Ansiedad y desconcierto

Sara se puso de pie y fue hasta el baño, necesitaba calmar aquel fuego que crecía dentro de ella como lava ardiente, brotando del Vesubio. Al sentir el agua fría de la regadera, volvió a la realidad.

Minutos después se alistó para ir y tomar el tren subterráneo, el tiempo le sobraba, el mismo tiempo que el día anterior convirtió su mañana en un caos.

Se maquilla levemente, un poco de blush on, labial tipo gloss y perfume. Quería verse bonita esa mañana, quería parecer la chica de siempre cuidadosa y prolija en su vestimenta. Tomó su bolso, metió la vianda que su madre preparó con comida para ella y salió hasta el subterráneo.

Al llegar, no tardó ni cinco minutos en embarcar, se sentía segura y empoderada esa mañana. Todo estaba ocurriendo como ella lo deseaba.

Finalmente bajó en la estación que le correspondía y caminó hacia la empresa, se detuvo por un café en el restaurante, quizás su insoportable jefe estaría allí, incluso pensó “le brindaré el café”. Mas, al entrar repasó
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