Jamás, ni en mi peor pesadilla, imaginé que él me atraparía. Pero allí estaba, en New York, a medianoche, sujetándome del brazo y clavándome los dedos, sacándome del hotel y empujándome al frio asiento de su camioneta Cadillac. Antes de que cerrará mi puerta de un portazo, apenas alcancé a ver a Chris ser sacado del hotel a empujones y arrojado a otro coche. Jonathan subió al asiento del copiloto y encendió el motor. Me arrojo mi bolso a las piernas. —A la próxima, será mejor que revises lo que te llevas. Mientras salíamos a la autopista, mis manos nerviosas vaciaron el bolso y lo toqué con cuidado. Una parte abultada en la parte de abajo me hizo ponerme fría. —¿Piensas que no imaginaba que aún tenías la estúpida esperanza de irte? —escupió con rabia, apretando el volante y mirando la saturada carretera con ojos duros—. Por eso hice colocar un rastreador en cada una de las cosas que te compré. Solo para estar seguro. Apreté el costoso bolso negro de piel y cerré los ojos, sintién
Solo pocos días después de haber sido arrastrada devuelta a la mansión, con una seguridad a tope y un nulo contacto humano, empecé a presentar raros síntomas. La comida que Jonathan llevaba a mi habitación me producía asco de solo verla y la indigestión que había inventado cuando escapé, ahora se sentía real. —¿Hoy tampoco piensas comer? —su tono era irritable. Con el plato intacto, me levanté de la pequeña mesa y volví a la cama. Me cubrí con las sábanas hasta la cabeza, deseando que se marchará de una buena vez. Al poco rato él también se puso de pie y lo oí chasquear los dedos a su empleada para que recogiera todo. Nuestra relación estaba en un peligroso punto de quiebre, pero aun así él seguía forzándome a cenas y buscándome cada noche. Me trataba como su mujer y eso me confundía. Era duro al hablarme y no me perdonaba haber huido, pero seguía tomándome con el mismo deseo de siempre. —¿Sigues deprimida por no saber nada de tu amante? —pude palpar los celos en su voz. Aún me c
Aunque aún estaba a tiempo ¿tendría el valor de hacer algo contra esa situación inesperada? La verdad es que yo era tan cobarde como mi hermano, acababa de descubrirlo. Robert hizo pasar a Jonathan y Helen, mientras en la cama yo miraba a la nada con expresión ausente y lágrimas silenciosas corriendo por mi rostro, con un enredo de emociones agitándose en mi interior. —Ya tengo un diagnóstico, Jonathan. Sentí los ojos celestes de él posarse en mí. —¿Qué le ocurre? ¿Es grave? El médico negó y comenzó a recoger su equipo. —Su mujer no está enferma, solo embarazada de 4 semanas. Cerré los ojos al oírlo y quise fundirme con la cama, a la vez escuché a Helen proferir una sorprendida exclamación, él único que no reaccionó fue Jonathan. No escuché ni media palabra salir de su boca. —¿Embarazada? —inquirió Helen, aún escéptica—. ¿Estás seguro, Robert? —Hice una prueba de sangre. Es seguro. Asegúrate de cuidarla y pronto me contactaré para llevar el control. Me temblaban tanto los l
Mi embarazo cambió por completo nuestra dinámica. La noticia sobre el embarazo se esparció como un fuego por la casa y todos se enteraron de que yo tendría al primer hijo de Jonathan. Cecy fue la primera en felicitarme, incluso Helen cambió su trato conmigo y empezó a cuidar de mí. Pero, muy dentro de mi ser, la inseguridad persistía y el miedo. No me sentía lista para el largo proceso de la gestación, el parto me aterraba y verme criando a un bebé, se me hacía un futuro demasiado irreal. Una buena parte de mí aún moría por salir de allí e ir a casa, ver a mi hermano volver a salvo, pero había otra parte que se debatía entre lo que Jonathan llevaba tiempo provocándome y la gran responsabilidad de ese hijo. Semanas después, cuando Helen apareció en mi recamara con dos hombres y una enorme cuna, me quedé muda. Vi en silencio cómo la acomodaban junto a mi cama y ella enseguida comenzaba a prepararla, alistándola para el bebé que dormiría allí. —¿No estás emocionada, Sue? —preguntó apr
Ahora ya no sabía qué creer de Jonathan. No era tan terrible como pensaba. Amaba a su hijo y quería ser un buen padre para él. ¿Cómo podía seguir detestando a un hombre que me había mostrado que tenía un lado tan sensible y humano? Conformé pasaron los días y fui testigo de lo distinto que ahora era, más caí en una sorpresiva verdad: él me gustaba. Jonathan mandó a retirar las rejas que había colocado en las ventanas a mi llegada y también había mandado a rea mueblar mi habitación, devolviendo mis pertenencias y agregando un montón de cosas para el bebé. Observé cómo sus empleados acondicionaban un espacio para mi hijo y llenaban una parte de mi vestidor con prendas pequeñas en colores pastel. Recién me había enterado que el bebé dentro de mí era una niña. Saberlo me había dejado pasmada, igual que a Jonathan. Pero él saltó de emoción primero que yo, esa bebé se volvió su princesa y cada persona en esa casa la esperaba con mucho entusiasmo. Incluso ya había nombres para ella e infin
—¡Carajo, que repitas lo que dijiste, mujer! Su voz estremeció la habitación y mi alma. La ira en sus ojos había sustituido el jugueteo previo y su expresión cariñosa, el deseo, incluso el juicio. Cuando no pude hablar, me sujetó de los brazos y me aplastó contra la cama. —¡Maldita sea, Suzanne, habla ya! Parpadeé un par de veces, saliendo del miedo y reaccionando. Lo primero que hice, fue llevarme una mano a mi vientre a modo de protección. Sus ojos celestes siguieron mis movimientos y entonces Jonathan se alejó de golpe. Bajó de la cama y se paseó de allá para acá con una mano en la cara, tratando de controlarse. —Dime lo que sabes —su voz fue baja y siseante. Volví a sentarme y con la cabeza gacha por la culpa, comencé a contarle todo. Le hablé sobre lo que vi esa noche en el aniversario del casino, su identidad como sicario y mi preocupación por Samuel. Le confesé que hui a Nueva York con la única intención de reunirme con mi hermano y alertarlo, decirle que volviera con Emil
Apenas bajé del coche, corrí al casino lo más rápido que pude y pregunté por Christian. Sus amigos me dijeron que se encontraba en los vestidores y yo me apresuré a buscarlo. Lo encontré a punto de irse. Al verme, se detuvo y se quedó mirándome fijamente, mejor dicho, se quedó mirando mi vientre, ya bastante visible aún bajo la ropa. —Todos comentan que la mujer de Verstappen está embarazada, supongo que es verdad. Me llevé a mano al vientre y solo en ese momento fui consciente de la enorme sorpresa que debía ser eso para él. Yo le gustaba y él, hasta hace poco, también me gustaba. Pero ahora tantas cosas habían cambiado. Yo esperaba al bebé de Jonathan y, aunque no quería, mis sentimientos estaban con él. —Cris, lo siento —me disculpé acercándome. —Supongo que esto significa que rechazas mis sentimientos, ¿no, Sue? —sonrió con tristeza. Lo observé ir y venir por todo el vestidor, recogiendo sus cosas y alistándose para irse. —Verstappen me mantuvo encerrado en una casa algunos
Por los próximos días, permanecí sola en ese piso bajo suelo. Claro que el personal seguía acudiendo para mis comidas y cuidados, pero en cuando terminaban, la puerta se cerraba con llave y no volvía a abrirse hasta que Jonathan me visitaba. Por él supe que había extendido a sus hombres por todo el país, empezando por Nueva York, en busca de mi hermano. Aunque aún no daban con él y eso frustraba a Jonathan. Le hacía desesperarse más a cada día y la angustia por su hermana lo tenía de un humor insoportable. —¿Cómo está mi hija? —me preguntó una noche, sacándose la chaqueta y colgándola en un perchero. Entendí que se quedaría a dormir, a veces lo hacía. Cuando se sentía abrumado, su salida era buscarme. —Bien —dije a secas. Piqué la fruta que Cecy me había traído hacía poco, pero que mis malestares no me dejaban probar. —¿Estás segura? Me quitó el plato y yo tuve que verlo, sentado al otro lado de la mesa, justo frente a mí. —Robert me visitó y dijo que todo va bien —agregué en