Capítulo 118.

Mientras en la agencia la tensión continuaba, Lina salía de la alberca, Kael la veía de reojo, siendo imposible centrarse en los correos que le enviaba Helena sobre las órdenes que debía seguir.

El bikini de dos piezas que dejaba a la vista el piercing era la perdición hecho persona. La curva de su trasero decorado con la tela azul era la imagen viva de la tentación. Sus senos tenían el tamaño perfecto para que su mente sólo lo hiciera recordar lo bien que se sentía tenerlos en la boca. Kael miró al sujeto que hacía vigilancia tratar de no verla, pero Lina seducía aún cuando no estaba en su mente hacerlo.

Con una mirada dejó claro que debía irse. Nadie más que él podía verla de esa forma.

Que estúpido había sido Nixon al creer que una mujer como ella podía ser opacada. Ni siquiera intentándolo ella misma lograría hacerlo.

Comerle la boca al hacerla emerger del agua era un deleite. Ponerla en el borde de mármol solo intensificó el deseo de no irse de Bray, pero tenía que hacerlo.

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