La nueva habitación donde me recluyeron, resultó ser la habitación del mismo Jonathan Verstappen, por eso era mucho más grande y lujosa que la anterior. Al día siguiente de mi intento de huida, escuché como venían personas y ponían barrotes en las ventanas del primer y segundo nivel.
—No es necesario colocar seguridad aquí —dijo Jonathan, mirando el jardín desde el ventanal al lado de la cama, mientras su servidumbre sacaba su ropa y pertenencias—. No creo que seas tan estúpida como para saltar desde el tercer nivel.
No le respondí, ni siquiera lo miré. Nunca en mi vida había odiado tanto a alguien como ahora odiaba a ese hombre. Incluso me avergonzaba haber admirado su éxito por años en secreto, sin saber que era un tirano en toda regla.
—Y recuerda mantenerte aquí, no quiero verte en el resto de la mansión. Sabes que no eres una invitada aquí —me recordó antes de salir, dejándome en un silencio incómodo con las chicas de servicio.
¿Tanto me odiaba como para prohibirme salir de la habitación? ¿Cómo iba a vivir tres meses encerrada entre 4 muros? Enloquecería definitivamente. Y realmente no pude acatar su orden por mucho tiempo, con el paso de los días comencé a sentirme asfixiada allí. Mi recuperación era lenta y mi única visita ocasional era el médico y las empleadas que me llevaban comida.
Así que no pude romper las reglas y comencé a salir en secreto. Mientras las chicas de servicio no estaban al pendiente de mí, yo salía de la habitación y paseaba por los vacíos pasillos de esa gran casa. Cada habitación y sala era magnifica, llenas de adornos costosos, muebles hermosos y piezas históricas de gran valor. Cada vez que me aventuraba a un nuevo lugar de la mansión, no podía evitar comparar ese deslumbrante sitio con mi pequeño departamento desgastado, lleno de goteras y cosas sin valor.
Pero a pesar de que era su casa, nunca me topé con su dueño, ni una vez. Yo me recuperé sola, mientras él permanecía en sus casinos o de viaje. No nos vimos por un mes completo, hasta que una noche, cuando de madrugada, las risas y el tintineo de las copas al brindar me despertarón.
Salí de la habitación y, atraída por las brillantes luces y la música que veían desde la primera planta, me asomé por la barandilla. Mis labios se abrieron, en la estancia principal se estaba realizando una gran fiesta. Había al menos 30 invitados, meseros, bebidas y una violinista tocando magníficamente.
Deslumbrada, no me di cuenta de que había bajado las escaleras, no hasta que choqué con un hombre.
—Perdone —se disculpó él.
Negué y me sujeté a la barandilla. Debía regresar arriba.
—No pasa nada.
Noté como el miraba mi pijama, notando que yo no era una invitada allí.
—¿Vive con Verstappen?
Nerviosa, miré en torno y me di cuenta de que ya había atraído más miradas. Me arrepentí de haber salido de la habitación, ahora estaba en problemas.
—No, yo solo soy... —mi voz se apagó, porque no tenía forma de explicar qué hacía yo allí.
¿Podría decirle a ese hombre que Jonathan Verstappen me tenía allí como rehén? ¿Me creería? Debía intentarlo.
—¡Señor, yo...!
—Ella es mi mujer —la voz de quién menos quería oír, me silenció.
Un instante después, su brazo rodeó mi cintura y yo tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para no tratar de zafarme.
—¿Tu mujer? —inquirió otro hombre, uniéndose a la conversación—. No puede ser, tu ultima relación seria terminó hace meses en medio de escándalos.
Yo también recordaba eso, porque había llenado los periódicos y sitios en todas Las Vegas. Jonathan Verstappen terminó su relación con la hija de un empresario, entre supuestas infidelidades, discusiones y un temperamento que ella no soportó.
¿Y aún con todo eso, pretendía hacerme pasar por su mujer?
—¿Crees acaso que es una amante? —inquirió Jonathan con molestia, clavándome discretamente los dedos en las costillas a modo de advertencia para mantenerme en silencio.
El hombre negó con una risita nerviosa.
—Seguro no, todos sabemos que nunca has traído a tus pasatiempos a tu casa, por respeto a tu hermana.
¿Hablaba de Emily? Apreté los labios, deseando romper esa farsa y gritar ante todos que yo no era ningún pasatiempo de ese hombre, rebelar que estaba allí contra toda voluntad.
—En ese caso, ¿nos dirá quién es usted, señorita? —me preguntó de imprevisto el hombre con quién choqué—. Creo que nunca nos hemos visto.
Parecía amable, alguien bueno, ¿podría ayudarme? No podía dejar pasar esa oportunidad, debía pedir su ayuda. Y mi desquiciado jefe no podría silenciarme, no con todas esas personas importantes presenciando todo.
—¡Yo soy...!
—Ella es mi esposa. Suzanne Verstappen.
Y con esa corta frase, ambos hombres lo miraron a él, tan sorprendidos como yo misma. ¿Esposa? ¿Tan decidido estaba a ocultar lo que de verdad ocurría?
—¿Es tu esposa? ¡No bromees con algo así! —bromearon ellos—. Aunque es una mujer muy guapa, más que tus anteriores pasatiempos.
En respuesta, Jonathan me sujetó del mentón con los dedos y me dio un corto beso en los labios frente a todos sus invitados. Yo aún estaba tan conmocionada por su mentira, que no pude negarme y mucho menos decir media palabra.
¿Cómo podía decir una mentira de ese temaño sin el menor remordimiento?
—¿Qué haces aquí, amor? —me preguntó con falsa ternura y una mirada suave, asombrándome aún más—. Debiste quedarte descansando.
Sus ojos, tan llenos de hostilidad hacía mí, ahora rebosaban una preocupación tan autentica que todos la creyeron, menos yo.
—¿Acaso está enferma?
Jonathan miró a sus invitados y yo noté como se esforzaba por no demostrar ante ellos el enfado que yo le estaba causando. Cuando todos se fueran, ¿me haría lamentar haber desobedecido su orden de mantenerme oculta?
—Un incidente le causó una pequeña lesión en el tobillo, ¿no es cierto, amor?
Me dirigió una mirada y la orden tras ella fue clara. Tragué saliva con fuerza y asentí. Entonces los dos hombres felicitaron a Jonathan por su matrimonio y a mí me desearon pronta recuperación.
—Esperamos verla pronto fuera de esta casa, sin duda saber que Verstappen se ha casado causará gran revuelo en todas las Vegas, y más cuando se sepa que su esposa es una mujer tan atractiva.
Le palmearon el hombre a mi supuesto esposo.
—Has encontrado a una chica muy guapa, Verstappen, ya me imagino como reaccionaran tus ex cuando se enteren que ya no eres un hombre soltero.
Riendo por la bomba que sería la noticia para todo el mundo, se despidieron y nos dejaron a solas. Al instante Jonathan me soltó y yo traté de volver discretamente arriba.
—¿Crees que te dejaré ocultarte? —me detuvo hablando con dureza y un evidente enfado—. Volverás a la habitación, pero solo para vestirte y volver a bajar.
Y, tomándome de la mano, me hizo subir las escaleras. Me llevó a paso rápido por los oscuros pasillos y me hizo entrar a la recamará. Cerró la puerta de un estridente portazo.
—Pareces dispuesta a dificultar esto tanto como puedas, ¿verdad?
¿Me culpaba a mí por la farsa que había creado él mismo? Incrédula y molesta, lo vi llamar a una sirvienta y ordenarle traer algo para mí. Ella salió y regresó en tiempo récord, intimidada por el visible malhumor de su jefe.
—Ahora te vestirás rápido y vendrás conmigo. Te comportarás como mi esposa, ¿comprendes? —arrojó sobre la cama un vestido largo color negro.
Miré la prenda. El vestido era de noche, tipo reloj de arena, de escote cuadrado y sin mangas, pero con una cola con apliques de tul que elevaba su elegante apariencia. Sin embargo, yo nunca había usado algo así y no quería hacerlo.
Menos para darle gusto a él.
—No pienso bajar —esas palabras salieron de mi boca antes de darme cuenta.
La sirvienta no dudo en salir, mientras su jefe fijaba en mí un par de ojos celestes, llenos de incredulidad y creciente irritación.
—Repítelo.
Las manos comenzaron a temblarme y sentí como sí mi corazón se hiciese pequeño.
—No pienso ponerme esto y mucho menos...
De repente su mano estaba en mi boca y su cara a un palmo de la mía. Parecía más que furioso. En pocos pasos había llegado hasta mí, que ni siquiera tuve tiempo de alejarme.
—Te pondrás el maldito vestido y bajaras al jodido salón, ¿oíste? —dijo entre dientes, presionando la palma de la mano contra mi boca—. Y te comportarás a la altura, como debe ser.
Sus ojos, azules y profundos, irradiaban un alto grado de amenaza, que hizo despertar mi instinto de supervivencia y no fui capaz de ir en su contra. Sí colmaba la paciencia de aquel hombre, ¿lo lamentaría para siempre?
—Les dirás a todos que eres mi esposa y solo eso, ¿entendido? —quitó la mano de mi boca, pero su voz seguía siendo amenazante—. Sí algo más, que no sea solo tu papel como mi esposa, sale de estos preciosos labios, lo pagarás.
Permanecí quieta y no pude ni asentir cuando dio un paso atrás, pasándose los dedos por su espeso cabello rubio, exasperado conmigo.
—¿No dirás nada?
Negué apenas, en mi interior era un manojo total de miedo y sumisión. En el casino siempre se había rumoreado sobre el caracter imposible del dueño y lo poco paciente que era con sus detractores, incluso llegando a las amenazas cuando alguién le sacaba de sus casillas. Pero a pesar de todo lo que se decía de él, yo siempre había mantenido una secreta admiración hacía Jonathan Verstappen.
Ahora me sentía tan estupida, ¿cómo había podido admirar a un tipo como ese?
—Y sí se te pasa por la cabeza revelar lo que sucede aquí, hundiré a tu hermano de todas las formas posibles —agregó y yendo a la puerta, hizo entrar a la sirvienta.
La chica, tan nerviosa como yo, entró a la habitación, pero se mantuvo en un rincón, lejos de la atención de su jefe. Pero Jonathan tampoco le hizo caso, porque seguía atento a mí y a cada reacción mía.
—Puedo hacer esto más fácil, inventar un sinfín de delitos en contra de Miller y arruinarlo sin siquiera tocarlo, ¿lo sabías? Incluso puedo acusarlo de homicidio, destruírlo totalmente.
Ardiendo por dentro, apreté los labios con fuerza, mirando ese rostro tan apuesto en ese hombre tan perfecto... al que cada vez odiaba más y más. ¿Se atrevería a culpar a Samuel de falsos crimenes? No lo dudé ni un instante, porque a cada momento él me mostraba un lado peor que el anterior. ¿Cómo podía existir alguién tan despreciable? Nunca había conocido a alguién como Jonathan Verstappn y esperaba no volver a hacerlo nunca más.
—Así que sino deseas ver a tu amado hermano pudrirse en la cárcel al volver aquí, será mejor que esta noche hagas exactamente lo que te he dicho.
Sus palabras permanecieron en mi cabeza como un eco horrible, incluso cuando él salió de la recamará y yo me quedé a solas con la sirvienta. En cuanto su temperamental jefe se fue, ella se puso a trabajar de inmediato y comenzó a arreglarme lo mejor que pudo. Todo para que yo pudiera unirme a la fiesta que se realizaba en el primer piso, bajo la farsa de ser la esposa de Jonathan Verstappen y no lo que en verdad era para él: su rehén.
Y yo tuve que hacerlo, obedecerle sin rechistar, como todos hacían allí. Sí quería escapar de Jonathan Verstappen, primero debía sobrevivir a él y a su demencial temperamento de mil demonios.
—No sabíamos que Verstappen se hubiese casado. Sonreí con esfuerzo, caminando de puntillas sobre el hilo entre la verdad y la mentira. Quería decirle al invitado frente a mí que yo no estaba casada con ese tipo, que en realidad era una prisionera allí, convertida injustamente en rehén. —¡Y menos sabíamos que su mujer fuese tan bella! —sonrió y chocó su copa con la mía, tan alegre por nosotros—. ¡Enhorabuena por la boda, Jonathan! Me tensé cuando otra copa se unió al brindis, la de mi supuesto marido. Estaba al lado mío, sujétandome contra su costado con un brazo firme. —Gracias, Demetri. Suzanne y yo estamos muy felices —fue su descarada respuesta. Los tres nos llevamos el vino a la boca, pero yo solo fingí beber, no quería embriagarme y decir más de lo debido. Aunque mi hermano fuese un cobarde de lo peor, yo no podía dejar que Jonathan lo culpará de cosas que nunca hizo. —A propósito, ¿cómo se conocieron? —otro invitado de Jonathan hizo la pregunta del millón—. Nunca la había
Apenas dormí nada, en cuanto el sol se asomó por las ventanas, salí de la cama y me asomé al pasillo. Estaba vacío. Lo había pensado toda la noche, preguntándome sí podía ser cierto y llegué a la conclusión de que debía saberlo, antes de que mi tiempo allí se alargará. ¿Jonathan Verstappen pertenecía a la mafia? Y sí era cierto, ¿qué papel tendría dentro de ese peligroso sistema? En el mayor silencio, me puse a buscar en los muebles cualquier cosa que me dijera algo sobre él. Después de todo, esa era su habitación y quizás allí hubiera algo que me dijera sí yo estaba viviendo en la casa de un mafioso, sí mi hermano y yo peligrábamos... Mientras seguía buscando, escuché un ruido detrás de mí. Me volví de golpe y vi a Jonathan de nuevo, estaba de pie en mi puerta, con la llave de la cerradura en un mano, en pijama, y esta vez con una sonrisa amplia en su rostro. Parecía estar de mejor humor que durante la noche. Mucho mejor. —¿Qué estás haciendo, mujer? —preguntó, su voz suave y p
Esa noche la casa estaba llena, había clientes y apuestas en cada mesa, la música resonaba por las salas y las bebidas llegaban una tras otra. Miré a los apostadores en mi mesa y con una sonrisa profesional les coloqué 2 cartas delante de cada uno. El juego de esa noche era el blackjack, un juego de cartas sencillo donde ganaba quién se acercará más a los 21 puntos con solo 3 cartas, y yo era quién dirigía el juego, era la Crupier. —¿Podría invitarte un trago, preciosa? —musitó a uno de los apostadores, estirando los dedos sobre la mesa y acariciando mi mano—. Cuando acabe esto, ¿qué tal sí te llevo a cenar? Reprimí una expresión de desagrado. Ya llevaba 3 años trabajando en ese casino y los clientes siempre me pedían cenas, salidas, citas e incluso intimidad, pero ya había aprendido a manejar todo eso. Mi trabajo consistía en ser mejor que ellos y sacarles cuanto dinero pudiera. —Nena, ¿me rechazarás un simple trago? —insistió el hombre. Con cortesía le sonreí al cliente y reve
Ni siquiera me permitió vestirme, solo fue mi habitación para tomar mi celular y luego me llevó a la calle. —Llamarás a tu despreciable hermano y solucionaremos esto —dijo empujándome al interior de una camioneta negra con los cristales polarizados. En vano traté de abrir la puerta para escapar, él las aseguró todas y después de ponerse al volante, se puso en movimiento. Bajo las ultimas luces del día, la camioneta recorrió las calles a gran velocidad. Nerviosa, me abracé a mí misma, tenía frío y no traía blusa, además, ese hombre me ponía los pelos de punta. No sabía qué pretendía hacer conmigo, había dicho que me usaría para forzar a Samuel a devolverle a su hermana, pero yo no entendía cómo haría eso. ¿Qué pasaría con mi trabajo? Debía ir al casino, tenía cuentas qué pagar. Luego de un tiempo, la camioneta disminuyó la velocidad, hasta detenerse de golpe. Jonathan bajó y me forzó a salir con él. A alzar la vista, me sorprendió ver que estaba frente a una enorme mansión de muro
En la madrugada desperté con un sobresalto, con el corazón latiendo a mil por hora y empapada en sudor. La noche era oscura y silenciosa, solo interrumpida por el sonido de las luces de la ciudad que brillaban como estrellas en el cielo. Me senté en la cama y miré al alrededor, intentando recordar dónde estaba. Y como un golpe, volvió a mi mente todo lo que había pasado esa tarde conmigo y ese hombre. Recordé cómo él había aparecido en mi departamento, me había llevado a su mansión y cómo Samuel se negó a regresar, condenándome a ser una rehén.La mansión de Jonathan Verstappen era un lugar de lujo y opulencia, pero en ese momento, parecía un lugar de encierro y prisión. Ya no me parecía nada bonita y solo quería salir de allí e irme a casa. La habitación era grande y lujosa, con una cama de matrimonio que parecía haber sido diseñada para un rey. Pero yo no era una reina. Era solo una chica normal, que había sido tomada como moneda de cambio por su desquiciado jefe y ahora, se encont
El alféizar bajo mis pies descalzos se sentía frio, igual que el viento que me daba en la cara, y las manos me temblaban mientras observaba el suelo muy por debajo de mí. ¿Sobreviviría a la caída? Fijé los ojos en el árbol, muy cercano a la ventana y traté de vislumbrar sus brazos en plena oscuridad. Si llegaba a ellas, ¿lograría escapar? Debía hacerlo, sí fallaba, ¿qué me esperaría? No lo pensé demasiado, solo tomé valor y me impulsé tanto como pude, y salté al exterior. Enseguida sentí el golpe de las hojas contra la cara y luego las ramas, hasta que pude sujetarme a un brazo. Sin embargo, mi agarre no fue suficiente y resbalé, golpeándome mientras caía... Contuve un grito cuando me di de lleno contra el césped y por un momento permanecí tendida allí, aturdida de dolor y a punto de desmayarme. No había anticipado que saltaría desde 4 metros. Mientras trataba de mantenerme consciente, vi las luces de la primera planta encenderse y voces urgidas llenar el silencio. ¿Ya se habían da