Me pregunté qué desencadenaría la discusión de esa noche y su promesa de llevar una vida donde yo no fuera una limitante. Me llenó de inquietud pensar qué haría Jonathan y cómo me afectarian sus acciones. Aunque por días no hizo nada, se mantenía sumergido en el trabajo, iba de la casa al trabajo sin mirar a otro lado.Bajo ese actuar, llegué a pensar que no haría nada, que sus amenazas no tendrían un fin y que seguro todo lo dijo para hacerme sentir nerviosa. Pero me equivoqué, una noche Cecy entró estrepitosamente a mi habitación con expresión sorprendida.—El señor Vertappen te espera abajo, Sue —me dijo evadiendo mi mirada.Hice una mueca de extrañeza, no solo por su actitud evasiva, sino porque Jonathan desde nuestra pelea no me dirigía la palabra, ni siquiera me buscaba. —Quiere que cenes con él —agregó, presionándome.Dejé el libro que leía y salí de la habitación con ella caminando detrás mío. Y solo cuando estabamos por llegar al comedor, fue que Cecy me dio información.—Sas
No tomé nada ni me llevé siquiera ropa, solo abandoné el comedor donde cenaba con Sasha y aprovechándo la soledad de la casa, corrí al exterior y subí al auto de esa mujer. Lo llevé a la salida y con el corazón en la garganta, esperé a que los vigilantes me detuvieran.Pero, por primera vez desde que vivía allí, nadie apareció para detenerme y salí sin el menor percance. Pero cuando me interné en las calles, no supe a donde ir. No tenía dinero para salir de la ciudad y hacer otra vida, y tampoco podía ir a mi viejo departamento, porque seguro allí me buscarían primero. Tampoco podía acudir a Cris, Jonathan sospecharía de él y seguramente esa misma noche irrumpiría en su casa.Despues de pensarlo mucho e incluso llegar a pensar en regresar, rendida a la mansión, me acordé de mi amiga en el casino. Anabelle. Puse el coche en movimiento y me dirigí a su casa. Ella se sorprendió mucho cuando llamé a su timbre y salió, viendo que era yo.—¿Sue?Sonreí con esfuerzo. La mirada sorprendida de
Sasha miró en torno y torció el gesto ante el pequeño espacio que era el departamento de Annabelle. Y yo sentí el impulso de perdirle que se fuera, no obstante, seguro estaba allí por una buena razón.—¡Sue!Cris pasó al lado de la mujer y me alcanzó. Me abrazó y expiró lleno de alivio. Yo también lo abracé, aunque no sabía qué hacía él allí.—¡Cris! —hundí la cara en su hombro.—Esta mujer me contactó —me dijo Cris sin soltarme—. Me pidió que viniera con ella si quería verte.Entorné los ojos y la miré a ella. Incluso cuando Cris y yo nos separamos, seguí mirandola con recelo. Estaba feliz de verlo, pero no pensaba agradecerselo.—¿Quién eres? —inquirió Anny, sin saber qué ocurría allí.Sasha le dirigió una breve mirada despectiva y luego se centró en mí. Dejó su bolso costoso sobre un sillón y caminó por el departamento con los brazos cruzados bajo el escote.—Jonathan está desesperado. Tiene un humor terrible que no puedo soportar ahora.Se detuvo y miró su reloj con cansancio.—Le
Cris y yo nos instalamos en una pequeña ciudad, a dos días de dejar Las Vegas. Con el dinero de Sasha, rentamos un pequeño departamento y compramos algunos muebles. Luego acudimos a un hospital para llevar el control de mi embarazo y establacer la fecha de parto. Cris no trató de hacer nada conmigo, fue un caballero y nos quedamos en habitaciones separadas. Él consiguió empleo y yo me encargué del hogar, como sí fuesemos un matrimonio tradicional. Lo despedía por las mañanas desde la puerta, como una esposa y al volver, lo esperaba con la cena. Pero no iba más allá. Nuestra relación era más como compañeros de renta, no como amantes.—Aquella mujer me dio su numero —me dijo a los pocos días de instalarnos.Me mostró su celular, en la cena. En una foto muy clara, vi un rostro imposible de olvidar. Un hombre alto y esbelto, joven, de cabellos rubios y un perfil atractivo. Era Jonathan.Aparté la vista enseguida, con el dolor contrayendo mi corazón. No quería saber más de él, era doloros
Esa noche la casa estaba llena, había clientes y apuestas en cada mesa, la música resonaba por las salas y las bebidas llegaban una tras otra. Miré a los apostadores en mi mesa y con una sonrisa profesional les coloqué 2 cartas delante de cada uno. El juego de esa noche era el blackjack, un juego de cartas sencillo donde ganaba quién se acercará más a los 21 puntos con solo 3 cartas, y yo era quién dirigía el juego, era la Crupier. —¿Podría invitarte un trago, preciosa? —musitó a uno de los apostadores, estirando los dedos sobre la mesa y acariciando mi mano—. Cuando acabe esto, ¿qué tal sí te llevo a cenar? Reprimí una expresión de desagrado. Ya llevaba 3 años trabajando en ese casino y los clientes siempre me pedían cenas, salidas, citas e incluso intimidad, pero ya había aprendido a manejar todo eso. Mi trabajo consistía en ser mejor que ellos y sacarles cuanto dinero pudiera. —Nena, ¿me rechazarás un simple trago? —insistió el hombre. Con cortesía le sonreí al cliente y reve
Ni siquiera me permitió vestirme, solo fue mi habitación para tomar mi celular y luego me llevó a la calle. —Llamarás a tu despreciable hermano y solucionaremos esto —dijo empujándome al interior de una camioneta negra con los cristales polarizados. En vano traté de abrir la puerta para escapar, él las aseguró todas y después de ponerse al volante, se puso en movimiento. Bajo las ultimas luces del día, la camioneta recorrió las calles a gran velocidad. Nerviosa, me abracé a mí misma, tenía frío y no traía blusa, además, ese hombre me ponía los pelos de punta. No sabía qué pretendía hacer conmigo, había dicho que me usaría para forzar a Samuel a devolverle a su hermana, pero yo no entendía cómo haría eso. ¿Qué pasaría con mi trabajo? Debía ir al casino, tenía cuentas qué pagar. Luego de un tiempo, la camioneta disminuyó la velocidad, hasta detenerse de golpe. Jonathan bajó y me forzó a salir con él. A alzar la vista, me sorprendió ver que estaba frente a una enorme mansión de muro
En la madrugada desperté con un sobresalto, con el corazón latiendo a mil por hora y empapada en sudor. La noche era oscura y silenciosa, solo interrumpida por el sonido de las luces de la ciudad que brillaban como estrellas en el cielo. Me senté en la cama y miré al alrededor, intentando recordar dónde estaba. Y como un golpe, volvió a mi mente todo lo que había pasado esa tarde conmigo y ese hombre. Recordé cómo él había aparecido en mi departamento, me había llevado a su mansión y cómo Samuel se negó a regresar, condenándome a ser una rehén.La mansión de Jonathan Verstappen era un lugar de lujo y opulencia, pero en ese momento, parecía un lugar de encierro y prisión. Ya no me parecía nada bonita y solo quería salir de allí e irme a casa. La habitación era grande y lujosa, con una cama de matrimonio que parecía haber sido diseñada para un rey. Pero yo no era una reina. Era solo una chica normal, que había sido tomada como moneda de cambio por su desquiciado jefe y ahora, se encont
El alféizar bajo mis pies descalzos se sentía frio, igual que el viento que me daba en la cara, y las manos me temblaban mientras observaba el suelo muy por debajo de mí. ¿Sobreviviría a la caída? Fijé los ojos en el árbol, muy cercano a la ventana y traté de vislumbrar sus brazos en plena oscuridad. Si llegaba a ellas, ¿lograría escapar? Debía hacerlo, sí fallaba, ¿qué me esperaría? No lo pensé demasiado, solo tomé valor y me impulsé tanto como pude, y salté al exterior. Enseguida sentí el golpe de las hojas contra la cara y luego las ramas, hasta que pude sujetarme a un brazo. Sin embargo, mi agarre no fue suficiente y resbalé, golpeándome mientras caía... Contuve un grito cuando me di de lleno contra el césped y por un momento permanecí tendida allí, aturdida de dolor y a punto de desmayarme. No había anticipado que saltaría desde 4 metros. Mientras trataba de mantenerme consciente, vi las luces de la primera planta encenderse y voces urgidas llenar el silencio. ¿Ya se habían da