—¡No! ¡Aléjese! Aunque traté de impedírselo, terminé con el rostro contra el colchón y con las manos tras la espalda, bien sujetas por una de las suyas, incapaz de soltarme. ¿Realmente iba a pasar? Estaba loco, era totalmente un demente. —¡¿Acaso perdió la cabeza?! —le grité, mirándolo sobre el hombro. Jonathan Verstappen estaba arrodillado justo detrás mío, sujetándome por las muñecas y sacándome el pantalón del pijama. El aire frío del aire acondicionado me puso la piel de gallina cuando quedé solo en bragas. —¿Realmente quieres saberlo? —me suspiró en el cuello, causándome un estremecimiento—. Tal vez sí he perdido la cabeza, porque de otra forma, no me explicaría porque ansío cogerme a la hermana del bastardo que me arrebató a Emily. Cerré los ojos cuando se llevó los dedos a los botones de la camisa, pero no los desabotonó como una persona normal, sino que oí como los desprendía de un tirón. —Sin duda debo estar loco, Suzanne —bajó la voz y sin que yo pudiera impedírselo, m
Luego de esa primera vez, él desapareció por el resto del día y yo permanecí todo el tiempo en la cama, mirando al techo, sin decir una palabra, tratando de recuperar fuerzas y procesar lo que había ocurrido entre él y yo. Había vivido hasta ese momento esperando conocer a un buen hombre al cuál me hiciera feliz entregarme, pensando que solo con él podría disfrutarlo. Pero, las cosas habían resultado muy diferente a mis planes. Un tipo molesto, al que despreciaba y al que parecían faltarle 2 pares de tornillos en la cabeza, había tomado mi virginidad y yo no había podido detenerlo. Lo que era peor, ¿lo había disfrutado? A pesar del dolor, el desprecio y rechazo, ¿acaso había gozado que me tomará? Por la noche, finalmente expiré hondo y con las piernas débiles, me levanté para darme una ducha, con la intención de borrar sus huellas y todo rastro suyo de mí. No obstante, cuando salí de la bañera y, envuelta en una toalla, dejé el baño, lo encontré esperando por mí sentado al borde de
Exactamente una semana más tarde, Jonathan Verstappen regresó a casa. Lo hizo durante la madrugada y fue directo a mi habitación. Entre sueños lo sentí arrancarme las sábanas que me envolvían y, al momento siguiente, ya tenía sus manos separándome las piernas y sus labios invadiendo los míos. —¿Has logrado avanzar en tu tarea, Suzanne? —me susurró con voz ronca, subiéndome la camiseta y llevando una diestra mano a mi espalda. Sentí el broche de mi bra abrirse y justo después su mano ya estaba acariciándome los pechos con verdaderas ansias. Me alcé sobre los codos, sintiendo una especie de calor arder desde mi vientre y llegando rápidamente a todas mis extremidades. —Espero buenas noticias tuyas —agregó con un jadeo y terminó el beso para verme bajo la tenue luz de la lampará de lectura al lado de la cama. Sonrojada, alcé la cabeza y lo observé arrodillado entre mis piernas, ya desnudo y erguido ante mí. Incluso sin tanta luz que lo iluminará, fui completamente capaz de apreciar el
Luego de un mes encerrada y sometida por ese hombre, volver al casino fue como emerger de lo profundo del mar y tomar el primer ansiado respiro. En el casillero, modelé mi uniforme con una gran sonrisa: una ceñida falta roja a media rodilla, una blusa blanca de mangas largas, medias oscuras y altos tacones negros. Nunca me había sentido más orgullosa de mi trabajo que en ese momento, cuando me veía con en el espejo y todo sabía a libertad. —¡Sue! La voz chillona de Annabelle, mi amiga, me hizo girarme con un sobresalto. Ella entró al vestidor de mujeres y me abrazó, casi haciéndome tropezar. Me reí. —¿Qué es esto? Ella se alejó, sus ojos marrones estaban algo llorosos. Anny era solo un año menor que yo, castaña y alta. —Pensé que habías renunciado. ¿Por qué desapareciste de la noche a la mañana? ¿Tu hermano también volvió? Mi emoción se tornó algo amarga y solo pude negar. Samuel era un cobarde y hablar de él no arreglaría nada. Mejor evité el tema y la tomé del brazo para c
Y la sensación caliente que comenzaba a recorrer mi cuerpo, se disipó de golpe. Lo miré, molesta y más ofendida que nunca. —No entiendo de qué habla... Solté un quejido bajo cuando envolvió mi cintura con un brazo y brusco me pegó a su pecho. Sonrió sin humor, mirándome con esos azules ojos cargados de incredulidad. —¿Crees que no te vigilo? Eres una descarada. Me llené de indignación. —Te vi abrazada a ese mocoso cuando llegué, como una niña, ¿te gustó tanto?Solté un pequeño grito cuando me sujetó del cuello y me aplastó contra el espejo a mis espaldas. Sí, definitivamente era un loco en todo el sentido del término. —¿Piensas que te dejé volver aquí para que coquetees con mis empleados? Hice un gesto y sujeté su muñeca, tratando de que me soltará. Temía que el escándalo atrajera la atención de algún compañero y nos vieran en esa situación comprometedora, conmigo sobre el lavabo y él entre mis piernas. —A usted... ¿por qué le importaría lo que yo haga con mi vida personal? —no
Ahora que Christian sabía todo y me apoyaba, lo que yo sentía por él solo se hizo más fuerte. Comencé a preguntarme sí, de no estar Jonathan Verstappen de por medio, podríamos él y yo haber tenido algo. Esa duda llenó mis pensamientos en los días siguientes, cada vez que llegaba al casino y nuestras miradas se cruzaban, compartiendo un gran secreto y complicidad. Y esa sensación solo creció cuando le avisaron que había obtenido el puesto de guardaespaldas para cuidar a una persona “importante” dentro la mansión Verstappen. Aunque nadie sabía se trataba de mí. Esa noche, después del trabajo, sus amigos abrieron una botella de champaña y festejamos con Cris por ese inesperado ascenso. —¡Seguramente el jefe buscaba seguridad para su esposa secreta! —bromearon los chicos. —¡Felicidades, Cris! —le susurré, escondiendo una sonrisa—. Y gracias. Con discreción, él tomó mi mano y la apretó. Mientras Anny y otros compañeros llenaban los vasos entre risas y bromas, Cris llevó los labios a m
¿A eso se había referido al decir que equilibraríamos la balanza? Azoté la puerta y me arranqué el costoso collar del cuello, sin importarme que se deshiciera en cristales a mis pies. Ardiendo en ira, paseé por toda mi habitación, maldiciéndolo de todas las formas que conocía. Nunca, en toda mi vida y posiblemente jamás, me fuese a topar con alguien tan despreciable como Verstappen. Y me desprecié a mí misma por haberme acostado con él ebria, dejando que me marcará el cuerpo y yo marcando el suyo. Durante más de dos horas, anduve inquieta, acercándome ocasionalmente a la puerta para oír algo, cualquier cosa... Pero luego me alejaba arrepentida y más molesta. Él me había humillado al echarme del comedor para quedarse con esa chica a solas, haciendo quién sabe qué. ¿Qué tipos de cosas dije sobre Cris que le molestaron tanto? No lo entendía, ¿acaso estaba celoso, herido en su ego? Finalmente, cerca de las 2 de la mañana, terminé tumbada en la cama, adormilada e incapaz de seguir des
Me desplomé encima de su pecho, jadeante y sin palabras para expresar todo lo que acababa de sentir. Mis piernas seguían estremeciéndose y en mi interior su cálida semilla seguía fluyendo. Era el primer orgasmo que experimentaba, se sentía como pararte sobre el borde del cielo y tirarte al vacío. Cuando alcé la mirada para ver la cara del hombre que acababa de darme el mejor placer de mi vida, lo descubrí con los párpados cerrados, ya durmiendo. En lugar de enfadarme, contuve una sonrisa. Acababa de venirse y ya dormía. Con un gesto bajé de él y me dirigí al baño. Mi cuerpo seguía caliente y lo único que deseaba era una ducha fría. Saqué las toallas y volví al cuarto, buscando el pijama. Entonces vi la botella de vino derramada a los pies de la cama. Suspirando me arrodillé y la levanté, luego metí la mano bajo la cama para saber hasta dónde había llegado el desastre. Fue en ese momento, que mis dedos se movieron a la base de la cama y rocé algo bien sujeto a la madera. Cuidando de