En la madrugada desperté con un sobresalto, con el corazón latiendo a mil por hora y empapada en sudor. La noche era oscura y silenciosa, solo interrumpida por el sonido de las luces de la ciudad que brillaban como estrellas en el cielo.
Me senté en la cama y miré al alrededor, intentando recordar dónde estaba. Y como un golpe, volvió a mi mente todo lo que había pasado esa tarde conmigo y ese hombre. Recordé cómo él había aparecido en mi departamento, me había llevado a su mansión y cómo Samuel se negó a regresar, condenándome a ser una rehén.
La mansión de Jonathan Verstappen era un lugar de lujo y opulencia, pero en ese momento, parecía un lugar de encierro y prisión. Ya no me parecía nada bonita y solo quería salir de allí e irme a casa.
La habitación era grande y lujosa, con una cama de matrimonio que parecía haber sido diseñada para un rey. Pero yo no era una reina. Era solo una chica normal, que había sido tomada como moneda de cambio por su desquiciado jefe y ahora, se encontraba en la mansión de ese hombre, en el papel de "rehén".Con cuautela bajé de la cama y me dirigí a la ventana, intentando ver algo más allá de la oscuridad. Pero la ventana estaba asegurada y al bajar la vista, vio que el suelo estaba muy lejos de mí.
¿Podría saltar sí era necesario? No me creía capaz.Maldiciendo por lo bajo me deslicé hasta el suelo, llevándo mis piernas al pecho. No sabía qué hacer. No quería permanecer 3 meses en esa casa, quería volver a mi vida y a mi trabajo en el casino. ¿Pero él lo permitiría? Jonathan era un hombre desconsiderado y temperamental, un hombre que no se dejaba ganar por nadie.
Y ahora yo me encontraba en su mansión, a merced de él, y todo por culpa de Samuel. No pude evitar detestarlo. ¿En qué momento había terminado enredadame en ese asunto?
—No voy a quedarme, debo irme de aquí —me dije, recorriendo la habitación con la mirada, buscando una salida. No estaba dispuesta a pagar los errores de mi hermano.
Un momento después, me levanté del suelo y me dirigí a la puerta, tomé la perilla, intentando abrirla. Pero estaba cerrada, y no había manera de forzar la cerradura. Aun así, sacudí violentamente, dispuesta a romperla sí podía.
Pero antes de que pudiera ir más lejos, escuché un sonido viniendo del otro lado. Un momento después, la puerta se abrió violentamente, me alejó de un salto, pero terminé cayendo al suelo.
—¿Qué estás haciendo, mujer? —preguntó Jonathan al verme en el piso, su voz era recelosa y peligrosa.Tragando fuerte, me levanté y acallando el miedo que me inspiraba, me dirigí a él, intentando mantener la calma.
—Estoy intentando irme, señor Verstappen —le dije con voz firme—. No voy a quedarme aquí, porque nada de esto tiene que ver conmigo.
Pensé que vería aparecer al mismo tipo enfurecido de antes, pero Jonathan solo se rió de mí. Su risa era tan atractiva como él mismo y entendí porque ese tipo era tan popular entre las clientas del casino.
—¿Irte? ¿Crees que tienes ese derecho?
—dijo él, ladeándo su perfecto rostro y mirándome con fingida pena—. Estás en mi mansión, y no hay manera de salir, al menos, no para ti. Culpa a Miller por eso.Noté el terror inundándome. Había pensado que, sí hablaba civilizadamente con él, podría hacerlo entrar en razón y darse cuenta de que yo no tenía nada que ver con los errores de Samuel. Qué equivocada.
—Tu hermano es un estúpido y tú eres mi única manera de forzarlo a regresar con mi hermana —agregó, extendiendo una mano y pasando delicadamente los dedos por mi enredado cabello oscuro.
Apretó las manos, sintiendo una creciente repulsión hacía ese tipo.
—Yo... no sé cómo forzarlo a volver —confesé.
Jonathan acarició mi mejilla con el dorso de los dedos, a la vez que curvaba los labios.
—Volverá, sí es que le importas. Sí quieres irte, esfuérzate y llámalo todos los días. Logra que ese malnacido regrese cuanto antes y, sobretodo, que lo haga con Emily.
Estaba atrapada, y no había manera de escapar. Ahora tenía la certeza de que Jonathan Verstappen no entendía razones, estaba cegado por el deseo de recuperar a su hermana y ni en cien años me dejaría ir, no mientras yo fuera su única moneda de cambio para lograr que Samuel volviera con la chica.
¿Iba a quedarme y soportar vivir con él como su rehén?
—¿Qué piensa hacer conmigo en ... esos 3 meses? —le pregunté en voz baja, intentando mantener la calma, pero queriendo saber qué esperar de ese hombre.
Jonathan se inclinó hacía mí, al tiempo que sus labios formaban una sonrisita nada dulce.
—Voy a hacer contigo lo que quiera —suspiró contra mi piel—. Y tú vas a hacer lo que yo diga.
Sintió un escalofrío subir por su columna y apretar mi corazón. ¿A qué se refería con eso?
—No puede forzarme a nada —lo miré con las mejillas rojas.
Al ver mi expresión molesta, él solo meneó la cabeza y se apartó con una sonrisa llena de cruel burla. Con una celeste mirada repleta de rechazo, me miró de pies a cabeza y luego torció el gesto.
—No vayas tan lejos, no me interesas.
Y dando un repentino paso hacía mí, me sujetó por la nuca y acercó su rostro al mío. De repente su mirada se había vuelto oscura, el azul claro y cristalino habitual, se había tornado en un azul profundo e intenso, rodeado por un marcado anillo color negro.
—¿Crees que me tienta tocar a la hermana del bastardo que se llevó a mi hermana? No me importas más allá de tu utilidad.
En sus palabras estaba impregnado el mismo odio de antes, cuando se apareció encima mío horas antes.
—No te preocupes sin razón —agregó con desagrado, mientras sus dedos presionaban mi nuca con excesiva fuerza—, para mí no eres una mujer, solo una herramienta con un único fin: hacer que tu imbécil hermano regrese y me devuelva lo que me robó.
Mi respiración se aceleró y no solo por el miedo. Jonathan tenía fama de ser un controlador, así manejaba sus negocios y su vida personal, ¿pero incluso era así con su hermana? ¿Por eso ella había decidido huir con Samuel a la primera oportunidad?
—Emily debe odiarte —se me salió decirle y vio cómo sus encantadores ojos celeste se volvían grandes.
Un instante despues, no lo venir, pero me empujó y caí sobre la mullida cama a mis espaldas. Apenas un segundo despues, Jonathan ya estaba sobre mí.
—¿Esto es una provocación tuya, mujer? —inquirió en un tono bajo y peligrosamente dulce, agachándose y mirándome a los ojos con una inquietante mirada brillando en tonalidades azules—. Sí lo es, te advierto que no sigas. Mi hermana no es asunto tuyo, ¿comprendido?
Tragué con la garganta seca, incapaz de decir nada. Jonathan era un desastre, exitoso y apuesto, pero aterrador. En secreto lo había admirado, era un jefe atractivo e inteligente, atraía clientes y tenía los casinos más populares de las Vegas... Pero ahora que lo conocía, solo podía ver que era un sociopata de lo peor.
—¿Ya has entendido cómo debes portarte? —inquirió, tomándome por el mentón y posando sus labios en los míos sin aviso.
Lo sentí sonreír contra mi boca, divertido por mi reacción sorprendida. Y cómo sí buscará provocarme, acarició mis labios con la punta de la lengua y se rió cuando furiosa traté de empujarlo por el pecho.
—A decir verdad, eres bonita —llevó la yema del pulgar a mi boca y presionó el húmedo labio inferior con suavidad, disfrutando ver cómo me ponía roja—. Sería entretenido juguetear contigo un tiempo...
Su mano viajó hasta mi cabello, entrelazándose con las hebras de fino cabello negro. ¿Realmente me quedaría y soportaría eso? Entonces recordé algo. Recordé que había una manera de escapar por mi propio pie, no sabía si funcionaría, pero era mi única opción si no quería vivir 3 largos meses al lado de ese hombre.
Y entonces tomé una decisión arriesgada. Decidí que iba a intentar escapar por cualquier medio, a pesar de todo. Iba a intentar encontrar una manera de salir de la mansión, a pesar de la peligrosa presencia de Jonathan y entonces me mudaría de las Vegas, lejos de él y de mi hermano.
Me sentí un poco más segura después de decidirlo. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para liberarme de la mansión y de la presencia de Jonathan Verstappen.
—¿Qué edad tienes, mujer? —preguntó con una inesperada voz rasposa—. ¿Podrías entretener a un hombre cerca de sus 30, como yo?
Contuve una mueca, ¿de repente mostraba interés en mi edad? ¿Trataba de manipularme?
—Tengo 22 años y 3 trabajando para usted en su casino —le recordé, enfatizando que él era mi jefe.
¿Por ética profesional podría quizás dejarme ir? Comencé a ilusionarse con esa posibilidad, pero en lugar de hacerlo, él se inclinó aún más y, sujetándome por la mandibula, me hizo mostrarle el cuello.
Jadeé cuando lo sentí depositar un beso en esa zona tan sensible de mi piel. Noté la piel caliente.
—Sí, sería divertido llevar esto más lejos.... —musitó como para sí, irguiéndose de pronto.
Sentí tanto alivio cuando dejé de sentir su pecho sobre el mío, pero él me observó con sus cristalinos ojos más oscuros que nunca.
—Hasta que logres que tu estúpido hermano regrese, podría divertirme contigo...
Mis ojos se volvierón grandes y comencé a negar, entonces él soltó una risotada y me dio un ultimo beso seco en la boca. Cuando me miró de nuevo, parecía haber cambiado de humor en un instante.
—Pero cómo te dije, no me interesas y sí no quieres que ocurra nada entre tú y yo, a partir de ahora, será mejor para ti mantenerte en silencio y fuera de mi vista.
Dicho esto, bajó de mí como si nada y salió de la habitación. Mientras mis oídos zumbaban y mi piel ardía, escuché como ponía el seguro a la puerta y luego cómo se alejaba por el largo pasillo. ¿Lo que sentía era atracción o desprecio?
Agitando la cabeza, reprimí esas molestas sensaciones y comencé a explorar la habitación en busca de cualquier cosa que pudiera ayudarme a escapar esa misma noche. Busqué en los armarios, en los cajones y en cualquier lugar donde pudiera encontrar algo útil y después de unos minutos de búsqueda, encontré un pequeño cuchillo en el cajón de una mesa.
Luego de tomarlo me apresure hacía la ventana y con todas mis fuerzas metí la hoja entre los marcos y comencé a forzarla. Después de un momento de lucha, escuchó con emoción como el pestillo cedía.
Sonríendo empujé el cristal y suspiré aliviada cuando sentí el golpe del helado viento contra las mejillas, era fresco y limpio. La noche era oscura, pero podía ver la silueta de un árbol cerca de la ventana.Conocía bien a mi hermano, Samuel era un cobarde, ¿realmente volvería sí se lo pedía día tras día, durante 3 meses? ¿Me amaba lo suficiente cómo para regresar y enfrentarse a Jonathan Verstappen? ¿O elegiría seguir huyendo con su novia Emily, olvidándose de mí? La respuesta era clara.
Puse un pie en el alféizar de la ventana y me preparé para saltar al vacío.
El alféizar bajo mis pies descalzos se sentía frio, igual que el viento que me daba en la cara, y las manos me temblaban mientras observaba el suelo muy por debajo de mí. ¿Sobreviviría a la caída? Fijé los ojos en el árbol, muy cercano a la ventana y traté de vislumbrar sus brazos en plena oscuridad. Si llegaba a ellas, ¿lograría escapar? Debía hacerlo, sí fallaba, ¿qué me esperaría? No lo pensé demasiado, solo tomé valor y me impulsé tanto como pude, y salté al exterior. Enseguida sentí el golpe de las hojas contra la cara y luego las ramas, hasta que pude sujetarme a un brazo. Sin embargo, mi agarre no fue suficiente y resbalé, golpeándome mientras caía... Contuve un grito cuando me di de lleno contra el césped y por un momento permanecí tendida allí, aturdida de dolor y a punto de desmayarme. No había anticipado que saltaría desde 4 metros. Mientras trataba de mantenerme consciente, vi las luces de la primera planta encenderse y voces urgidas llenar el silencio. ¿Ya se habían da
La nueva habitación donde me recluyeron, resultó ser la habitación del mismo Jonathan Verstappen, por eso era mucho más grande y lujosa que la anterior. Al día siguiente de mi intento de huida, escuché como venían personas y ponían barrotes en las ventanas del primer y segundo nivel. —No es necesario colocar seguridad aquí —dijo Jonathan, mirando el jardín desde el ventanal al lado de la cama, mientras su servidumbre sacaba su ropa y pertenencias—. No creo que seas tan estúpida como para saltar desde el tercer nivel. No le respondí, ni siquiera lo miré. Nunca en mi vida había odiado tanto a alguien como ahora odiaba a ese hombre. Incluso me avergonzaba haber admirado su éxito por años en secreto, sin saber que era un tirano en toda regla. —Y recuerda mantenerte aquí, no quiero verte en el resto de la mansión. Sabes que no eres una invitada aquí —me recordó antes de salir, dejándome en un silencio incómodo con las chicas de servicio. ¿Tanto me odiaba como para prohibirme salir de l
—No sabíamos que Verstappen se hubiese casado. Sonreí con esfuerzo, caminando de puntillas sobre el hilo entre la verdad y la mentira. Quería decirle al invitado frente a mí que yo no estaba casada con ese tipo, que en realidad era una prisionera allí, convertida injustamente en rehén. —¡Y menos sabíamos que su mujer fuese tan bella! —sonrió y chocó su copa con la mía, tan alegre por nosotros—. ¡Enhorabuena por la boda, Jonathan! Me tensé cuando otra copa se unió al brindis, la de mi supuesto marido. Estaba al lado mío, sujétandome contra su costado con un brazo firme. —Gracias, Demetri. Suzanne y yo estamos muy felices —fue su descarada respuesta. Los tres nos llevamos el vino a la boca, pero yo solo fingí beber, no quería embriagarme y decir más de lo debido. Aunque mi hermano fuese un cobarde de lo peor, yo no podía dejar que Jonathan lo culpará de cosas que nunca hizo. —A propósito, ¿cómo se conocieron? —otro invitado de Jonathan hizo la pregunta del millón—. Nunca la había
Apenas dormí nada, en cuanto el sol se asomó por las ventanas, salí de la cama y me asomé al pasillo. Estaba vacío. Lo había pensado toda la noche, preguntándome sí podía ser cierto y llegué a la conclusión de que debía saberlo, antes de que mi tiempo allí se alargará. ¿Jonathan Verstappen pertenecía a la mafia? Y sí era cierto, ¿qué papel tendría dentro de ese peligroso sistema? En el mayor silencio, me puse a buscar en los muebles cualquier cosa que me dijera algo sobre él. Después de todo, esa era su habitación y quizás allí hubiera algo que me dijera sí yo estaba viviendo en la casa de un mafioso, sí mi hermano y yo peligrábamos... Mientras seguía buscando, escuché un ruido detrás de mí. Me volví de golpe y vi a Jonathan de nuevo, estaba de pie en mi puerta, con la llave de la cerradura en un mano, en pijama, y esta vez con una sonrisa amplia en su rostro. Parecía estar de mejor humor que durante la noche. Mucho mejor. —¿Qué estás haciendo, mujer? —preguntó, su voz suave y p
Esa noche la casa estaba llena, había clientes y apuestas en cada mesa, la música resonaba por las salas y las bebidas llegaban una tras otra. Miré a los apostadores en mi mesa y con una sonrisa profesional les coloqué 2 cartas delante de cada uno. El juego de esa noche era el blackjack, un juego de cartas sencillo donde ganaba quién se acercará más a los 21 puntos con solo 3 cartas, y yo era quién dirigía el juego, era la Crupier. —¿Podría invitarte un trago, preciosa? —musitó a uno de los apostadores, estirando los dedos sobre la mesa y acariciando mi mano—. Cuando acabe esto, ¿qué tal sí te llevo a cenar? Reprimí una expresión de desagrado. Ya llevaba 3 años trabajando en ese casino y los clientes siempre me pedían cenas, salidas, citas e incluso intimidad, pero ya había aprendido a manejar todo eso. Mi trabajo consistía en ser mejor que ellos y sacarles cuanto dinero pudiera. —Nena, ¿me rechazarás un simple trago? —insistió el hombre. Con cortesía le sonreí al cliente y reve
Ni siquiera me permitió vestirme, solo fue mi habitación para tomar mi celular y luego me llevó a la calle. —Llamarás a tu despreciable hermano y solucionaremos esto —dijo empujándome al interior de una camioneta negra con los cristales polarizados. En vano traté de abrir la puerta para escapar, él las aseguró todas y después de ponerse al volante, se puso en movimiento. Bajo las ultimas luces del día, la camioneta recorrió las calles a gran velocidad. Nerviosa, me abracé a mí misma, tenía frío y no traía blusa, además, ese hombre me ponía los pelos de punta. No sabía qué pretendía hacer conmigo, había dicho que me usaría para forzar a Samuel a devolverle a su hermana, pero yo no entendía cómo haría eso. ¿Qué pasaría con mi trabajo? Debía ir al casino, tenía cuentas qué pagar. Luego de un tiempo, la camioneta disminuyó la velocidad, hasta detenerse de golpe. Jonathan bajó y me forzó a salir con él. A alzar la vista, me sorprendió ver que estaba frente a una enorme mansión de muro