—No sabíamos que Verstappen se hubiese casado.
Sonreí con esfuerzo, caminando de puntillas sobre el hilo entre la verdad y la mentira. Quería decirle al invitado frente a mí que yo no estaba casada con ese tipo, que en realidad era una prisionera allí, convertida injustamente en rehén.
—¡Y menos sabíamos que su mujer fuese tan bella! —sonrió y chocó su copa con la mía, tan alegre por nosotros—. ¡Enhorabuena por la boda, Jonathan!
Me tensé cuando otra copa se unió al brindis, la de mi supuesto marido. Estaba al lado mío, sujétandome contra su costado con un brazo firme.
—Gracias, Demetri. Suzanne y yo estamos muy felices —fue su descarada respuesta.
Los tres nos llevamos el vino a la boca, pero yo solo fingí beber, no quería embriagarme y decir más de lo debido. Aunque mi hermano fuese un cobarde de lo peor, yo no podía dejar que Jonathan lo culpará de cosas que nunca hizo.
—A propósito, ¿cómo se conocieron? —otro invitado de Jonathan hizo la pregunta del millón—. Nunca la había visto por la ciudad, Suzanne.
Nerviosa, miré discretamente a Jonathan, buscando su ayuda, pero él no volteó a verme y solo sentí cómo me presionaba ligeramente la cintura con la mano. ¿Quería que yo respondiera a eso?
—Nos conocimos... por un amigo —mentí atropelladamente, sonriendo falsamente—. Fue durante un juego en el casino.
Demetri hizo un gesto contrariado.
—¿Cuando fue eso? Yo siempre acompañó a Jonathan en el casino y nunca lo vi con ninguna mujer allí. Menos con una tan
Mi expresión se tornó más nerviosa y no supe qué hacer, más que mirarlo. Entonces recordé que ya había visto a Demetri antes, y era verdad lo que decía, era él era conocido por ser un amigo muy cercano a Jonathan Verstappen y siempre lo acompañaba, incluso tenía un trato privilegiado dentro del casino.
—¿Dudas de la palabra de mi esposa? —inquirió mi supuesto marido, lanzándole una mirada algo inquietante a su amigo.
Demetri negó enseguida y mostró las manos mientras se reía. Yo suspiré de alivio, al final me había salvado.
—No es eso hombre —trató de aligerar la tensión—, solo nos resulta extraño que hayas tenido una relación tan seria a escondidas de tus amigos, ¡y qué decir de tu matrimonio! —rió palmeándole el hombro a su amigo.
Sin seguirle el juego, Jonathan se llevó de nuevo su copa a los labios, parecía muy dispuesto a embriagarse y era evidente que aún seguía molesto por mi culpa. Yo era la causa de que ahora fingiera ser un hombre casado.
—Pero, aunque haya sido inesperado, debo decir que escogiste bien, amigo —la voz de Demetri se volvió seria mientras bajaba unos grises ojos hacía mí. Hasta entonces me percaté de que era joven y muy apuesto—. Tu esposa es una chica preciosa y, siendo sincero, es mucho más agradable que las ultimas novias que te conocí.
Cómo sí dudará del juicio de su amigo, Jonathan frunció el entrecejo y bajo la mirada para verme a la cara. Yo enseguida me ruboricé y desvié la vista.
—Bueno, felicidades de nuevo y espero tengan un matrimonio lleno de dicha —se despidió Demetri al notar que Jonathan no se encontraba del mejor humor.
Pero antes de irse, extendió una mano hacía mí. Sorprendida, lo miré estrechar mis dedos entre los suyos por un largo momento.
—Fue agradable conocerte, Suzanne —su voz fue más amable y agradable que nunca—. Eres una mujer muy guapa y me has caído muy bien.
Cuando se dio la vuelta y se alejó, yo permanecí mirando su espalda, algo confundida por esa inesperada atención. Mi cara comenzó a ponerse roja, quizás no todos en el circulo de Jonathan eran tan terribles como él, tal vez Demetri era un buen hombre y podría tenderme una mano en el futuro. ¿Cómo podía tener Jonathan Verstappen amigos tan agradables, siendo tan despreciable como era?
—No puedo creerlo —dijo en tono incrédulo y burlón.
Parpadeé un par de veces, antes de poder reaccionar. Cohibida, me toqué las calientes mejillas con el dorso de los dedos. Estaba tan roja.
—¿Te gustó todo lo que Demetri dijo de ti? —su pregunta rezumaba fastidio.
No respondí, tenía la cara sonrojada y el corazón un poco acelerado. Ciertamente hacía tiempo que no convivía con hombres así de amables, y menos me decían cosas como esas.
—Supongo que te encantó el puñado de halagos que ese tonto te hizo. ¿Así de fácil eres, mujer?
Ofendida, uní los labios y alcé la cabeza. Pero Jonathan ni se fijó en mí, solo observaba fijamente el vino en su copa, balanceando el contenido con suaves movimientos circulares y pausados. Parecía aburrirse en su propia fiesta.
—Sí eres tan fácil de impresionar, cualquier hombre podría seducirte y llevarte a la cama, ¿lo sabes? —al fin me miró.
Los ojos de Jonathan Verstappen eran impresionantemente azules y claros, tan deslumbrantes que era imposible ignorarlos e iban perfectos para su tipo de rostro. Él tenía facciones masculinas del tipo andrógino, definidas, pero no severas, pómulos marcados, piel blanca, nariz fina y unos labios que incitaban a pensamientos impuros. Y ese cabello, de hebras finas y doradas, completaban su belleza a una escala inhumana.
—Comportándote así, serás presa fácil para cualquier hombre —añadió y dejó su copa sobre una mesa, para volverse por completo hacía mí y arrinconarme tras un enorme adorno de flores a un costado de las escaleras.
Llevó ambas manos a mi cara y me sujetó, para poder ver a detalle mi maquillaje. De cerca, fui capaz de oler el alcohol en su aliento y ver su mirada ligeramente perdida. ¿Cuanto había bebido ya?
—Pero debo aceptar que Demetri no es ciego —su voz se volvió baja y suave, mientras me recorría con unos ojos ligeramente ebrios—. Eres bonita, en lo que cabe.
Sentí cómo su mirada bajaba por mis hombros desnudos, descendía por mi escote y analizaba cada pronunciada curva de mi figura, realzada por ese estrecho vestido negro. La sirvienta que me había vestido hizo un excelente trabajo.
—Tienes un buen cuerpo, quizás demasiado sexi —señaló, al tiempo que una de sus manos iba directo a mis caderas y la otra a mi mentón—. Y tu rostro es tentador, debo decir.
Contuve el aliento cuando se acercó lento, hasta alcanzar mis labios y presionarlos sutilmente con los suyos. Su mano en mi cadera me empujó un poco, solo lo suficiente para llevarme a la pared y arrinconarme contra ella. Allí, tras las escaleras, parecíamos dos amantes escondidos, y nadie que no prestará atención nos vería.
Jadeé cuando me separó los labios con los suyos y coló su lengua en mi boca, acarició la mía, profundizando ese beso. Era tan desagradable para mí.
—No había notado lo que tenía en casa —murmuró, presionándose intencionalmente contra mí y bajando los labios por la línea de mi cuello—. Pasé por alto que eres una mujer con excelentes atributos, Suzanne Miller.
Mi piel ardió como nunca en toda mi vida, sentía el cosquilleo de su rubio cabello en la piel mientras me llenaba de besos el cuello, y notaba perfectamente cómo presionaba el pecho contra mis senos, amenazando con hacer reventar mi apretado escote.
Apreté los labios con fuerza cuando su palma presionó el hueco en la parte baja de mi espalda y mi cuerpo por inercia se curvó en su dirección. La proximidad me hizo sentir algo duro y firme presionandose contra mi estomago.
Mi expresión cambió de golpe y Jonathan extendió una sonrisa pequeña, pero llena de perversión. Estaba ebrio, ¿por eso actuaba así?
—Creo que esta farsa podría ser entretenida, ¿no crees, Sue? —suspiró y se detuvo un momento para mirarme con esos ojos cristalinos tan perfectos—. Viéndote bien, podría ignorar que eres la hermana de ese bastardo y disfrutarte un poco.
Pero antes de poder negar y zafarme, él volvió a lo suyo y hundió de nuevo el rostro en mi cuello. Mis mejillas se pusieron rojas por completo, mientras notaba el roce de sus dientes como un cosquilleo.
Así deben lucir los arcángeles, pensé algo aturdida por la sensación de su caliente lengua recorriendo mi piel, seguro son como él. Pero... ¿acaso no muchos de ellos cayeron de la gracia de Dios por su rebeldía?
Quería alejar a ese hombre de mí, empujarlo lejos, gritarle mil cosas en su contra que ya tenía en la lengua y luego salir corriendo, pero cada vez era menos incapaz de oponerme, de ir en su contra. Sí lo dejaba seguir ese camino, ¿en qué terminaría?
—Jonathan.
La repentina aparición de Demetri fue como una balsa. Verlo interrumpir el momento era todo lo que necesitaba para romper ese momento tan riesgoso.
—Lo siento, no quería interrumpirlos —dijo él, apenado y sonrojado, mientras Jonathan soltaba un suspiro irritable y se separaba de mí.
Aliviada y a salvo, me apresuré a escabullirme de sus brazos y salir de ese rincón mientras me arreglaba el vestido.
—¿Qué quieres? —la pregunta de Jonathan estaba cargada de desencanto, mirando a su amigo con una cara poco amigable.
—Muchos de tus invitados ya se van y esperan despedirse de ti.
Mi falso esposo soltó una agotada exhalación y siguió a Demetri. Pero antes de dejarme sola, me sujetó de la muñeca y me susurró una advertencia:
—No cometas ninguna estupidez que después no quieras pagar.
Contuve un escalofrió y asentí apenas. Él me liberó y se alejó entre sus invitados. Yo me quedé allí de pie un momento más, paralizada de miedo y apenas atreviéndome a respirar. ¿Cómo podía ser tan aterrador? ¿Y porque bastaba una sola mirada o palabra suya para que yo me volviera una niña asustadiza?
Cuando me recuperé un poco de su presencia, miré a mi alrededor y me di cuenta de que los invitados que quedaban eran muy pocos. Incluso la música se había detenido y los meseros ya comenzaban a recorrer los aperitivos y copas vacías.
Había trabajado 3 años como crupier y convivido muy de cerca con hombres de todo tipo, tanto que ahora era susceptible a ciertas cosas, como miradas a hurtadillas.
Me volví de golpe, topándome con 2 pares de ojos fijos en mí.
Desde el otro extremo de la estancia, dos hombres me miraban con curiosidad, sin ningún disimulo. Eran altos, con rasgos duros y miradas atrevidas, y vestían ropa oscura, un estilo tan distinto al impecable traje que Jonathan llevaba esa noche.
No los reconocí como clientes del casino y tampoco parecían vigilantes de la casa y mucho menos amigos de Jonathan. ¿Quienes eran ese par de hombres?
Al ver que yo los observaba, dejaron su lugar y comenzaron a venir hacía mí. Instantáneamente sentí un peligro acelerar mi corazón y quise alejarme, pero mis piernas se negaron a moverse.
—¿Qué hacen? —la voz inesperada y fría de Jonathan los detuvo—. Hablaremos en privado.
No me volví cuando se me acercó, pero sí sentí sus dedos cerrarse en torno a mi brazo con increíble fuerza, tanto que me dolió. Seguramente me dejaría una marca.
—Vuelve arriba, mujer.
Al hablar, me dio un suave pero firme empujón en dirección a las escaleras y yo no dude en subir a toda prisa, sin atreverme a mirar atrás. Mientras en la habitación me sacaba el vestido y me metía bajo las sabanas, pensé en esos extraños hombres y me pregunté sí acaso el rumor que corría sobre el dueño del casino era cierto. ¿Sería posible que Jonathan Verstappen perteneciera a la mafia y que sus casinos solo fuesen una fachada para un negocio mayor, mucho más peligroso?
Sí resultaba ser verdad, significaba que la vida de mi hermano de verdad peligraba. Sí comprobaba que tanto Samuel como yo estabamos atrapados en las manos de un mafioso, ¿qué haría? ¿Podría atreverme a desafirlo al huir?
Apenas dormí nada, en cuanto el sol se asomó por las ventanas, salí de la cama y me asomé al pasillo. Estaba vacío. Lo había pensado toda la noche, preguntándome sí podía ser cierto y llegué a la conclusión de que debía saberlo, antes de que mi tiempo allí se alargará. ¿Jonathan Verstappen pertenecía a la mafia? Y sí era cierto, ¿qué papel tendría dentro de ese peligroso sistema? En el mayor silencio, me puse a buscar en los muebles cualquier cosa que me dijera algo sobre él. Después de todo, esa era su habitación y quizás allí hubiera algo que me dijera sí yo estaba viviendo en la casa de un mafioso, sí mi hermano y yo peligrábamos... Mientras seguía buscando, escuché un ruido detrás de mí. Me volví de golpe y vi a Jonathan de nuevo, estaba de pie en mi puerta, con la llave de la cerradura en un mano, en pijama, y esta vez con una sonrisa amplia en su rostro. Parecía estar de mejor humor que durante la noche. Mucho mejor. —¿Qué estás haciendo, mujer? —preguntó, su voz suave y p
Esa noche la casa estaba llena, había clientes y apuestas en cada mesa, la música resonaba por las salas y las bebidas llegaban una tras otra. Miré a los apostadores en mi mesa y con una sonrisa profesional les coloqué 2 cartas delante de cada uno. El juego de esa noche era el blackjack, un juego de cartas sencillo donde ganaba quién se acercará más a los 21 puntos con solo 3 cartas, y yo era quién dirigía el juego, era la Crupier. —¿Podría invitarte un trago, preciosa? —musitó a uno de los apostadores, estirando los dedos sobre la mesa y acariciando mi mano—. Cuando acabe esto, ¿qué tal sí te llevo a cenar? Reprimí una expresión de desagrado. Ya llevaba 3 años trabajando en ese casino y los clientes siempre me pedían cenas, salidas, citas e incluso intimidad, pero ya había aprendido a manejar todo eso. Mi trabajo consistía en ser mejor que ellos y sacarles cuanto dinero pudiera. —Nena, ¿me rechazarás un simple trago? —insistió el hombre. Con cortesía le sonreí al cliente y reve
Ni siquiera me permitió vestirme, solo fue mi habitación para tomar mi celular y luego me llevó a la calle. —Llamarás a tu despreciable hermano y solucionaremos esto —dijo empujándome al interior de una camioneta negra con los cristales polarizados. En vano traté de abrir la puerta para escapar, él las aseguró todas y después de ponerse al volante, se puso en movimiento. Bajo las ultimas luces del día, la camioneta recorrió las calles a gran velocidad. Nerviosa, me abracé a mí misma, tenía frío y no traía blusa, además, ese hombre me ponía los pelos de punta. No sabía qué pretendía hacer conmigo, había dicho que me usaría para forzar a Samuel a devolverle a su hermana, pero yo no entendía cómo haría eso. ¿Qué pasaría con mi trabajo? Debía ir al casino, tenía cuentas qué pagar. Luego de un tiempo, la camioneta disminuyó la velocidad, hasta detenerse de golpe. Jonathan bajó y me forzó a salir con él. A alzar la vista, me sorprendió ver que estaba frente a una enorme mansión de muro
En la madrugada desperté con un sobresalto, con el corazón latiendo a mil por hora y empapada en sudor. La noche era oscura y silenciosa, solo interrumpida por el sonido de las luces de la ciudad que brillaban como estrellas en el cielo. Me senté en la cama y miré al alrededor, intentando recordar dónde estaba. Y como un golpe, volvió a mi mente todo lo que había pasado esa tarde conmigo y ese hombre. Recordé cómo él había aparecido en mi departamento, me había llevado a su mansión y cómo Samuel se negó a regresar, condenándome a ser una rehén.La mansión de Jonathan Verstappen era un lugar de lujo y opulencia, pero en ese momento, parecía un lugar de encierro y prisión. Ya no me parecía nada bonita y solo quería salir de allí e irme a casa. La habitación era grande y lujosa, con una cama de matrimonio que parecía haber sido diseñada para un rey. Pero yo no era una reina. Era solo una chica normal, que había sido tomada como moneda de cambio por su desquiciado jefe y ahora, se encont
El alféizar bajo mis pies descalzos se sentía frio, igual que el viento que me daba en la cara, y las manos me temblaban mientras observaba el suelo muy por debajo de mí. ¿Sobreviviría a la caída? Fijé los ojos en el árbol, muy cercano a la ventana y traté de vislumbrar sus brazos en plena oscuridad. Si llegaba a ellas, ¿lograría escapar? Debía hacerlo, sí fallaba, ¿qué me esperaría? No lo pensé demasiado, solo tomé valor y me impulsé tanto como pude, y salté al exterior. Enseguida sentí el golpe de las hojas contra la cara y luego las ramas, hasta que pude sujetarme a un brazo. Sin embargo, mi agarre no fue suficiente y resbalé, golpeándome mientras caía... Contuve un grito cuando me di de lleno contra el césped y por un momento permanecí tendida allí, aturdida de dolor y a punto de desmayarme. No había anticipado que saltaría desde 4 metros. Mientras trataba de mantenerme consciente, vi las luces de la primera planta encenderse y voces urgidas llenar el silencio. ¿Ya se habían da
La nueva habitación donde me recluyeron, resultó ser la habitación del mismo Jonathan Verstappen, por eso era mucho más grande y lujosa que la anterior. Al día siguiente de mi intento de huida, escuché como venían personas y ponían barrotes en las ventanas del primer y segundo nivel. —No es necesario colocar seguridad aquí —dijo Jonathan, mirando el jardín desde el ventanal al lado de la cama, mientras su servidumbre sacaba su ropa y pertenencias—. No creo que seas tan estúpida como para saltar desde el tercer nivel. No le respondí, ni siquiera lo miré. Nunca en mi vida había odiado tanto a alguien como ahora odiaba a ese hombre. Incluso me avergonzaba haber admirado su éxito por años en secreto, sin saber que era un tirano en toda regla. —Y recuerda mantenerte aquí, no quiero verte en el resto de la mansión. Sabes que no eres una invitada aquí —me recordó antes de salir, dejándome en un silencio incómodo con las chicas de servicio. ¿Tanto me odiaba como para prohibirme salir de l