Capítulo 40.

—Estoy celoso, brillitos —presionó su cuello con una precisión adecuada, en la que el dolor no existía, sino esa abrumadora sensación de no saber por qué seguía permitiendo que lo jodiera algo que no tenía que haber sucedido en primer lugar.

Pero ahí estaba, pidiendo tiempo. Pidiendo. Su palabra prohibida.

—Estoy celoso de que él te toque como si fueras suya —el peso de sus palabras era similar al de un edificio cayendo sobre él—. Estoy celoso de que te bese cuando quiero hacerlo yo. Estoy celoso de…

Selló sus labios. No era necesario decir más. Ella le gustaba. Era solo eso. Un gusto que se iría si dejaba de verla. Un gusto que dejaría de ser un problema si…

—Bésame, Kael —el susurro de Lina los sorprendió en igualdad de condiciones. Ninguno supo por qué todo se tornaba enorme si los separaba, incluso el poco espacio de sus bocas.

El pulso se convirtió en un latido de un bombo lejano, del cual apenas podían capturar el sonido cuando sus labios se unieron una vez más. En esta ocasión
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