Capítulo 205.

La alarma apresuraba a todos, mientras el director hacía lo mismo hasta llegar a la celda del prisionero portugués que estaba sobre una camilla, en la cuál ya lo habían colocado los guardias. El doctor movió la cabeza y el director se acercó.

Boris tenía los labios morados, su piel fría y nulo pulso.

—¿Cómo lo envenenaron? —cuestionó y nadie supo responder. Se aseguraban de que nadie llevara consigo el mínimo objeto. Las revisiones eran continuamente, por lo que no había explicación.

—No puede ser— Misac observó el cuerpo con los ojos más abiertos que nunca. —¡No puede ser que esté muerto!

—Hice todo lo que estuvo en mis manos— el médico seguía sin entender cómo sucedió, pues cuándo lo dio de alta luego de que despertara estaba bien. Lo único que había cambiado fue su calma que se volvió incluso más siniestra de lo habitual.

—Cálmate, Misac —le dijo su compañero.

—Con esto nos van a joder— farfulló. —Nos van a joder.

—No estaba en nuestro control. No lo prevemos por…

—¡Pero era
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