Luego del discurso, Sara se reúne con sus tres compañeros para celebrar su graduación. —¿A dónde iremos? —preguntó Ann— Debemos celebrar juntos, somos un equipo.—Claro, conozco un lugar increíble, es nuevo. Tengo un amigo muy amable que nos puede dejar pasar a la zona VIP. —propuso la chica asiática.—Sí, vamos —respondió Sara. Aunque intentaba disfrutar con sus amigas, la presencia de Ben aquella noche había despertado en ella aquel pasado reciente y volátil que encendía su ser y sus entrañas.—Iremos en el auto que me regaló mi padre —intervino Richard señalando el Aston Martin deportivo V6 color plata.—Wow! No sabía que tuvieras un padre rico, siempre creí que eras ¿pobre? —dijo Leah. —No me gusta andar pregonando por allí que soy el hijo del famoso Ronald Barker, el futbolista.—¡No te puedo creer! Es un hombre super apuesto y joven —exclamó Leah.—No es tan joven, tiene casi cuarenta años, y le fascinan las niñas como tú. —¿Por qué no lo invitas? Me encantará conoce
La mañana siguiente Sara despertó algo tarde, no había logrado conciliar el sueño rápido. Sólo ansiaba que los días pasaran rápidamente y ver a su amado CEO. Cuando tomó su móvil vio que faltaba poco para la hora de salir a la empresa; se levantó apresuradamente de la cama para alistarse, se asomó desde la ventana y vio que su padre ya se había ido al trabajo, le tocaría tomar un taxi para llegar a tiempo. Bajó las escaleras y fue hasta la cocina, Amanda estaba preparando las panquecas con miel preferidas de Sara. —Buenos días mamá —besó su mejilla. —Te quedaste dormida, ya tu padre se fue. Pero me dijo que podías llegar un poco tarde, así que te preparé unas paquetes con miel —Sara sonrió, pero al Amanda colocar el plato frente a ella, Sara sintió repentinamente náuseas, se cubrió la boca con la mano y fue hasta el baño. Amanda fue detrás de ella. Sara le cerró la puerta y comenzó a vomitar; vomitó hasta que sintió el sabor amargo de la bilis en su boca. —¿Que te sucede hija?
Ahora que la pequeña Sara había nacido, Ben se sentía feliz; aunque, habían algunas cosas que le preocupaban.—¿Qué haré cuando deba llevarla al colegio? Todos pensarán que soy su abuelo y no su papá. —dijo mientras mecía a la pequeña Sara entre sus brazos. Sara tuvo que apretar los labios para no dejar escapar una carcajada. —No te preocupes por ello. Estoy segura que nuestra hija se sentirá orgullosa de decir “es mi padre” igual que yo de decir ¡Es el amor de mi vida! —Ben sonrió. Realmente era una nueva oportunidad de vivir, a pesar de su miedo de volver a cometer errores. Ese sería el mayor de los retos que él debería enfrentar.A diferencia de sus otros hijos, de quien poco pudo disfrutar al estar todo el tiempo trabajando, Ben, ahora sabía que no todo era lujos en la vida, que su ausencia, el no haber estado junto a ellos, los obligó a crecer con miedos e inseguridades.—Creo que ya se durmió —dijo él mostrándole a la niña, Sara asintió.—Ven, dámela. —extendió sus brazos
—Creo que es hora de dar el siguiente paso —dijo Ben, mientras Sara recuperaba el aliento luego de aquel desenfrenado encuentro en la tina, mientras Amanda cuidaba de la pequeña. —¿Cuál pasó? —preguntó ella exhausta. —Casarnos mi amor, quiero que seas mi esposa. —Para Sara aquello fue realmente una sorpresa, no pensó que Ben le haría aquella propuesta.— ¿aceptas? —Sí, sí, sí —respondió emocionada, mientras rodeaba su cuello con sus brazos dejando que sus senos turgentes se amoldaran a los pectorales firmes de Ben. Los preparativos de la boda quedaron a cargo de Jade, quien a pesar de todo, deseaba ver a su padre feliz. Su madre había cometido un grave error y deseándolo o no, debía pagar muy duro por ello. Algunos errores se pagan muy caro. Ann y Eliza serían las madrinas de la boda por parte de Sara y Michael y Andrew, los padrinos por parte de Ben. Richard, quien luego de graduarse como asistente administrativo comenzó a trabajar como asistente de una prestigiosa empresa d
Sara se levantó rápidamente de la silla, se acercó al mostrador, pago con algunas monedas su café y se encaminó hacia la puerta, faltaban algunos minutos para cumplirse la hora de entrada a la empresa donde iniciaría sus pasantías como asistente administrativo. Con una de sus manos intentó abrir la puerta lentamente, sujetando en la otra el vaso de café y tratando de no derramar su contenido. De pronto, sin darse cuenta, tropezó y vertió su café sobre el elegante y costoso traje del apuesto hombre que venía entrando al mismo tiempo que ella salía. —¡Oh por Dios! —dijo con la boca abierta al ver lo que acababa de ocurrir— Disculpe señor por favor —se excusó la joven apenada por lo sucedido. Mas, la reacción de aquel hombre fue inesperada y sorpresiva para ella.—Es usted una tarada. Mire lo que acaba de hacer —la tomó del brazo con fuerza y la estremeció. —Le pido disculpas, no fue mi intención. —contestó un tanto nerviosa al ver la actitud violenta de aquel desconocido.—¡Cálmat
Ben entró a su oficina, aún seguía enojado, el olor a café se acentuaba con el aire acondicionado.—¡Carajos! —dijo, sujetando la solapa de la chaqueta. —Cálmate por Dios, parece que fuese el único traje que usas. —No, no es el único, pero sabes que me gusta estar bien presentable todo el tiempo. Es lo único que le debo a Erika. —resopló— Veinte años de matrimonio y lo único para que sirvió mi ex esposa fue para enseñarme de moda y elegancia.—¿Para que otra cosa puede servir una esposa diseñadora de ropa masculina? —Davis, dijo con sarcasmo. —Sí, no tienes que recordarme que fue mi peor decisión.—No dije eso. De ser la peor no habrían estado juntos por veinte años, ni tenido una hermosa familia. Te dio tres hermosos hijos.—Sí, por supuesto. ¿Qué más se puede pedir? Andrew, diseñador de trajes para mujeres, como su madre; Jaspe, sin una profesión honesta, blogueando en las redes, viajando por el mundo y gastando la plata que por tanto tiempo me ha costado ganar y Michael,
A la hora pautada, todos los jefes salieron a su almuerzo, Sara pudo ver cuando David salió acompañado del insoportable CEO y de un hombre más joven. Ella caminó distraída revisando los mensajes de su madre deseándole "el mejor de los días".—¡Sí, por supuesto! —murmuró entre los dientes. Cuando levantó el rostro, tropezó de frente con Ann quien venía saliendo de la oficina de Ben Colling con una caja de papeles.—¡Disculpa! —dijo nerviosa— ¿Vas a almorzar? —le preguntó a su amiga.—No, no tengo tiempo. Debo terminar de organizar esto. Parece que aquí no hubiese estado una asistente por lo menos hace una década —respondió secando su rostro.—Si quieres, te ayudo. Salí tan rápido esta mañana que olvidé mi almuerzo sobre la mesa, tampoco saldré a almorzar. —¿De verdad, me ayudarías? —preguntó entusiasmada.—Claro, para que somos las amigas. —sonrió Sara.Ann se quedó muda, en cierto forma sentía que había sido injusta con su amiga. Durante las horas de trabajo, no hizo otra cosa
Davis regresó de su almuerzo, cuando entró a su oficina, Sara estaba terminando de limpiar su herida.—¿Srta Clark, qué le ocurrió? —No fue nada, una pequeña herida.—¿Está segura? —se acercó para verificar que no era de gravedad.—Sí, no se preocupe todo está bien. —se levantó del sofá y caminó hasta su escritorio.—¿Puede caminar sin problema? —insistió visiblemente preocupado.—Sí, no fue nada. ¡De verdad!—Bien, ¿podría ir a la oficina de mi asistente personal y pedirle estos documentos? —le entregó un papel con los números de registros que necesitaba.—En seguida se los traigo. —caminó con un poco de incomodidad, la herida comenzaba a palpitarle como un corazón. Salió al pasillo, el papel que llevaba en la mano se le cayó cuando intentó cerrar la puerta de la oficina de su jefe, pensó dos veces como agacharse sin lastimarse. Por lo que se sujetó de la pared y elevó la pierna herida hacia atrás para inclinarse. Cuando levantó la vista se encontró de frente con un apuest