Lina tomó una respiración profunda al verse frente al mafioso de casi dos metros que cruzaba uno de sus brazos bajo su pecho. Tenía planeado hacerlo con él primero, pero las manos ya le estaban sudando, viéndose en la necesidad de buscar algo más que eso para darle su atención y no perder el control, en un momento que debía conservarlo. Las figuras que se formaban por la luz atravesando las cortinas de encaje de la habitación eran una excelente opción. El aroma a jazmín, proveniente de un pequeño jarrón en la mesita de noche le dio un poco más de control sobre sus latidos, mezclado con el olor a cuero del sillón en el rincón era exactamente lo que buscaba. No le temía a su padre, pero decirle que aún sin salir su divorcio ya se había comprometido no era un tema de conversación que practicó durante tanto tiempo. Tampoco lo era decir que era con…el hombre que siempre repitió que odiaba. Lo seguía odiando, eso no estaba a discusión.—Leonardo, no hagamos dramas. —le dijo Avery a su pr
Lina siguió a su padre hasta las escaleras donde vio a su prima saliendo del despacho. Avery la esperó al final de ellas, recibiendo una mirada de Leonardo que la hizo mover la cabeza de un lado a otro. El mafioso tenía un gesto inconfundible que era mejor no ver tanto tiempo. Algo en su mirada consumía lo que se acercaba. Pero Lina no pudo ver más que su espalda, aunque intuía sus pensamientos. Pero al escuchar el rotor acercarse centró su mente en ver a las mujeres que habían salido de Philadelphia cuarenta minutos antes solo para verla, zafandose de sus compromisos sin importar más. Su madre y su abuela iban aterrizando en el helicóptero que las había regresado a la ciudad, por lo que apresuraron el paso para recibir el abrazo de la chica que no se esperó más para mostrar el anillo. Tanto Sara como Luisa preferían escuchar su emoción, la cuál pese a sus irónicos comentarios, no la podía ocultar. Keyla liberó un grito cuando Sara la contactó por medio de una llamada, alertando
—No lo sé, señor. Si iba a llegar al último apartamento que utilizó, debería haber llegado ya. Pero los cazadores me avisan que no lo ha hecho. —avisó Ylsen en el pasillo frente a Bora. —¿Qué entren a revisar? —No, de seguro el principiante se las huele y para este momento cambió de lugar. —sacó un hielo que masticó antes de pasarlo. —Que esperen hasta la mañana, sino llega que busquen nuevos sitios donde se pueda quedar. Ylsen asintió yendo a las escaleras para contactar a los cazadores y dar las nuevas órdenes de su jefe. El Mayor debía caer alguna vez, de eso estaba segura. Sin saber que este estaba frente al padre furioso de su prometida, quien bajaba el rifle. Los vehículos detrás del mafioso se abrieron a la misma vez, mientras Leonardo lanzó el rifle al asfalto, Kael hizo lo mismo con su arma, acortando la distancia mientras el mafioso estaba satisfecho con que no retrocediera. El choque de ambos hombres cortó con el silencio en la autopista, como dos fieras a punto de romp
Anthony le abrió la puerta a su madre, quien le sonrió como siempre antes de que Lina saliera del otro lado. Génesis, quien siempre se había mantenido en la aeronave, siendo la única condición para aceptar llevarla, quiso bajar también. Se había aguantado el rebelarse por su abdomen, pero su interés por verlos salir del auto en el que apenas entraron tantos, era una motivación enorme para esforzarse. —No es necesario que hagas esto. —Anthony trató de hacerla entrar en razón. —¿En serio crees que me voy a perder esto? —le lanzó un beso al abrirse el elevador. —Sí algo sucede hay una clínica a dos manzanas de aquí y tenemos un helicóptero. Todo resuelto. ¿O me dirás que no te parece divertida esta noche? Anthony se guardó la respuesta al llegar a la entrada del restaurante, uno de sus hombres abrió la puerta para ambos, viendo a Sara en la entrada con su hija en la misma actitud molesta. Las luces delanteras de un auto se vieron parpadear al detenerse frente a ellos, mient
Las fotografías de un cuerpo totalmente destruido debido al ácido que llenó el auto en el que se conducía quedó ante los ojos del Mayor. Apenas podía distinguir algo del agente que se dijo era el dueño de tal pieza. Otros apartaban los ojos de las imágenes, pero no él. Kael veía el estómago abierto de la fotografía volviendo a la primera vez que vio uno así. El ruido a su alrededor dejó de existir, mientras la mente de Kael lo regresaba al cuarto recubierto de concreto en donde sostenían a uno de los “verdes” sobre una mesa de metal. Las órdenes de Calderón se repetían en su cabeza, pero los pasos de Boris se movían a su alrededor cómo un fantasma que sabía cómo pasar desapercibido. La luz tenue le impedía ver otra cosa y el olor a hierro llegaba en oleadas fuertes a su nariz. —¿Te conviertes en un verde o te vuelves quien los caza? —preguntó el portugués deteniéndose en su costado. El pulso se convirtió en un ritmo rítmico que no había escuchado antes. —No es miedo lo que huelo
—¿No dijiste que era para tu cuñada? —cuestionó Naenia intentando que las manos no le sudaran. La piel le picaba debido a las ideas que quería arrancar de la cabeza, pero era aplastante la emoción que tanto le costó apagar y con sólo una imagen cobró más fuerza. —Lo es. Tendrá mellizos en las próximas semanas y no les he regalado nada a los doble impacto. —rió hacia la chica que se acercó. —Necesito ropa para recién nacidos. Todo lo que necesite y ella es mi asesora para todo. —Adelina, no quedamos en esto. —Naenia sintió su frente congelándose. —¿Te molestan las cosas de bebés? —No, pero…—Solo tenía que hacer más que pensar. Olvidar en lugar de recordar. La decisión ya estaba tomada. No era lo que quería. Pero sí lo que debía hacer y ante eso, ni siquiera ella tenía voto. La dependienta las dejó solas, mientras Lina buscaba conjuntos que combinaran para sus sobrinos, jugando con los colores, aunque quien los descartaba o aprobaba era Naenia. La mujer no quería tocar las prenda
—En efecto, señor. Usted tenía razón. Aunque no esté confirmado, el bebé que espera la esposa de Kael Romano, tiene altas probabilidades de que no lleve sus genes. —Bora se mantuvo en silencio, mientras Ylsen le mostraba fotografías de Naenia y Pascal en un estacionamiento, en una situación que no dejaba dudas de nada. Odiaba la tecnología, pero cuándo le llevaba esos resultados era más soportable. —¿Quiere que se las hagamos llegar a él? Tal vez publicándolas en alguna revista ajena a ellos. Tenemos contactos y de seguro van a causar revuelo. —propuso su asistente. —¿Con qué fin? Puedo apostar que lo sabe. —miró las imágenes con desinterés. —Lo que me sorprende es que no le dé mucha importancia y eso me lleva a dos cosas. Va a matar al tipo o ella es menos que un cero a la izquierda para él. Y en este punto ninguna de las dos opciones me sirven. —Hemos vigilado la agencia. Pero de seguro tiene otra forma para salir o entrar que no sea la entrada principal. —escuchó decir a su asi
—Por ser un caso especial, el doctor llegó un poco antes, señora Ercil. —dijo la enfermera con amabilidad ante la mujer de pantalón y blusa oscura y abrigo beige que cerraba sus dedos en las asas de su bolso. —¿Ya? —¿Necesita un minuto? —ofreció la enfermera con un tono suave. “Necesito otra vida” pensó ella a la misma vez que negó. —Deme cinco minutos. Necesito ir al baño. —la dureza en su rostro no escondía sus ojos rojos y la hinchazón alrededor de ellos. Casi corrió al cubículo donde se encerró, llevándose las manos al rostro, mientras su barbilla comenzó a temblar incontrolable. La pequeña prenda que Lina le había enviado la noche antes recibió lágrimas que ella dejó caer sobre la tela. No sabía porqué la cargaba con ella, pero verla solo le dejaba el alma vuelta polvo. Su estómago sufrió pequeños espasmos y su pecho tuvo una reacción que la hizo apretar entre sus dientes el pañuelo que amortiguó su grito. —Perdóname. —musitó con la respiración entrecortada, mientras sus