Lina soltó una exhalación en cuánto cerró la puerta. Todo la estaba rebasando y lo que creyó que sería relajante, terminó siendo agonizante. Se refrescaba la cara a la vez que se quitaba el vestido. Dormir era lo único que quería, pese a estar en el lugar donde no lo haría, pero Atila estaba ahí. La rottweiler dejó que la usaran como salvavidas en ese preciso momento. No había forma de olvidar tan rápido, pero el intento lo hizo, despertando muy tarde al siguiente día. No quiso desayunar pensando en que tendría que verlo y aún esa tentación por matarlo de una vez no se iba. Claro que podría hacerlo. No importaba si se echaba al mismo FBI encima, podría quitárselo de encima algún día. Tardado, pero no imposible. No obstante, no era recomendable llamar la atención de esa forma. Le obsequiaría la muerte al idiota. Acordó con que tendrían la dichosa carrera con Mateo y Anthony luego. Ninguno estaba para la competencia que estaba decidida a ganar. La vida debía seguir. Cualquier mal
Naenia pidió que les llevaran bocadillos a la oficina de Kael, mientras dos de sus asistentes se hacían cargo de la limpieza de ese lugar. Nadie entendía como había llegado esa estatuilla a romperse y causar tanto desastre, si Kael no daba alguna explicación referente a ello. Ninguna buena reacción hubo en cuanto se vieron. El mayor parecía disgustado y Cameron, desde el punto de vista de su hijo, tenía algo para decir, pero no se atrevía, mientras los asistentes terminaban—Los dejaré solos. Tengo trabajo, pero lo que necesiten solo deben llamar a Sun para obtenerlo. —se despidió, dando una exhalación cuando cruzó la puerta. Ser hospitalaria no era lo suyo y no se quedaría a fingir que la visita de su suegro era de lo mejor, porque no lo era en absoluto. Soltó una bocanada de aire y continuó su camino. A dónde fuera no era lo importante, sino estar lejos de esa oficina tan tensa. —¿Estás sosteniendo una relación extramarital con la esposa de tu sobrino? —le preguntó directamente
Lina culminó con sus pendientes antes de decidir que era hora de marcharse. Avisó a Eleazar que tuviera listo el auto, pero se detuvo en seco cuando escuchó un grito furioso de parte de Naenia. El eco del grito resonó en los pasillos, haciendo que su piel se erizara.Su corazón latió con fuerza debido al susto repentino, y una sensación de inquietud se apoderó de ella al oír otro grito más furioso.—Gente demente. —se acarició el pecho con el latido rápido que había provocado. Al girarse nuevamente hacia el pasillo, encontró a Sun enfrente del basurero. Lanzando algo que cubrió con una manta al parecer. Lina frunció el ceño, preguntándose qué era y la curiosidad jamás era buena consejera en su caso. Se acercó cuando el asiático corrió hacia la oficina de una histérica de Naenia. Era sólo un arreglo floral con muchos lirios blancos en el basurero. Estaban hermosos, sus pétalos aún se veían frescos. No tenía razón para tirarlos a la basura. Lina se agachó y tomó uno de los lirios, inh
En la oficina del director del FBI, Calderón, estaba en la penumbra, iluminada solo por la luz tenue de una lámpara de escritorio. Kael se encontraba de pie frente a él, con los brazos cruzados y una expresión de determinación en su rostro. Se había cansado de perder. Se había cansado de ese sabor a derrota que por primera vez probó y quería dejar atrás. —Es nuestra única oportunidad para derrocarlos, Kael. Aquí no estamos para decidir si nos gusta o no. Nos atenemos y ya. —dijo Calderón, su voz grave y autoritaria—. No podemos permitirnos fallar. No más. Kael guardó silencio, consciente de la magnitud de la misión. Había pasado semanas en una prisión, perdió a su equipo, perdió mucho y no estaba dispuesto a perder más. Pero ahora, todo dependía de un solo movimiento. —Para esa fecha, su cabeza rodará. De eso me encargo yo. —respondió Kael con firmeza. Calderón lo miró fijamente, evaluando su determinación. —Hay algo más que debes saber. —lo detuvo. —Hay una pieza clave pa
—Los declaro marido y mujer. —culminó el juez. Adelina sonrió por obligación ante los aplausos que se alzaron para festejar el matrimonio. El espectáculo debía continuar y su papel no iba a desentonar. —Debemos saludar a unos amigos y podemos quitarnos el atuendo, cariño. —musitó Nixon, su ahora esposo. Las intenciones de muchos por acercarse se veían desde su lugar y con eso supó que debía estar atenta en la mesa donde, por protocolo, debíamos quedarse. —Tus amigos, no míos. —puntualizó pendiente de todo, menos de ellos. —Diles que estoy fascinada por todo, o lo que quieras. ¡Hay una mesa con pastelillos! —Tesoro, es nuestra boda. —quiso disimular ante quienes había escuchado. —Puede ser tu funeral y tendré hambre. —contestó mirando el punto medio entre los dos. —¿Esperamos a alguien? —Mis padres no podrán venir, así que solo a mi tía y su esposo que llegarán pronto. —contestó pendiente del móvil. —Esperarán vernos juntos, no tú en una esquina y yo en la otra. Hay prot
El festejo no apaciguaba la incómoda posición de Lina en el lugar. Todos tenían una sonrisa en el rostro, menos ella. Por primera vez. El brazo de Nixon la mantenía junto a él, mostrándose como el esposo afectuoso y protector. El sueño de muchas que la veían, envidiando eso. Mientras tanto, ella no soportaba los comentarios vulgares de los amigos de los Ercil sobre algunas de las invitadas. A pesar de la frialdad de su matrimonio de conveniencia, debían mantener las apariencias. Por su parte, Lina, intentaba relajarse, pero la presencia de Kael a solo unos metros con sus ojos de halcón puestos sobre ella en todo momento, la tenía en constante alerta. —¿Estás bien? —preguntó Nixon, notando su tensión. —Sí, solo un poco cansada —respondió haciendo a un lado su brazo, forzando una sonrisa. Nixon la llevó más cerca de nuevo, fingiendo susurrarle al oído siendo esa la señal de qué debía sonreír, porque las apariencias eran todo para los Ercil y él no estaba dispuesto a perder s
—¿Por qué razón ella debe estar en la reunión? —preguntó Naenia a su sobrino. —Acaba de entrar a la familia. Debería estar de luna de miel, no en algo enteramente familiar. —Es mi esposa. —exclamó Nixon perdido en el celular. —Además no aceptó un no como respuesta. Kael giró los ojos ante la respuesta tonta que obtuvo la mujer que se echó el cabello a la espalda y le sonrió al verlo pasar. Tan difícil no era controlar a una niñita que destilaba aromas tan…Una niña al fin. Aunque al entrar a la oficina y ver cómo abrazaba a su Rottweiler, se dio cuenta de que necesitaría demasiada paciencia. El perro, de pelaje negro y brillante, se acurrucó en sus brazos como si fuera un cachorro. —Cierra la puerta, tío. Atila odia el ruido. Él apretó los dientes ante su forma de llamarlo. El resto de los asistentes lo observaron a medida que ocupó su lugar en la cabeza de la mesa; él se concentró en lo que estaban mostrando antes de iniciar y exhaló cuando escuchó el tono mimado con el que la
Lina se despertó al día siguiente con una sensación de inquietud. La noche anterior había descansado lo suficiente para restar estrés a su cuerpo, aunque la confrontación con Kael seguía resonando en su mente. Sabía que no podía permitirse bajar la guardia, especialmente ahora que estaba casada con Nixon. Tenía que esperar una invitación al sindicato que tal vez jamás llegaría, pero había aceptado ese riesgo y no quería pensar en ello como un fracaso. El desayuno en la mansión de los Ercil fue un asunto formal. Se esmeraba en ello y jamás le gustó desentonar. Aunque si tuviera que elegir, optaría por quedarse con Atila en su dormitorio. Nixon estaba absorto en su teléfono, revisando correos y mensajes, junto a su tía, murmurando sobre la llegada de su padre. Mientras Lina intentaba concentrarse en su comida. Sin embargo, la presencia de Kael en la misma habitación hacía que cada bocado fuera difícil de tragar.—Hoy tenemos la cena. No te olvides de pasar por mí. —dijo Naenia hacia