Kael aparcó en la mansión Crown, en donde Mateo iba saliendo junto a un grupo de hombres vestidos con trajes tácticos, los cuáles reconoció cómo los mismos que ayudaron a Anthony cuándo entró a su central a buscar a la Sombra. Liban, caminaba a la par de Mateo con dos bolsas oscuras en sus manos, detrás suyo iba un rubio de su misma altura y dos más de la misma forma. Una mujer asomó la cabeza en un vehículo, a su lado habían dos más jóvenes y en los demás autos otros con edades que no pasaban de los veinte. —Beagle, no hay tiempo —apresuró el capitán Benjamin Lorans desde su auto, el pelinegro odiaba el apodo, pero eran sus superiores y no podía refutar, así que optó por sólo abordar el auto. —Mayor —le habló Aarón y él giró el cuello para verlo. —Supongo que esto es extraoficial. —¿La encontraron? —Tenía esperanza estúpidamente de que ellos hayan logrado algo, pese a que también estaba buscando por todos lados sin resultado alguno. —No, Mateo y Anthony sólo van por la
—Los estamos viendo— avisó un cazador hacia Oleg, quién esperaba estaba por llegar al puerto. —Llevan el cadáver. No hay movimiento sospechoso. —No se confíen— escuchó a todos decir que se prepararan para llegar a tierra. —Sí hay movimiento de un rescate, esperen el momento oportuno y ataquen. Está muerto y así se va a quedar. Los hombres asintieron, aunque no eran los únicos que veían todo lo que ocurría en ese lugar, desde sitios distintos. Misac se movía con la bolsa para cadáveres que dos agentes cargaban en una camilla, hasta subirla al vehículo dónde subieron ellos. Por su parte, Hardy abordó las camionetas que custodiaban el transporte del portugués hacia el avión que los llevaría a Londres para la entrega, según el acuerdo entre ambas agencias. Varias patrullas los seguían por orden de la misma asamblea, poniéndolo más molesto al dejarle entrever su poca confianza en su desempeño. Todo por culpa de un suicidio absurdo de un tipo que no pudo aguantar una pérdida. Se dec
—El ejército estará ahí en pocos minutos— avisó Casey desde sus pantallas. —Hay varios canales oficiales que están recibiendo la misma alerta —Yago deslizó la silla para mostrar lo que veía. —Sí van a salir de ese lugar tiene que ser ya. —Eso se va a complicar— contestó Escudero viendo la masacre desatada en ese lugar. Debía cuidar de su compañero herido y así no podía hacerlo entre tantos contrincantes. Boris cambiaba de arma al verse rodeado, Kael se cubría con el vehículo en donde pegó la espalda, localizando a los problemas más grandes con su Beretta en alto, mientras Adrián cubría a Leonardo con un rifle desde el helicóptero que Joseph maniobraba. Cuerpos caían uno sobre el otro con los disparos certeros que llenaban el sitio del acre olor de la pólvora. Los agentes veían todo anonadados, informando de los hechos a la central. Kael esquivó la bala y disparó enseguida. Descubriendo que era una distracción cuando fue atropellado. Evadió el puño, devolvió al instante. Rodeó
Kael deslizaba los dedos sobre el teclado del ordenador ante sus ojos, con dos pantallas arriba de este, reflejando lo que seguía. —Yslen no se ha movido. No lo hará si piensa que la vigilan —indicó tomando su celular. —Que nadie se acerque, debo ir por cierta porquería. Pasó de Leonardo ignorando al resto, pues ninguno le interesaba para perturbar su objetividad. Tomó el vehículo que condujo Hayes, mientras él hacía llamadas para organizar desde ahí la forma de operar. El capitán observó a un hombre que, sin importar el espacio, hacía planes tras planes con precisión milimétrica. Aparcó frente a la mansión de los Ercil y descendió sin cortar la llamada que terminó cinco segundos después. —Señor Romano, que placer verlo de nuevo —lo saludó Sun con amabilidad. —¿Dónde está Nixon? Y no me digas no sabes porque estoy al tanto de sus constantes visitas a Naenia —espetó buscando con la mirada al entrar. —La ha visitado, pero la señora se ha negado a recibirlo debido a que su estado
Kael sacudió su cabeza. Respirar ya le estaba costando y podía sentir el filo envenenado que abría su piel con desconocer su paradero. Pero tenía que aplomar su objetividad. Cuarenta minutos después de salir del edificio, Yslen estaba a la vista. Podía verla desde su auto y cuándo abordó una furgoneta confirmó que no estaba equivocado. Los siguió durante 20 minutos, hasta que los vio girar por tercera vez hacia la derecha. Meditó por un par de segundos su siguiente paso, para luego girar el volante a la derecha, haciéndolo una vez más tan sólo dos calles más. Marcó desde su móvil el contacto de Eleazar, quien contestó al instante. —¿Encontraste a Nixon? —Abandonó el hotel donde se hospedó hace una hora, no ha hecho otro movimiento bancario —respondió Eleazar. —Sabe que lo siguen. Ya descartó la tarjeta seguramente —mencionó. —Tu expediente dice que eres bueno para rastrear, hazlo a tu modo. —Viaja con Salma, —le hizo saber. —Esto no me da buena espina. —Debemos juga
—Un honor poder tenerte aquí —dijo João hacia el portugués, quién mantenía sus ojos atentos a todo, a la vez sin dejar de ver al hombre frente a él. —¿Quieres algo para tomar? —Quiero lo que pedí antes —el hombre movió la cabeza pidiéndole a su asistente que lo llevara a su oficina. —Ahí está todo lo que necesitas saber —Boris observó su cara y entendió todo, pero se repitió que por el momento lo único que importaba era reducir el tiempo. Si una presa se siente cazador...siguió a la mujer en completo silencio, mientras al fondo pudo ver como subían a un auto el cuerpo de alguien. Con sólo sus botas oscuras se dio cuenta de quién era, pero ese no era su asunto. Menos el tipo que se giró cuando lo vio. Sabía quién era, pues lo vio reunido con Barrett cuándo lo mandó a investigar. Una carpeta estaba sobre el escritorio que Boris abrió con cuidado, observando lo que lo hizo pegar los ojos a la imagen. Era su madre con una figura escuálida y según la fecha no contaba con más de cator
Oleg esperaba la comunicación para enviar a los hombres que esperaban ansiosos, los cuales festejaban con las botellas que abrieron para su brindis de victoria. —Es hora —dijo al ver el mensaje que llegó al fin. Los hombres se vieron entre ellos, bebiendo el último trago del líquido burbujeante que los hizo sonreír. —Un helicóptero espera por ustedes. El portugués se volvió a sentar, mientras detallaba los maletines con billetes que tenía frente a él. Escuchó la aeronave partir y en segundos la puerta se abrió para dejar pasar a Yslen y Nixon. —Les dije que esto iba a funcionar —señaló hacia ellos. —Pero, sírvanse. Sean mis invitados más preciados. —No creo que sea hora de festejar —exclamó la mujer con esa cara que ya le comenzaba a quitar la paciencia. —El FBI me persigue, los Crown de seguro me buscan y…no estamos para tomar champaña, señor. —Quería Yslen, deja el pesimismo —se acercó y la tomó de la barbilla. —Con este dinero nos iremos de vacaciones a Brasil. —En Brasi
El fuego envolvía la casa que se caía estructura a estructura, pero los cazadores habían dejado de pensar en ello cuando escuchaban gritos, disparos y ruidos ahogados que se volvían cada vez más cercanos. La mezcla los hizo ponerse en guardia, pues no parecía humano lo que se aproximaba. Blandiendo sus cuchillos, movieron sus cuellos, mientras algo rodó y más disparos se escucharon. La cabeza aún envuelta en el pasamontaña quedó frente a ellos, haciendo que dieran una paso al frente dispuestos a derribar lo que se acercaba. —¿Qué demonios es eso? —preguntó uno al otro. Un grito se escuchó antes que pudieran distinguir que algo entró en su garganta. Retrocedieron para tomar impulso, cuándo el rostro de Boris Orlov apareció frente a ellos con el cuerpo que arrastraba, sosteniéndolo de su columna al haber abierto el cuerpo desde su estómago. —Es… La imagen grotesca no les permitió articular sus palabras, mientras la risa maquiavélica se hizo presente en el rostro que se acer