobarde.
—¡Samuel! ¡No puedes seguir con esto! ¡No puedes irte y dejarme aquí! —mi voz se rompió en la última frase y sentí los ojos húmedos—. ¿Por qué me haces esto? Soy tu hermana, tu gemela.
No entendía cómo él me hacía algo así, cómo se había atrevido a desfalcarme para huir con la hermana de su propio jefe y dejarme a mí pagando su error.
—Lo siento tanto, Sue. No quería meterte en esto, pero Emily y yo debíamos irnos. La amo y no puedo llevarla de vuelta, aunque quiera, no puedo.
Sentí una dolorosa presión en el pecho. ¿Me estaba abandonando?
—¿Por qué no pueden volver? Solo regresa, Sam, por favor.
Lo escuché suspirar, frustrado.
—Sue, ahora mismo tengo un problema grande que resolver y no puedo regresar. Ni Emily ni yo podemos volver ahora.
A mi lado, Jonathan apretó la mandíbula, comenzando a impacientarse y temí lo que ese hombre podría hacerle a mi hermano, ¿sería capaz de ir a buscarlo? ¿Qué haría cuando lo tuviera en frente?
—Por favor, Samuel, vuelve y arregla esto —le rogué de nuevo, a punto de llorar.
—¡Ya te lo dije, no puedo volver ahora, ni porque se traté de ti! Necesito tiempo.
Sentí una salada lágrima entrar en mis labios, era amarga.
—¿Sam, desaparecerás y... me dejarás sola en esto?
Pero antes de poder oír la respuesta de mi hermano, Jonathan apagó el altavoz y volvió a llevarse el celular al oído. Yo me cubrí los ojos, tratando de no romper en llanto.
—Escucha, Miller. Tienes 3 meses para arreglar tu m****a y traerme de vuelta a Emily. Y hasta que eso pasé, tu hermana permanecerá aquí.
Lo miré sin palabras y con expresión incrédula. ¿Pensaba retenerme allí hasta que mi hermano volviera? ¿Podía hacer tal cosa conmigo?
—Sí deseas que ella vuelva a pisar la calle o verla de nuevo, te recomiendo cumplir tu parte rápido. Trae a mi hermana, solo así recuperarás a la tuya.
Y cortó la llamada. Lo único que quedó fue el constante bip bip del término de llamada y la dolorosa conmoción en mi pecho. Por un momento, no supe qué pensar o hacer. Acababa de oír a ese hombre negociar mi libertad a cambio de que Samuel regresará con su hermana y hasta que eso pasará, ¿yo estaría atrapada en esa mansión, con él?
¿A eso se había referido cuando dijo que yo forzaría el regreso de Samuel? ¿En eso consistía ser una moneda de cambio? ¿Me acababa de convertir en una rehén?
—Anda, ponte esto —trastabillé un poco cuando él le puso un puñado de ropa en mis manos.
Al bajar la vista, vi entre las prendas una blusa y no pude evitar sonrojarme, recordé que no llevaba ninguna, solo bra. Cohibida miré de nuevo a Jonathan, pero la expresión de él era despectiva, de total desagrado.
—Vivirás en esta habitación hasta que a tu estúpido hermano se le ocurra volver con lo que me robó.
Aún estaba sorprendida por todo lo que le estaba pasando, que ni siquiera pude reaccionar cuando él se aproximó y me sujetó del rostro con una sola mano.
—Y si quieres que tu estancia aquí sea breve, deberás persuadirlo para que regrese lo más pronto posible.
¿Hablaba en serio? ¿Ese hombre realmente pretendía retenerme en su casa por 3 meses?
—No puede... ¡No puede forzarme a quedarme! —le grité, al fin reaccionando y traté de que me soltará—. ¿Está loco? ¡No puede obligarme a vivir aquí! ¡Yo no tengo nada que ver con lo que mi hermano hizo!
En respuesta, me apretó el rostro con los dedos y, por primera vez, su azul mirada descendió hasta mi escote, contuve un estremecimiento al sentir cómo recorría mis senos con esos ojos tan lascivos. Una media sonrisa maliciosa apareció en sus labios.
—¿Dices que no te importa lo que yo pueda hacerle a Miller? —alzó la mirada, era penetrante e intensa—. Ponme a prueba y verás lo que hago con él.
De cerca, podía ver claramente su atrayente mirada celeste, cargada de enfado, y sus masculinas facciones, las cejas marcadas y la nariz perfilada, incluso sus carnosos labios, que apretaba en una fina línea amenazadora.
—Y por tu bien, no quiere verte deambulando por mi casa, ¿entendido, mujer?
Él era tan alto y yo tan bajita, que debía levantar lo más posible la cabeza para sostenerle la mirada a aquel hombre tan aterrador.
—Mantente fuera de mi vista.
Y me soltó sin más, para despues dirigirse a la puerta. Cuando tomó la perilla, no pude evitarlo, fui hacía él y tomé su brazo, lo detuve. Noté como él se tensaba bajo mis dedos.
—¿Y... qué pasará sí luego de los 3 meses Sam no vuelve?
A mí pregunta le siguió un silencio largo hasta que, finalmente, se sacudió mi mano y abrió la puerta.
—Sí en ese tiempo no logras convencerlo de regresar, yo iré por él y la única que volverá será mi hermana.
Tardé un poco en entender sus palabras, pero cuando lo logré, no pudo evitar estremecerme. Sentí como sí un gran peso se acumulaba en mi estómago y cómo una gran mano me estrujaba el corazón, hasta arrancarme el aliento y dejarme pálida.
Esa madrugada yo era solo una Crupier repartiendo cartas en una mesa de Blackjack y ahora estaba atrapada en la mansión de mi lunático jefe, con la imposible tarea de traer a mi fugitivo hermano de vuelta.
En la madrugada desperté con un sobresalto, con el corazón latiendo a mil por hora y empapada en sudor. La noche era oscura y silenciosa, solo interrumpida por el sonido de las luces de la ciudad que brillaban como estrellas en el cielo. Me senté en la cama y miré al alrededor, intentando recordar dónde estaba. Y como un golpe, volvió a mi mente todo lo que había pasado esa tarde conmigo y ese hombre. Recordé cómo él había aparecido en mi departamento, me había llevado a su mansión y cómo Samuel se negó a regresar, condenándome a ser una rehén.La mansión de Jonathan Verstappen era un lugar de lujo y opulencia, pero en ese momento, parecía un lugar de encierro y prisión. Ya no me parecía nada bonita y solo quería salir de allí e irme a casa. La habitación era grande y lujosa, con una cama de matrimonio que parecía haber sido diseñada para un rey. Pero yo no era una reina. Era solo una chica normal, que había sido tomada como moneda de cambio por su desquiciado jefe y ahora, se encont
El alféizar bajo mis pies descalzos se sentía frio, igual que el viento que me daba en la cara, y las manos me temblaban mientras observaba el suelo muy por debajo de mí. ¿Sobreviviría a la caída? Fijé los ojos en el árbol, muy cercano a la ventana y traté de vislumbrar sus brazos en plena oscuridad. Si llegaba a ellas, ¿lograría escapar? Debía hacerlo, sí fallaba, ¿qué me esperaría? No lo pensé demasiado, solo tomé valor y me impulsé tanto como pude, y salté al exterior. Enseguida sentí el golpe de las hojas contra la cara y luego las ramas, hasta que pude sujetarme a un brazo. Sin embargo, mi agarre no fue suficiente y resbalé, golpeándome mientras caía... Contuve un grito cuando me di de lleno contra el césped y por un momento permanecí tendida allí, aturdida de dolor y a punto de desmayarme. No había anticipado que saltaría desde 4 metros. Mientras trataba de mantenerme consciente, vi las luces de la primera planta encenderse y voces urgidas llenar el silencio. ¿Ya se habían da
La nueva habitación donde me recluyeron, resultó ser la habitación del mismo Jonathan Verstappen, por eso era mucho más grande y lujosa que la anterior. Al día siguiente de mi intento de huida, escuché como venían personas y ponían barrotes en las ventanas del primer y segundo nivel. —No es necesario colocar seguridad aquí —dijo Jonathan, mirando el jardín desde el ventanal al lado de la cama, mientras su servidumbre sacaba su ropa y pertenencias—. No creo que seas tan estúpida como para saltar desde el tercer nivel. No le respondí, ni siquiera lo miré. Nunca en mi vida había odiado tanto a alguien como ahora odiaba a ese hombre. Incluso me avergonzaba haber admirado su éxito por años en secreto, sin saber que era un tirano en toda regla. —Y recuerda mantenerte aquí, no quiero verte en el resto de la mansión. Sabes que no eres una invitada aquí —me recordó antes de salir, dejándome en un silencio incómodo con las chicas de servicio. ¿Tanto me odiaba como para prohibirme salir de l
—No sabíamos que Verstappen se hubiese casado. Sonreí con esfuerzo, caminando de puntillas sobre el hilo entre la verdad y la mentira. Quería decirle al invitado frente a mí que yo no estaba casada con ese tipo, que en realidad era una prisionera allí, convertida injustamente en rehén. —¡Y menos sabíamos que su mujer fuese tan bella! —sonrió y chocó su copa con la mía, tan alegre por nosotros—. ¡Enhorabuena por la boda, Jonathan! Me tensé cuando otra copa se unió al brindis, la de mi supuesto marido. Estaba al lado mío, sujétandome contra su costado con un brazo firme. —Gracias, Demetri. Suzanne y yo estamos muy felices —fue su descarada respuesta. Los tres nos llevamos el vino a la boca, pero yo solo fingí beber, no quería embriagarme y decir más de lo debido. Aunque mi hermano fuese un cobarde de lo peor, yo no podía dejar que Jonathan lo culpará de cosas que nunca hizo. —A propósito, ¿cómo se conocieron? —otro invitado de Jonathan hizo la pregunta del millón—. Nunca la había
Apenas dormí nada, en cuanto el sol se asomó por las ventanas, salí de la cama y me asomé al pasillo. Estaba vacío. Lo había pensado toda la noche, preguntándome sí podía ser cierto y llegué a la conclusión de que debía saberlo, antes de que mi tiempo allí se alargará. ¿Jonathan Verstappen pertenecía a la mafia? Y sí era cierto, ¿qué papel tendría dentro de ese peligroso sistema? En el mayor silencio, me puse a buscar en los muebles cualquier cosa que me dijera algo sobre él. Después de todo, esa era su habitación y quizás allí hubiera algo que me dijera sí yo estaba viviendo en la casa de un mafioso, sí mi hermano y yo peligrábamos... Mientras seguía buscando, escuché un ruido detrás de mí. Me volví de golpe y vi a Jonathan de nuevo, estaba de pie en mi puerta, con la llave de la cerradura en un mano, en pijama, y esta vez con una sonrisa amplia en su rostro. Parecía estar de mejor humor que durante la noche. Mucho mejor. —¿Qué estás haciendo, mujer? —preguntó, su voz suave y p
—¡No! ¡Aléjese! Aunque traté de impedírselo, terminé con el rostro contra el colchón y con las manos tras la espalda, bien sujetas por una de las suyas, incapaz de soltarme. ¿Realmente iba a pasar? Estaba loco, era totalmente un demente. —¡¿Acaso perdió la cabeza?! —le grité, mirándolo sobre el hombro. Jonathan Verstappen estaba arrodillado justo detrás mío, sujetándome por las muñecas y sacándome el pantalón del pijama. El aire frío del aire acondicionado me puso la piel de gallina cuando quedé solo en bragas. —¿Realmente quieres saberlo? —me suspiró en el cuello, causándome un estremecimiento—. Tal vez sí he perdido la cabeza, porque de otra forma, no me explicaría porque ansío cogerme a la hermana del bastardo que me arrebató a Emily. Cerré los ojos cuando se llevó los dedos a los botones de la camisa, pero no los desabotonó como una persona normal, sino que oí como los desprendía de un tirón. —Sin duda debo estar loco, Suzanne —bajó la voz y sin que yo pudiera impedírselo, m
Luego de esa primera vez, él desapareció por el resto del día y yo permanecí todo el tiempo en la cama, mirando al techo, sin decir una palabra, tratando de recuperar fuerzas y procesar lo que había ocurrido entre él y yo. Había vivido hasta ese momento esperando conocer a un buen hombre al cuál me hiciera feliz entregarme, pensando que solo con él podría disfrutarlo. Pero, las cosas habían resultado muy diferente a mis planes. Un tipo molesto, al que despreciaba y al que parecían faltarle 2 pares de tornillos en la cabeza, había tomado mi virginidad y yo no había podido detenerlo. Lo que era peor, ¿lo había disfrutado? A pesar del dolor, el desprecio y rechazo, ¿acaso había gozado que me tomará? Por la noche, finalmente expiré hondo y con las piernas débiles, me levanté para darme una ducha, con la intención de borrar sus huellas y todo rastro suyo de mí. No obstante, cuando salí de la bañera y, envuelta en una toalla, dejé el baño, lo encontré esperando por mí sentado al borde de
Exactamente una semana más tarde, Jonathan Verstappen regresó a casa. Lo hizo durante la madrugada y fue directo a mi habitación. Entre sueños lo sentí arrancarme las sábanas que me envolvían y, al momento siguiente, ya tenía sus manos separándome las piernas y sus labios invadiendo los míos. —¿Has logrado avanzar en tu tarea, Suzanne? —me susurró con voz ronca, subiéndome la camiseta y llevando una diestra mano a mi espalda. Sentí el broche de mi bra abrirse y justo después su mano ya estaba acariciándome los pechos con verdaderas ansias. Me alcé sobre los codos, sintiendo una especie de calor arder desde mi vientre y llegando rápidamente a todas mis extremidades. —Espero buenas noticias tuyas —agregó con un jadeo y terminó el beso para verme bajo la tenue luz de la lampará de lectura al lado de la cama. Sonrojada, alcé la cabeza y lo observé arrodillado entre mis piernas, ya desnudo y erguido ante mí. Incluso sin tanta luz que lo iluminará, fui completamente capaz de apreciar el