CAPÍTULO 4

—¿Por qué la cara larga? —preguntó Humberto, a sabiendas de que era puro nerviosismo lo que tenía a la joven con el rostro rígido.

—Creo que estoy un poco decepcionada —respondió Elisa, obligándose a bromear para relajarse un poco, porque lo necesitaba, y mucho.

—¿Decepcionada? —preguntó el joven, mirando con curiosidad a la rubia que sonreía nerviosa—, ¿de qué estás decepcionada?

—De que me trajeras a la oficina en lugar de a tu casa luego de ofrecerme trabajo —explicó la cuestionada, mirando cómo los ojos de ese hombre se abrían enormes mientras le miraban con sorpresa—, para ser tu sirvienta, quiero decir.

Al escuchar eso, Humberto soltó tremenda carcajada, y eso hizo que todo el mundo en el lugar que atravesaban los mirara con extrañeza. Elisa se quedó sin respiración, ser el centro de atención nunca había sido lo suyo, y ahora tenía muchos pares de ojos observándola.

—Yo jamás te llevaría a trabajar a mi casa, bonita —declaró Humberto Valtierra, queriendo también jugar con la situación—, temo por mi cajón de calcetines.

Elisa también sonrió, negando con la cabeza y fingiendo que nadie le estaba mirando, porque si se volvía completamente consciente de eso que estaba intentando ignorar terminaría por vomitar.

» A mi casa solo volverás como mi deliciosa invitada —musitó Humberto tras acercar su rostro al oído de la chica que, de inmediato, se quedó sin respirar, de nuevo—, ay, perdón, era valiosa, mi valiosa invitada.

—Solo dame un buen empleo, por favor —pidió la joven, escondiendo la cara entre sus manos—, y que sea uno en el que no me odien todos por llevarme más o menos bien con el jefe.

—¿Cómo que más o menos? —preguntó Humberto y Elisa sonrió discretamente, fingiendo que las fulminantes miradas de algunas chicas de ese lugar no le estaban perforando la cara.

—Anda —casi suplicó la joven—, me muero por trabajar, así que démonos un poco de prisa, por favor.

Humberto no dijo más, el hombre entendió bien que lo que Elisa quería era escapar de las insistentes miradas de ese lugar donde, tanto: secretarias, asistentes y algunos ejecutivos se habían reunido al volver de la hora de comida.

Sonriendo complacido por conocer una nueva faceta de esa chica que, definitivamente, le encantaba, el empresario se encaminó a su oficina con ella un poco detrás, y en donde la invitó a tomar asiento para que pudieran hablar de lo que les competía.

—Lastimosamente, no puedo ofrecerte un empleo en contabilidad, área en que tienes experiencia —declaró Humberto Valtierra una vez que ambos estuvieron sentados con un escritorio intermedio a ellos—, pues no hay vacantes en ese departamento… pero, por suerte para ti y para mí, necesito con urgencia una asistente personal.

—Nunca he sido asistente de nadie —confesó la chica, algo nerviosa, pues, si lo necesitaba con urgencia, ella podía deducir que ese hombre requería de alguien a quien no debiera entrenar, y le asustaba un poco que su confesión le quitara la oportunidad.

—Está bien —aseguró Humberto—, las actividades no son cosa del otro mundo: llevar mi agenda, contestar el teléfono, sacar copias, entregar papeles y, sobre todo, pasearte por mi oficina con una falda pegada y cortita.

Una estridente trompetilla salió de entre los labios del hombre al ver la expresión que había puesto Elisa al escuchar eso último, entonces la joven entrecerró los ojos y le miró con los labios fruncidos, como si de esa manera reclamara algo.

» Lo de la falda lo podemos negociar —declaró Humberto entre risas—, el resto será pan comido. ¿Qué dices? ¿Te apuntas?

Elisa Alatorre se lo pensó solo un poco, entonces respiró profundo y, profundamente agradecida con la vida y con ese hombre, asintió mientras soltaba lenta y silenciosamente el aire que segundos atrás había recibido su cuerpo.

» ¡Excelente! —exclamó el accionista mayoritario de esa empresa de turismo que él mismo había creado y fundado algunos años atrás y que, gracias a todo el apoyo que le daban sus padres y al entusiasmo de sus muy ricos amigos, había iniciado bien y mejoraba cada día más—. Hablaré con recursos humanos para tu contrato, por ahora inicia con revisar la agenda.

El hombre le pasó un cuaderno de forma francesa, algo grueso y con pastas de cuero que tenían en logo de ONT, abreviación que usaban para One Tour, que era el nombre oficial de esa empresa.

Mientras Elisa revisaba lo escrito en la fecha del día, el hombre hablaba con alguien por teléfono, entonces vio que, además de una cena con alguien que no conocía, todo lo que quedaba era confirmar un par de citas a lugares que no conocía, pero que tenían números de teléfono y nombres de personas en cada espacio.

» Las citas deben quedar, de preferencia, antes del desayuno o de la comida —declaró Humberto, en una seriedad que sorprendía a la rubia quien, tras pensarlo solo un poco, asumió que ese joven era mucho más de lo que había visto la primera vez que se encontró con él—, eso me da oportunidad de hablar un poco más con socios y contratados; además, una vez que confirmes la cita, hay que hacer reservación para el desayuno o la comida dos horas después de la hora de reunión, por algún lugar debe de haber un bloc no notas con restaurantes y las preferencias de los socios.

Elisa asintió, esa parte le había quedado bastante clara, Humberto sonrió y, en acto reflejo, la chica hizo lo mismo, sintiendo cómo esa mueca sacudía un poco su nerviosismo.

» Deberás revisar a fondo tu nueva oficina, porque sé que Ángela tiene todo bien ordenado, y cualquier cosa que no entiendas puedes preguntarme —aseguró el hombre, poniéndose en pie y viendo a la otra levantarse también, aun cuando él no había dicho nada y, por alguna razón, eso le gustó—. Te explicaré cómo se transfieren las llamadas y cuáles son las extensiones de cada departamento, por si acaso, porque, en su mayoría, solo necesitas transferirme a mí.

Elisa asintió, de nuevo, siguiendo los pasos hacia una de las tres puertas que daban había en esa oficina: una era la de entrada, otra era la del baño y la última comunicaba esa oficina con su próximo lugar de trabajo, una oficina, por mucho, más pequeña que la de su jefe, y aun así era bastante amplia.

La rubia miró su lugar de trabajo y se dio cuenta de que su espacio tan solo contenía un escritorio, tres sillas, algunos archiveros, la ventana que daba a un pasillo que aún no había transitado y la puerta a ese espacio que había atravesado para llegar a la oficina de su jefe.

En esa tarde Elisa aprendió todo lo que requería para realizar sus labores del día, husmeó en los archiveros y documentos en esa oficina, incluso tomó algunas notas en ese bloc de notas que su antecesora dejó con notas importantes; entonces concertó las citas que se le habían pedido, hizo las reservaciones, respondió y transfirió tres llamadas y, casi para finalizar la tarde, Susan, la gerente de recursos humanos, llegó hasta ella para firmar su contrato.

—Es horario normal de oficina: de nueve a dos y de cuatro a siete —declaró Susan, una elegante mujer de, si acaso, treinta años de edad, de cabello muy oscuro, igual que sus ojos, y de tez blanca y figura muy esbelta—, me gustaría, si es que puedes, que mañana me regalaras una hora para darte un tour por las oficinas y hacer una mini capacitación, aunque veo que no te hace mucha falta.

—¿A qué hora deberá ser? —preguntó Elisa, algo menos nerviosa ahora que se sentía parte de esa empresa.

Susan le pidió que entrara a las ocho porque, además del lunes, que a la de recursos humanos le tocaba quedarse hasta tarde, ella solía trabajar de ocho a tres de la tarde, a diferencia del resto de trabajadores de ese lugar que cubrían un horario de nueve a siete, pues ella no tenía hora de comida.

—Entonces, te veo mañana a las ocho —declaró la azabache de ojos oscuros luego de recibir una respuesta afirmativa de parte de esa joven rubia—; por ahora, déjame hacerte una observación amistosa, y esto es solo por el puesto que ocupas, porque Ángela era tremendamente buena en su trabajo e impecable en su apariencia y porque seguro muchos te van a comparar con ella, así que, si puedes, evita la mezclilla y los tenis.

—Ah, sí —hizo Elisa luego de quedarse sin aire—, no venía preparada para trabajar desde hoy, así que no te preocupes, también siento que el puesto que ocupo ahora requiere mucho más de mí que esto.

Susana asintió, sonriendo, entonces se despidió de la chica y también de su jefe que, por alguna desconocida razón, había entrado a esa oficina minutos después de que ella entró en ese lugar.

—Si te falta ropa formal, te puedo prestar, al fin y al cabo, según recuerdo, no tienes problemas con usar mi ropa —declaró Humberto de manera burlona, complacido por el carmín que le coloreó el rostro a su nueva asistente personal. 

Mary Ere

Hola, hermosuras que me leen. Deseo de todo corazón que hayan pasado unas felices fiestas, y que este nuevo año que iniciamos nuestra vida se llene de momentos gratos, de buenas oportunidades y de bendiciones. Un abrazo fuerte. Voy a disculparme con ustedes por la desaparición repentina, cuando me di cuenta de mí me percaté que le di prioridad a todo menos a escribir, así que lo dejé de hacer sin darme cuenta; sin embargo, este nuevo año tengo el firme propósito de seguir haciendo esto que amo y mejorar cada día más en ello. Y, aunque aún hay cosas que no puedo poner debajo de mi mejor hobby, me aseguraré de al menos dejar un par de capítulos de esta historia cada fin de semana, así que, sin más, nos leemos el fin de semana... Besitos!!!

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