Ahora que la pequeña Sara habĂa nacido, Ben se sentĂa feliz; aunque, habĂan algunas cosas que le preocupaban.—¿QuĂ© harĂ© cuando deba llevarla al colegio? Todos pensarán que soy su abuelo y no su papá. —dijo mientras mecĂa a la pequeña Sara entre sus brazos. Sara tuvo que apretar los labios para no dejar escapar una carcajada. —No te preocupes por ello. Estoy segura que nuestra hija se sentirá orgullosa de decir “es mi padre” igual que yo de decir ¡Es el amor de mi vida! —Ben sonriĂł. Realmente era una nueva oportunidad de vivir, a pesar de su miedo de volver a cometer errores. Ese serĂa el mayor de los retos que Ă©l deberĂa enfrentar.A diferencia de sus otros hijos, de quien poco pudo disfrutar al estar todo el tiempo trabajando, Ben, ahora sabĂa que no todo era lujos en la vida, que su ausencia, el no haber estado junto a ellos, los obligĂł a crecer con miedos e inseguridades.—Creo que ya se durmiĂł —dijo Ă©l mostrándole a la niña, Sara asintiĂł.—Ven, dámela. —extendiĂł sus brazos
—Creo que es hora de dar el siguiente paso —dijo Ben, mientras Sara recuperaba el aliento luego de aquel desenfrenado encuentro en la tina, mientras Amanda cuidaba de la pequeña. —¿Cuál pasĂł? —preguntĂł ella exhausta. —Casarnos mi amor, quiero que seas mi esposa. —Para Sara aquello fue realmente una sorpresa, no pensĂł que Ben le harĂa aquella propuesta.— Âżaceptas? —SĂ, sĂ, sà —respondiĂł emocionada, mientras rodeaba su cuello con sus brazos dejando que sus senos turgentes se amoldaran a los pectorales firmes de Ben. Los preparativos de la boda quedaron a cargo de Jade, quien a pesar de todo, deseaba ver a su padre feliz. Su madre habĂa cometido un grave error y deseándolo o no, debĂa pagar muy duro por ello. Algunos errores se pagan muy caro. Ann y Eliza serĂan las madrinas de la boda por parte de Sara y Michael y Andrew, los padrinos por parte de Ben. Richard, quien luego de graduarse como asistente administrativo comenzĂł a trabajar como asistente de una prestigiosa empresa d
Sara se levantĂł rápidamente de la silla, se acercĂł al mostrador, pago con algunas monedas su cafĂ© y se encaminĂł hacia la puerta, faltaban algunos minutos para cumplirse la hora de entrada a la empresa donde iniciarĂa sus pasantĂas como asistente administrativo. Con una de sus manos intentĂł abrir la puerta lentamente, sujetando en la otra el vaso de cafĂ© y tratando de no derramar su contenido. De pronto, sin darse cuenta, tropezĂł y vertiĂł su cafĂ© sobre el elegante y costoso traje del apuesto hombre que venĂa entrando al mismo tiempo que ella salĂa. —¡Oh por Dios! —dijo con la boca abierta al ver lo que acababa de ocurrir— Disculpe señor por favor —se excusĂł la joven apenada por lo sucedido. Mas, la reacciĂłn de aquel hombre fue inesperada y sorpresiva para ella.—Es usted una tarada. Mire lo que acaba de hacer —la tomĂł del brazo con fuerza y la estremeciĂł. —Le pido disculpas, no fue mi intenciĂłn. —contestĂł un tanto nerviosa al ver la actitud violenta de aquel desconocido.—¡Cálmat
Ben entrĂł a su oficina, aĂşn seguĂa enojado, el olor a cafĂ© se acentuaba con el aire acondicionado.—¡Carajos! —dijo, sujetando la solapa de la chaqueta. —Cálmate por Dios, parece que fuese el Ăşnico traje que usas. —No, no es el Ăşnico, pero sabes que me gusta estar bien presentable todo el tiempo. Es lo Ăşnico que le debo a Erika. —resopló— Veinte años de matrimonio y lo Ăşnico para que sirviĂł mi ex esposa fue para enseñarme de moda y elegancia.—¿Para que otra cosa puede servir una esposa diseñadora de ropa masculina? —Davis, dijo con sarcasmo. —SĂ, no tienes que recordarme que fue mi peor decisiĂłn.—No dije eso. De ser la peor no habrĂan estado juntos por veinte años, ni tenido una hermosa familia. Te dio tres hermosos hijos.—SĂ, por supuesto. ÂżQuĂ© más se puede pedir? Andrew, diseñador de trajes para mujeres, como su madre; Jaspe, sin una profesiĂłn honesta, blogueando en las redes, viajando por el mundo y gastando la plata que por tanto tiempo me ha costado ganar y Michael,
A la hora pautada, todos los jefes salieron a su almuerzo, Sara pudo ver cuando David saliĂł acompañado del insoportable CEO y de un hombre más joven. Ella caminĂł distraĂda revisando los mensajes de su madre deseándole "el mejor de los dĂas".—¡SĂ, por supuesto! —murmurĂł entre los dientes. Cuando levantĂł el rostro, tropezĂł de frente con Ann quien venĂa saliendo de la oficina de Ben Colling con una caja de papeles.—¡Disculpa! —dijo nerviosa— ÂżVas a almorzar? —le preguntĂł a su amiga.—No, no tengo tiempo. Debo terminar de organizar esto. Parece que aquĂ no hubiese estado una asistente por lo menos hace una dĂ©cada —respondiĂł secando su rostro.—Si quieres, te ayudo. SalĂ tan rápido esta mañana que olvidĂ© mi almuerzo sobre la mesa, tampoco saldrĂ© a almorzar. —¿De verdad, me ayudarĂas? —preguntĂł entusiasmada.—Claro, para que somos las amigas. —sonriĂł Sara.Ann se quedĂł muda, en cierto forma sentĂa que habĂa sido injusta con su amiga. Durante las horas de trabajo, no hizo otra cosa
Davis regresĂł de su almuerzo, cuando entrĂł a su oficina, Sara estaba terminando de limpiar su herida.—¿Srta Clark, quĂ© le ocurriĂł? —No fue nada, una pequeña herida.—¿Está segura? —se acercĂł para verificar que no era de gravedad.—SĂ, no se preocupe todo está bien. —se levantĂł del sofá y caminĂł hasta su escritorio.—¿Puede caminar sin problema? —insistiĂł visiblemente preocupado.—SĂ, no fue nada. ¡De verdad!—Bien, ÂżpodrĂa ir a la oficina de mi asistente personal y pedirle estos documentos? —le entregĂł un papel con los nĂşmeros de registros que necesitaba.—En seguida se los traigo. —caminĂł con un poco de incomodidad, la herida comenzaba a palpitarle como un corazĂłn. SaliĂł al pasillo, el papel que llevaba en la mano se le cayĂł cuando intentĂł cerrar la puerta de la oficina de su jefe, pensĂł dos veces como agacharse sin lastimarse. Por lo que se sujetĂł de la pared y elevĂł la pierna herida hacia atrás para inclinarse. Cuando levantĂł la vista se encontrĂł de frente con un apuest
“Como las ciudades en guerra, todas la mujeres tienen un blanco indefenso. Cuando se les descubre, la plaza se rinde inmediatamente”El MarquĂ©s de SadeSara fue hasta su habitaciĂłn, se lanzĂł de espaldas sobre su cama, no podĂa entender por quĂ© su madre estaba dispuesta a olvidarse de su padre. Él era un hombre maravilloso, ella lo recuerda de aquel modo, cariñoso, atento y muy preocupado por su madre y por ella. ÂżCĂłmo podĂa su madre no recordarlo tambiĂ©n?HabĂan pasado cinco años de aquel terrible momento cuando su madre saliĂł del dormitorio matrimonial, ella estaba recostada de la baranda de la escalera y al ver el rostro de su madre, supo de inmediato que algo terrible habĂa ocurrido, Amanda le anunciĂł aquella nefasta noticia:—Mi amor, no pudieron hacer nada, Anthony muriĂł. Las lágrimas se asoman en su rostro como en aquel momento, le dolĂa su ausencia, no ver su sonrisa amable, no sentir su abrazo y su apoyo. No era que Sara no amara a su madre, pero ella era distinta a su
Ben llegĂł a su mansiĂłn, luego de aquel dĂa lleno de inconvenientes y problemas. Primero, el choque con aquella chica en el cafĂ©, luego el inconveniente con Davis y tercero, las llamadas de su ex a quien no se digno a responderle. SubiĂł hasta su habitaciĂłn, se quitĂł la chaqueta y la dejĂł sobre la cama, aĂşn sentĂa el olor a cafĂ© en su ropa, por más que intentĂł quitar aquel aroma con gel y perfume, no lograba eliminarlo asĂ como tampoco lograba eliminar de su mente, a la culpable de aquel aroma. SonrĂe con satisfacciĂłn al recordar el cuerpo tembloroso y los labios hĂşmedos de la nueva pasante cuando la tomĂł de ambos brazos. Aunque estaba enojado con ella, no podĂa negar que le gustaba la idea de sentir el control sobre ella.Ben siempre ha sido un hombre obsesionado por controlar todo a su alrededor, sĂłlo que la vida se ha encargado de hacerle ver que eso es imposible. Su matrimonio perfecto se derrumbĂł cuando descubriĂł que su mujer lo habĂa traicionado con su propio chofer. Mientras