CAPÍTULO 6

—Parece que lo hace bien, ¿no? —preguntó una de las cuatro secretarias que conformaban ese tipo sala de estar en forma hexagonal, donde un escritorio resguardaba la puerta de cada una de las oficinas—… en la cama, digo. ¿No usa cada vez marcas más caras?

Elisa suspiró mientras rodaba los ojos, ese comentario definitivamente era para ella, pues, ni bien ponía un pie en ese lugar, todas las que ahí chismorreaban, mientras trabajaban, soltaban alguna crítica, algún mal comentario y hasta insultos hacia su persona.

Pero ella no dijo nada, lo cierto era que, en esos cuatro meses que llevaba trabajando en ese lugar, no había semana en que su jefe no le regalara algo de marca; era como si intentara cubrirla con una mejor piel para luego merecerse verla con la piel desnuda.

A ella no le incomodaba, la verdad era que también le gustaba tener cosas que su cartera no alcanzaba a comprar, porque, lejos de lo mucho que costaban, eran tan hermosas que el simple hecho de utilizarlas le hacía sentir
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