ROMPIMIENTO

—¡Carajo, que repitas lo que dijiste, mujer!

Su voz estremeció la habitación y mi alma. La ira en sus ojos había sustituido el jugueteo previo y su expresión cariñosa, el deseo, incluso el juicio. Cuando no pude hablar, me sujetó de los brazos y me aplastó contra la cama.

—¡Maldita sea, Suzanne, habla ya!

Parpadeé un par de veces, saliendo del miedo y reaccionando. Lo primero que hice, fue llevarme una mano a mi vientre a modo de protección. Sus ojos celestes siguieron mis movimientos y entonces Jonathan se alejó de golpe. Bajó de la cama y se paseó de allá para acá con una mano en la cara, tratando de controlarse.

—Dime lo que sabes —su voz fue baja y siseante.

Volví a sentarme y con la cabeza gacha por la culpa, comencé a contarle todo. Le hablé sobre lo que vi esa noche en el aniversario del casino, su identidad como sicario y mi preocupación por Samuel. Le confesé que hui a Nueva York con la única intención de reunirme con mi hermano y alertarlo, decirle que volviera con Emil
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