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—Necesito algo fuerte. —Lina dio media vuelta, pero luego se volvió hacia él con brusquedad. —¿Sí entiendes que una propuesta de matrimonio es algo más serio? Kael enarcó una ceja. —Es que contigo nunca se sabe. Además…Estoy hiperventilando. —sacudió el tablero para echarse aire en la cara. ¡Por todos los cielos! ¿Ella estaba nerviosa? —Dame un segundo….Es que…Ni siquiera su divorcio era oficial, y él le daba…—Hasta donde recuerdo estas propuestas se hacen de rodillas. —acotó mirando el tentador anillo que estaba dentro de la caja de terciopelo. —¿Por qué me arrodillaría? —sacó el anillo de la caja que dejó sobre la mesa. —Lo simple no se me da y lo que quieres ver en mí no lo harás. —Entonces, ¿qué quieres? —Quiero una tregua. —le tomó la mano para dejar el anillo en el centro de ella. Kael la miró con esos ojos fríos que siempre parecían juzgarla. Se acercó lentamente, como si cada paso fuera una lucha interna.—¿Otras 48 horas? —rió aunque sus ojos no dejaban de ver la pie
Lina no quería moverse más cuando su espalda tocó las sábanas. Solo deseaba dormir y olvidarse del mundo por lo que restaba de la noche. Kael la había dejado exhausta totalmente, por lo que al llevarla a la ducha solo se encargó de lavar su cuerpo por varios minutos, envolverla en una bata y dejarla sobre la cama, en donde secó la herida de su mano y la envolvió con una venda. Regresó al baño, buscó una jeringa y recogió la sangre de los trozos de cerámica, la cual se aseguró que fuera útil aún. Al menos eso le ahorró tener que pedirla directamente y escuchar sus negativas como solía hacerlo. La colocó dentro de un dispositivo que metió dentro de un maletín que sacó de su caja fuerte y salió con ropa para dormir hacia el elevador en donde llamó al capitán Hayes. Hacía frío, pero no cargaba ningún abrigo, por lo que Atila se lanzó sobre él en cuanto lo vio. Tuvo que controlarla al ser tan efusiva. Le quitó el collar y la llevó con él, mientras continuó su camino. Llegó al
Kael y Atila regresaron casi a las diez de la mañana a Moon Castle, pasando de largo del comedor y todos los que encontró en el camino. Buscó la comida para la rottweiler y abrió un paquete que vertió en su plato. Tal vez no era suya, pero era muy obediente y aunque no lo necesitaba, si algún día adoptaría un perro, lo quería igual. —¿Lo hago por usted? —se ofreció una de las mujeres de servicio al verlo tomar los huevos y algunas latas. La rottweiler necesitaba proteína. —¿Pedí ayuda? —continuó en su tarea, sin ser necesario más que su respuesta para que no volvieran a acercarse. A Atila la ponían nerviosa los desconocidos y no le gustaba verla tan a la defensiva cuando no corría riesgo estando él cerca. Se lo colocó en el piso de mármol al terminar, tomando más agua esperando a que Atila terminara para llevarla de regreso a uno de los dormitorios donde la bañó y quitó exceso de agua, para luego hacerlo él. La envió con Lina con el mayordomo, saliendo él en toalla hasta llegar
Cuando la mañana llegó Lina se dedicó a tener a Kael solamente para ella. Si era verdad que lo único que quería era que le importara solamente él eso le daría. Por lo que cayó en la perdición de no salir del par de brazos que la rodearon desde distintas posiciones para besarla. No sólo el sexo era una excelente forma de pasar el tiempo con él, sino sentir sus ojos que la buscaban en todo momento. Asomarse por la ventana era un deleite y tener al Mayor besándola a cada segundo lo hacía más atrapante. Para Lina, Kael siempre había sido una figura que resaltaba donde fuera. —Come. —demandó dejando la bandeja que les llevaron. Yendo por su computador, mientras ella dejaba de masticar al ver al Mayor darle la espalda. Solo iba vestido con un pantalón, por lo que podía ver esos brazos y torso descubierto, mostrando el rastro de sus uñas. A sus 35 años, su físico atlético era una obra de arte viviente. El resultado de años de disciplina y entrenamiento. Cada vez que lo veía sin camis
Mientras en la agencia la tensión continuaba, Lina salía de la alberca, Kael la veía de reojo, siendo imposible centrarse en los correos que le enviaba Helena sobre las órdenes que debía seguir. El bikini de dos piezas que dejaba a la vista el piercing era la perdición hecho persona. La curva de su trasero decorado con la tela azul era la imagen viva de la tentación. Sus senos tenían el tamaño perfecto para que su mente sólo lo hiciera recordar lo bien que se sentía tenerlos en la boca. Kael miró al sujeto que hacía vigilancia tratar de no verla, pero Lina seducía aún cuando no estaba en su mente hacerlo. Con una mirada dejó claro que debía irse. Nadie más que él podía verla de esa forma. Que estúpido había sido Nixon al creer que una mujer como ella podía ser opacada. Ni siquiera intentándolo ella misma lograría hacerlo. Comerle la boca al hacerla emerger del agua era un deleite. Ponerla en el borde de mármol solo intensificó el deseo de no irse de Bray, pero tenía que hacerlo.
Desde que Kael entró al edificio se percató del arreglo de flores que estaban entregando a la recepción. Pasó de largo hasta que entró al elevador donde Ferrán se sorprendió de verlo de nuevo. —Creí que estaba de vacaciones, Mayor. —¿Por qué tanta seguridad ahora? —Hández se quitó el auricular al escuchar la interrogante. —No me digas que no, porque hay sensores activos en la entrada, dos agentes pendientes de quién entra y sale, y los obsequios son revisados minuciosamente para no dejarlos pasar de ahí. ¿De qué no estoy enterado? —Nadie está enterado de nada aquí, Mayor. —manifestó. Hizo una pausa. —Los superiores no dan información a nadie. —A mí tienen que dármela. —salió del elevador ingresando códigos en la puerta que se abrió y cerró luego de que pasara. Su oficina tenía meses de no abrirla y no estaba ahí para eso. Vio a la subdirectora hablando con la agente Minez, en su oficina, haciendo la misma cara que Handez al darse cuenta de su presencia. Lo siguió de inme
Lina tomó una respiración profunda al verse frente al mafioso de casi dos metros que cruzaba uno de sus brazos bajo su pecho. Tenía planeado hacerlo con él primero, pero las manos ya le estaban sudando, viéndose en la necesidad de buscar algo más que eso para darle su atención y no perder el control, en un momento que debía conservarlo. Las figuras que se formaban por la luz atravesando las cortinas de encaje de la habitación eran una excelente opción. El aroma a jazmín, proveniente de un pequeño jarrón en la mesita de noche le dio un poco más de control sobre sus latidos, mezclado con el olor a cuero del sillón en el rincón era exactamente lo que buscaba. No le temía a su padre, pero decirle que aún sin salir su divorcio ya se había comprometido no era un tema de conversación que practicó durante tanto tiempo. Tampoco lo era decir que era con…el hombre que siempre repitió que odiaba. Lo seguía odiando, eso no estaba a discusión.—Leonardo, no hagamos dramas. —le dijo Avery a su pr
Lina siguió a su padre hasta las escaleras donde vio a su prima saliendo del despacho. Avery la esperó al final de ellas, recibiendo una mirada de Leonardo que la hizo mover la cabeza de un lado a otro. El mafioso tenía un gesto inconfundible que era mejor no ver tanto tiempo. Algo en su mirada consumía lo que se acercaba. Pero Lina no pudo ver más que su espalda, aunque intuía sus pensamientos. Pero al escuchar el rotor acercarse centró su mente en ver a las mujeres que habían salido de Philadelphia cuarenta minutos antes solo para verla, zafandose de sus compromisos sin importar más. Su madre y su abuela iban aterrizando en el helicóptero que las había regresado a la ciudad, por lo que apresuraron el paso para recibir el abrazo de la chica que no se esperó más para mostrar el anillo. Tanto Sara como Luisa preferían escuchar su emoción, la cuál pese a sus irónicos comentarios, no la podía ocultar. Keyla liberó un grito cuando Sara la contactó por medio de una llamada, alertando