Vamos por esta nueva serie de capítulos. ¡Comenzamos!
Kael deslizaba los dedos sobre el teclado del ordenador ante sus ojos, con dos pantallas arriba de este, reflejando lo que seguía. —Yslen no se ha movido. No lo hará si piensa que la vigilan —indicó tomando su celular. —Que nadie se acerque, debo ir por cierta porquería. Pasó de Leonardo ignorando al resto, pues ninguno le interesaba para perturbar su objetividad. Tomó el vehículo que condujo Hayes, mientras él hacía llamadas para organizar desde ahí la forma de operar. El capitán observó a un hombre que, sin importar el espacio, hacía planes tras planes con precisión milimétrica. Aparcó frente a la mansión de los Ercil y descendió sin cortar la llamada que terminó cinco segundos después. —Señor Romano, que placer verlo de nuevo —lo saludó Sun con amabilidad. —¿Dónde está Nixon? Y no me digas no sabes porque estoy al tanto de sus constantes visitas a Naenia —espetó buscando con la mirada al entrar. —La ha visitado, pero la señora se ha negado a recibirlo debido a que su estado
Kael sacudió su cabeza. Respirar ya le estaba costando y podía sentir el filo envenenado que abría su piel con desconocer su paradero. Pero tenía que aplomar su objetividad. Cuarenta minutos después de salir del edificio, Yslen estaba a la vista. Podía verla desde su auto y cuándo abordó una furgoneta confirmó que no estaba equivocado. Los siguió durante 20 minutos, hasta que los vio girar por tercera vez hacia la derecha. Meditó por un par de segundos su siguiente paso, para luego girar el volante a la derecha, haciéndolo una vez más tan sólo dos calles más. Marcó desde su móvil el contacto de Eleazar, quien contestó al instante. —¿Encontraste a Nixon? —Abandonó el hotel donde se hospedó hace una hora, no ha hecho otro movimiento bancario —respondió Eleazar. —Sabe que lo siguen. Ya descartó la tarjeta seguramente —mencionó. —Tu expediente dice que eres bueno para rastrear, hazlo a tu modo. —Viaja con Salma, —le hizo saber. —Esto no me da buena espina. —Debemos juga
—Un honor poder tenerte aquí —dijo João hacia el portugués, quién mantenía sus ojos atentos a todo, a la vez sin dejar de ver al hombre frente a él. —¿Quieres algo para tomar? —Quiero lo que pedí antes —el hombre movió la cabeza pidiéndole a su asistente que lo llevara a su oficina. —Ahí está todo lo que necesitas saber —Boris observó su cara y entendió todo, pero se repitió que por el momento lo único que importaba era reducir el tiempo. Si una presa se siente cazador...siguió a la mujer en completo silencio, mientras al fondo pudo ver como subían a un auto el cuerpo de alguien. Con sólo sus botas oscuras se dio cuenta de quién era, pero ese no era su asunto. Menos el tipo que se giró cuando lo vio. Sabía quién era, pues lo vio reunido con Barrett cuándo lo mandó a investigar. Una carpeta estaba sobre el escritorio que Boris abrió con cuidado, observando lo que lo hizo pegar los ojos a la imagen. Era su madre con una figura escuálida y según la fecha no contaba con más de cator
Oleg esperaba la comunicación para enviar a los hombres que esperaban ansiosos, los cuales festejaban con las botellas que abrieron para su brindis de victoria. —Es hora —dijo al ver el mensaje que llegó al fin. Los hombres se vieron entre ellos, bebiendo el último trago del líquido burbujeante que los hizo sonreír. —Un helicóptero espera por ustedes. El portugués se volvió a sentar, mientras detallaba los maletines con billetes que tenía frente a él. Escuchó la aeronave partir y en segundos la puerta se abrió para dejar pasar a Yslen y Nixon. —Les dije que esto iba a funcionar —señaló hacia ellos. —Pero, sírvanse. Sean mis invitados más preciados. —No creo que sea hora de festejar —exclamó la mujer con esa cara que ya le comenzaba a quitar la paciencia. —El FBI me persigue, los Crown de seguro me buscan y…no estamos para tomar champaña, señor. —Quería Yslen, deja el pesimismo —se acercó y la tomó de la barbilla. —Con este dinero nos iremos de vacaciones a Brasil. —En Brasi
El fuego envolvía la casa que se caía estructura a estructura, pero los cazadores habían dejado de pensar en ello cuando escuchaban gritos, disparos y ruidos ahogados que se volvían cada vez más cercanos. La mezcla los hizo ponerse en guardia, pues no parecía humano lo que se aproximaba. Blandiendo sus cuchillos, movieron sus cuellos, mientras algo rodó y más disparos se escucharon. La cabeza aún envuelta en el pasamontaña quedó frente a ellos, haciendo que dieran una paso al frente dispuestos a derribar lo que se acercaba. —¿Qué demonios es eso? —preguntó uno al otro. Un grito se escuchó antes que pudieran distinguir que algo entró en su garganta. Retrocedieron para tomar impulso, cuándo el rostro de Boris Orlov apareció frente a ellos con el cuerpo que arrastraba, sosteniéndolo de su columna al haber abierto el cuerpo desde su estómago. —Es… La imagen grotesca no les permitió articular sus palabras, mientras la risa maquiavélica se hizo presente en el rostro que se acer
—Si le digo cucaracha, las ofendo a ellas— murmuró Lina, pero él rió al verla acorralada.—Podemos no matar a todos, pero te aseguro que iremos por él más que por cualquiera— prometió la portuguesa ubicando a quién veía. Lina presionó el cuchillo y dio los pasos contra ellos, ellos se aproximaron más rápido, dispuestos y decididos…Una ráfaga de disparos salieron desde atrás del grupo. Cuchillos volaron directo a los torsos de los cazadores, Lina empujó a Audrey al casi alcanzarla una bala y ella disparó a quién estaba detrás de la chica que vio a Nixon alejarse de la manada de cazadores que se enfrentaban a Escudero, Rex, Ojo de águila, Pascal y Eleazar. La ferocidad implacable de cinco contra el triple de ellos lo dejó aterrado. El esposo de su tía, el sujeto que siempre creyó que era amante de Lina, en ese momento demostraron por qué la chica siempre estaba acompañada de uno. Su forma de acabar con la vida de los cazadores era para tener pesadillas durante años. Eleazar vio a Li
Cuando el último hombre cayó, Kael se quedó observando su entorno. Su respiración era tranquila, y su mirada perdida, había perdido por completo cualquier ápice de emoción, como si todo hubiese desaparecido de sus ojos. Como si la vida se escapara de su cuerpo y no le afectara en absoluto. Como si ver todo ardiendo en llamas, con cabezas separadas de sus cuerpos y su cuerpo bañado por el liquido carmesí, fuera el mundo perfecto para alguien que no tenía su propio mundo. Se la llevaron, la alejaron de él, eso sería lo que todos conocerían a causa del accionar del anciano que robó su paz. Nada les costaba dejarlo seguir en su luna de miel, donde su mayor preocupación era no perder a la pigmeo que todo le resultaba interesante y monitorear desde las Maldivas a Atila con los cachorros. Sin embargo, a Oleg se le ocurrió causar disturbios que los hicieron volver, atacar a su familia y raptar a la única cadena que controlaba sus deseos de matar todo lo que existiera. Sintió pasos detr
Kael avanzó unos metros, sintiendo cómo sus vértebras se comprimían dolorosamente con cada paso. La calma que tanto anhelaba se le escapaba entre los dedos, su ausencia era un vacío que lo consumía. La desesperación y el peso de saber que se la habían arrebatado lo empujaron a seguir descendiendo en aquel terreno arenoso. Sus pies se movían en automático, sus puños se endurecían como acero y sus latidos resonaban como truenos al no encontrar a su mujer. Con el rostro salpicado de sudor y la respiración entrecortada, escuchó ruidos a unos metros de distancia. Sin pensarlo, apuntó con su arma, listo para disparar. Segundos después, un rostro emergió de la oscuridad: era Lina. El alivio lo golpeó con la fuerza de una ola, desmoronando la tensión que había mantenido su cuerpo rígido. Su corazón, que había latido con furia, ahora se aceleraba por una razón diferente. El desespero y el afán que lo habían consumido se transformaron en una necesidad urgente de abrazarla. Cada paso hacia