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Volví al casino, pero con los nervios a flor de piel. Jonathan resultaba ser más peligroso de lo que yo había anticipado, no, mejor dicho, era peor de lo que Samuel seguro creía. Hasta ahora, me tomaba sus amenazas contra mi hermano como un mero efecto de su odio, pero le creía incapaz de hacerle daño. Bueno, eso acababa de cambiar. Ahora sabía que Jonathan Verstappen era perfectamente capaz de ir tras mi hermano y matarlo. La vida de Samuel peligraba y él no lo sabía, por eso no respondía a mis llamadas. Sin embargo, yo lo sabía. Con la mayor calma que pude fingir, resistí el resto de la noche. Incluso cuando Jonathan regresó, yo aparenté no haber visto lo que vi y me comporté como siempre. Ambos bebimos y conversamos con sus invitados, yo aparentando ser su esposa y él fingiendo magníficamente no ser un criminal de alto cargo. Cuando llegamos a casa, él enseguida se arrancó la ropa y, totalmente ebrio, me sometió en la sala. —Hoy estás extrañamente cooperativa —apuntó jadeante, a
—¿No me dirás nada, Sue? Dejé mi bolsa sobre la cama del hotel, aun procesando ese beso en la carretera y todo lo que me había dicho. La idea de vivir juntos era muy apresurada, apenas nos habíamos acercado y Christian ya quería iniciar una vida de pareja conmigo. Noté sus brazos rodearme desde atrás con confianza, como sí ya fuésemos una pareja. —Vamos, Sue, solo dime que podremos intentarlo. Prometo hacerte feliz y protegerte toda mi vida. Me llevé una mano al pecho, sintiendo los torpes latidos de mi corazón. ¿Podríamos dar ese gran paso? Me asustaba aceptar y terminar en una relación que nunca me hiciera feliz. Pero era Christian, mi amigo y quién me había salvado de ese encierro, ¿debería aceptar sin más? En sus brazos, me giré y le sonreí, aparentando que todo iba bien. —Hablemos de nosotros después, ¿quieres? Ahora necesito ver a mi hermano. Habíamos llegado a New York por la tarde y apenas tenía el tiempo suficiente para ir a la cafetería donde lo había citado. Esa noc
Jamás, ni en mi peor pesadilla, imaginé que él me atraparía. Pero allí estaba, en New York, a medianoche, sujetándome del brazo y clavándome los dedos, sacándome del hotel y empujándome al frio asiento de su camioneta Cadillac. Antes de que cerrará mi puerta de un portazo, apenas alcancé a ver a Chris ser sacado del hotel a empujones y arrojado a otro coche. Jonathan subió al asiento del copiloto y encendió el motor. Me arrojo mi bolso a las piernas. —A la próxima, será mejor que revises lo que te llevas. Mientras salíamos a la autopista, mis manos nerviosas vaciaron el bolso y lo toqué con cuidado. Una parte abultada en la parte de abajo me hizo ponerme fría. —¿Piensas que no imaginaba que aún tenías la estúpida esperanza de irte? —escupió con rabia, apretando el volante y mirando la saturada carretera con ojos duros—. Por eso hice colocar un rastreador en cada una de las cosas que te compré. Solo para estar seguro. Apreté el costoso bolso negro de piel y cerré los ojos, sintién
Solo pocos días después de haber sido arrastrada devuelta a la mansión, con una seguridad a tope y un nulo contacto humano, empecé a presentar raros síntomas. La comida que Jonathan llevaba a mi habitación me producía asco de solo verla y la indigestión que había inventado cuando escapé, ahora se sentía real. —¿Hoy tampoco piensas comer? —su tono era irritable. Con el plato intacto, me levanté de la pequeña mesa y volví a la cama. Me cubrí con las sábanas hasta la cabeza, deseando que se marchará de una buena vez. Al poco rato él también se puso de pie y lo oí chasquear los dedos a su empleada para que recogiera todo. Nuestra relación estaba en un peligroso punto de quiebre, pero aun así él seguía forzándome a cenas y buscándome cada noche. Me trataba como su mujer y eso me confundía. Era duro al hablarme y no me perdonaba haber huido, pero seguía tomándome con el mismo deseo de siempre. —¿Sigues deprimida por no saber nada de tu amante? —pude palpar los celos en su voz. Aún me c
Aunque aún estaba a tiempo ¿tendría el valor de hacer algo contra esa situación inesperada? La verdad es que yo era tan cobarde como mi hermano, acababa de descubrirlo. Robert hizo pasar a Jonathan y Helen, mientras en la cama yo miraba a la nada con expresión ausente y lágrimas silenciosas corriendo por mi rostro, con un enredo de emociones agitándose en mi interior. —Ya tengo un diagnóstico, Jonathan. Sentí los ojos celestes de él posarse en mí. —¿Qué le ocurre? ¿Es grave? El médico negó y comenzó a recoger su equipo. —Su mujer no está enferma, solo embarazada de 4 semanas. Cerré los ojos al oírlo y quise fundirme con la cama, a la vez escuché a Helen proferir una sorprendida exclamación, él único que no reaccionó fue Jonathan. No escuché ni media palabra salir de su boca. —¿Embarazada? —inquirió Helen, aún escéptica—. ¿Estás seguro, Robert? —Hice una prueba de sangre. Es seguro. Asegúrate de cuidarla y pronto me contactaré para llevar el control. Me temblaban tanto los l
Mi embarazo cambió por completo nuestra dinámica. La noticia sobre el embarazo se esparció como un fuego por la casa y todos se enteraron de que yo tendría al primer hijo de Jonathan. Cecy fue la primera en felicitarme, incluso Helen cambió su trato conmigo y empezó a cuidar de mí. Pero, muy dentro de mi ser, la inseguridad persistía y el miedo. No me sentía lista para el largo proceso de la gestación, el parto me aterraba y verme criando a un bebé, se me hacía un futuro demasiado irreal. Una buena parte de mí aún moría por salir de allí e ir a casa, ver a mi hermano volver a salvo, pero había otra parte que se debatía entre lo que Jonathan llevaba tiempo provocándome y la gran responsabilidad de ese hijo. Semanas después, cuando Helen apareció en mi recamara con dos hombres y una enorme cuna, me quedé muda. Vi en silencio cómo la acomodaban junto a mi cama y ella enseguida comenzaba a prepararla, alistándola para el bebé que dormiría allí. —¿No estás emocionada, Sue? —preguntó apr
Ahora ya no sabía qué creer de Jonathan. No era tan terrible como pensaba. Amaba a su hijo y quería ser un buen padre para él. ¿Cómo podía seguir detestando a un hombre que me había mostrado que tenía un lado tan sensible y humano? Conformé pasaron los días y fui testigo de lo distinto que ahora era, más caí en una sorpresiva verdad: él me gustaba. Jonathan mandó a retirar las rejas que había colocado en las ventanas a mi llegada y también había mandado a rea mueblar mi habitación, devolviendo mis pertenencias y agregando un montón de cosas para el bebé. Observé cómo sus empleados acondicionaban un espacio para mi hijo y llenaban una parte de mi vestidor con prendas pequeñas en colores pastel. Recién me había enterado que el bebé dentro de mí era una niña. Saberlo me había dejado pasmada, igual que a Jonathan. Pero él saltó de emoción primero que yo, esa bebé se volvió su princesa y cada persona en esa casa la esperaba con mucho entusiasmo. Incluso ya había nombres para ella e infin
—¡Carajo, que repitas lo que dijiste, mujer! Su voz estremeció la habitación y mi alma. La ira en sus ojos había sustituido el jugueteo previo y su expresión cariñosa, el deseo, incluso el juicio. Cuando no pude hablar, me sujetó de los brazos y me aplastó contra la cama. —¡Maldita sea, Suzanne, habla ya! Parpadeé un par de veces, saliendo del miedo y reaccionando. Lo primero que hice, fue llevarme una mano a mi vientre a modo de protección. Sus ojos celestes siguieron mis movimientos y entonces Jonathan se alejó de golpe. Bajó de la cama y se paseó de allá para acá con una mano en la cara, tratando de controlarse. —Dime lo que sabes —su voz fue baja y siseante. Volví a sentarme y con la cabeza gacha por la culpa, comencé a contarle todo. Le hablé sobre lo que vi esa noche en el aniversario del casino, su identidad como sicario y mi preocupación por Samuel. Le confesé que hui a Nueva York con la única intención de reunirme con mi hermano y alertarlo, decirle que volviera con Emil