Autoexploración

“Como las ciudades en guerra, todas la mujeres tienen un blanco indefenso. Cuando se les descubre, la plaza se rinde inmediatamente”

El Marqués de Sade

Sara fue hasta su habitación, se lanzó de espaldas sobre su cama, no podía entender por qué su madre estaba dispuesta a olvidarse de su padre. Él era un hombre maravilloso, ella lo recuerda de aquel modo, cariñoso, atento y muy preocupado por su madre y por ella. ¿Cómo podía su madre no recordarlo también?

Habían pasado cinco años de aquel terrible momento cuando su madre salió del dormitorio matrimonial, ella estaba recostada de la baranda de la escalera y al ver el rostro de su madre, supo de inmediato que algo terrible había ocurrido, Amanda le anunció aquella nefasta noticia:

—Mi amor, no pudieron hacer nada, Anthony murió.

Las lágrimas se asoman en su rostro como en aquel momento, le dolía su ausencia, no ver su sonrisa amable, no sentir su abrazo y su apoyo.

No era que Sara no amara a su madre, pero ella era distinta a su padre, era una mujer distante y críptica. Y algo en el fondo le decía que su padre había tomado aquella decisión de desaparecer de sus vidas por culpa de su madre.

En tanto, Amanda termina de recoger las cosas que usó para curar la herida de su hija, por más que ella hiciera todo lo que estaba en sus manos para brindarle seguridad y amor a Sara, esta siempre se mostraba reacia y la rechazaba.

Abre la gaveta y toma el retrato de Anthony, dibuja con sus dedos el

rostro de él.

—Eres tan igual a ella. Cualquiera creería que de verdad eres... —hace una pausa, su móvil suena y ella lo toma. Revisa aquel mensaje y permanece pensativa.

Guarda el móvil y se levanta para avisarle a Sara que debe regresar al hospital. Toca la puerta un par de veces, finalmente Sara se levanta y abre la puerta.

—¿Qué quieres mamá? Estoy estudiando —señala la cama sobre la cual está la laptop y su libreta de anotaciones.

—Disculpa Sara, sólo venía a decirte que debo ir a la clínica, voy a hacerle la guardia a una de las enfermeras que no podrá ir hoy. En la nevera dejé la comida que dejaste hoy y también la que llevarás mañana para tu trabajo.

Ver lo abnegada que es su madre en esos instantes, la hace sentirse un poco injusta.

—¡Gracias, mamá! —la abraza.— Te quiero.

—Y yo a ti, cariño. Nunca lo dudes.

Amanda sale de la habitación de su hija y Sara regresa a su PC. Mientras escucha la puerta de la sala principal cerrarse, se recuesta y continúa leyendo el libro digital que Ann le envió.

A pesar de sus diecisiete años, Sara es una chica diferente, sólo ha tenido un novio, Felix el chico que trabajaba como vigilante en el instituto donde ella estaba estudiando, a quien conoció año y medio atrás, mas aquella relación fue tan fugaz como su primer beso.

Llevaban una semana saliendo, Felix era unos diez años mayor que ella, esa noche la invitó a cenar a una pizzeria y luego la llevó a su pequeño apartamento, cuando estuvieron instalados en aquel lugar y a solas, sin testigos que los observaran, el apuesto joven comenzó a besarla y acariciarla de manera poco sutil; ella aún recuerda su lengua como una serpiente dentro de su boca moviéndose por todos lados, y como luego, él tomó su mano y la colocó sobre su miembro rígido y duro.

—Sientes como me pones, mi reina. —ella apartó su mano con rapidez.

—¿Qué se supone que haces? —preguntó con estupor.

—Nada que no te guste, princesa.

—Pues no me agrada, apenas llevamos una semana conversando, es nuestra primera cita y quieres follar conmigo.

—¿Qué rayos te pasa? Cuando aceptas una invitación del chico que te gusta es porque estás dispuesta a pasarla rico.

—No, estás muy equivocado. No soy como el resto de las chicas que conoces.

—¡Jajajaj! —rió de forma burlona— No tienes que hacerte la interesante conmigo, tu amiga Leah me dijo que eras todo terreno.

Las palabras de aquel chico, le provocan repulsión, su propia compañera, la que decía ser su amiga, la había vendido.

—Pues ve y búscala a ella, yo no pienso estar con un tipo como tú.

Sara se levantó rápidamente del sofá, tomó su bolso y a pesar de la insistencia de Felix pidiendo que se detuviera, ella salió indignada de aquel lugar.

Aquella primera experiencia fue desagradable para Sara y provocó que ella y Leah se enemistaran por un buen tiempo. Mas, el destino las había puesto nuevamente juntas, debían estar en la misma empresa y quisieran o no, tenían que olvidarse de aquel incidente, doblegar su orgullo y asumir la responsabilidad de la oportunidad que se le presentaba a ambas.

Sara tomó la laptop, la colocó sobre su pecho y continuó leyendo aquel libro, cuyo contenido se iba volviendo cada vez más excitante y explícito en cada capítulo. Relee el mensaje de su amiga: “Haz todo lo que dice, verás que es genial”

La morena de ojos claros, deslizó su mano derecha por debajo de la tela de algodón de su pijama y con sus dedos separó sus labios verticales colocando el dedo índice en uno de sus labios y el anular en el otro, mientras con el dedo medio tanteaba aquel punto rojo especificado en la imagen. Movimientos circulares y lentos comenzaron a hacer que el pistilo rosado se endureciera a medida que ella lo frotaba, lo que provocaba a su vez que su vagina se humedeciera y contrajera rápidamente.

Sara continuó moviendo sus dedos con poca precisión, aún así obtuvo una leve sensación placentera. Sin darse cuenta ni proponérselo la imagen de su jefe apareció en su mente. Ella apretó sus ojos con fuerza y luego los abrió con lentitud buscando que aquel rostro desapareciera de su cabeza.

¿Por qué había aparecido aquella imagen de su insoportable jefe justo cuando cuando estaba masturbándose? ¿Qué era aquella extraña sensación que provocaba Ben Collins en ella?

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