—Mina —dijo Yi Zhou mientras cerraba la puerta de la casa a su espalda. Ella se volvió hacia él y lo observó desde lo alto de las escaleras, con los tacones en la mano y una mirada intensa—. ¿Quién era ese chico que estuvo hablando contigo en la fiesta?
—¿Cuál de tantos, Yi Zhou?
—Sabes bien de quien te estoy hablando. No te hagas la tonta —afirmó con voz muy seria y una expresión que reflejaba su enojo interno—. ¿Por qué ese chico te susurraba cosas al oído?
—¿Eso que te importa? —replicó Mina observándolo juguetona. Se volvió y continuó subiendo los escalones.
—¡Estoy hablando contigo, Mina!
—Pero, yo no.
Yi Zhou la siguió escaleras arriba y cuando llegó a ella la tomó por los brazos y la estampó en la pared. Estaba irritado
—¡¿Está seguro que desea hacer esto, mi señor?! —exclamó Baham, observando preocupado en todas direcciones—. ¡¿Tiene en cuenta que podría morir?! La infame ráfaga de viento agitaba todo objeto sobresaliente del suelo, azotando con fuerza los árboles y produciendo un estruendoso sonido. —¡Estoy dispuesto a tomar el riesgo por el bien de la ciencia! —afirmó Axel, volviéndose hacia el señor Baham al tiempo que se adentraba en la curiosa máquina. Las gotas de sudor resbalaban lentamente sobre su frente. Su corazón palpitaba azoradamente y su apretada sonrisa, ocultaba la sensación de ansiedad presente en su garganta. Nadie más que él tenía en claro que su vida podía acabar en ese instante, sin embargo, anhelaba ese momento como ningún otro. Axel Joll era mejor conocido por ser el príncipe heredero de un reino llamado Midzan y el segundo al mando de las tropas reales. Su tenaz y competitiva actitud en el ámbito intelectual y militar, lo conv
El aparato se esfumó en medio de una luz cegadora, dejando un camino de llamas azules, que también se extinguieron un par de segundos más tarde. No había rastro ni evidencia que demostrara que Axel Joll o la máquina, hubiesen estado en aquel lugar. Baham se encontraba pensativo, no tenía la certeza de que habría ocurrido con su alteza, pero de lo que si estaba seguro, era que, si el joven Axel Joll no regresaba para el amanecer, su vida sería tomada sin piedad alguna. Le juzgarían de traidor, lo encerrarían, a diario lo torturarían y finalmente le cortarían la cabeza. Por favor, no falle mi señor. Pensó mientras seguía a toda prisa el sendero que lo conduciría a la residencia de su alteza. Cort Después de la explosión de partículas, el palanquín ingresó en el universo cuántico. Viajando por brumas ocres e infinitos agujeros purpúreos. Dentro, Axel permanecía con los ojos cerrados, tomando con manos temblorosas la palanca a su lado derecho. Toda la maquina se
Axel Joll entró en completa desesperación. No comprendía donde estaba ni que estaba ocurriendo. Azorado, prosiguió. —He tratado de ser paciente y amistoso, no obstante, usted no para de llamarme Aldrich Grape, cuyo nombre nunca había oído. Eso, sin mencionar que no ha contestado lo que ya os preguntado —expuso Axel en un intento de permanecer calmado, sin embargo, comenzaba a frustrarse, estallando así en un alto estado de histeria—. ¡Mi nombre es Axel Joll y exijo que me sea devuelta mi máquina! Se levantó de la cama y se acercó al doctor Schulze, tomándolo del cuello de su bata. —¡¿Qué año es este?! —inquirió alterado—. ¡Dígame de inmediato sino desea ser ejecutado cuando salga nuevamente el sol! —Señor Grape, acuéstese nuevamente. Su cuerpo no está preparado aun para que retome el movimiento —El doctor Schulze trataba de tranquilizarlo, pero era inútil, solo lograba que se alterara más y más. —¡Aldrich siéntate de inmediato en esa cama! —o
La semana concluyó y fue dado de alta una tarde soleada. Axel salió de la pequeña habitación, siendo esta el único territorio que conocía desde su llegada. Su mirada se fijaba en aquellos objetos fascinantes para su vista, los pasillos, ascensores, pinturas, personas, plantas, iluminación, muebles y pisos. Todo era sumamente extraño y extraordinario. En varias ocasiones se desvió́ del camino que debía seguir solo para acercarse a las ventanas y observar con atención y detenimiento los enormes edificios que se alzaban desde el suelo, con luces y diferentes diseños arquitectónicos. —¡¿Qué es eso?! —preguntó con tono exagerado a una de las enfermeras, al tiempo que retrocedía dos pasos y casi caía al suelo, al ver que un avión volaba en el cielo—. ¿Qué clase de ave se supone que es? Los pacientes y doctores lo ignoraron. Axel aclaró su garganta e hizo un intento por actuar normal, mientras que era tomado del brazo por los guardaespaldas. —¿Qué tenéis en la cara?
La distribución de habitaciones era extraña para Axel, le producía una sensación de inseguridad el lugar, no sabía cómo llegar a su dormitorio o al baño. Para él todo era tan confuso, se sentía como un bicho raro ante aquel lugar.No había vuelto a ver a su supuesto padre desde el día que despertó en el hospital, tampoco esperaba que lo fuese a ver, no lo consideraba necesario. Su habitación era sencilla, una cama, un escritorio, un pequeño armario y un espacioso. En la habitación también había una puerta que lo conducía a una especie de estudio donde había otro escritorio, muebles, muchos estantes con libros y lienzos para pintar. Era realmente acogedor y agradable para Axel, reconoció algunas cosas, como el papel de dibujo, los pinceles, las tintas y algunos libros antiguos.Cuando el día se hizo noche, Axel terminaba de v
—¿Por qué llorar? —inquirió con una sonrisa a medias—. Shhh. Te prometí que no dolería, pero al parecer me he equivocado.—Vamos, Mina, por favor no lo hagas —susurró, suplicante, al tiempo que se retorcía sobre las bolsas plásticas—. Hemos sido amigas desde siempre.—Si, es cierto, aun así, creo que eso dejó de importarme hace mucho.Mina tomó de la mesa junto a ella el utensilio brillante en el que se reflejaba la luna. Se encontraba frío, como su mirada implacable. Al fondo, Been Down So Long de The Doors inundaba la oscura habitación, acompañado por un trasfondo de quejidos y lamentaciones.—¡A llegado la hora de cortar la carne!Al tiempo que Mina limpiaba meticulosamente la boquilla de su corno francés, recordaba satisfecha, los placeres de su fi
Después de asearse y vendar la herida de su hombro, Mina cambió su ropa y farfullando toda clase de ininteligibles palabras, que en su mayoría eran insultos, salió en busca de un taxi.El auto no demoró en llegar. Una vez dentro de este, Mina notó que un enorme cansancio la consumía. En el asiento trasero del taxi, dio unas cuantas vueltas, estirándose y revolviéndose con una dejadez como al que no le esperan obligaciones, y entonces, dejó salir un prolongado bostezo, inundando de lágrimas sus ojos. «Siempre ocurre eso». Pensó enjugándose los ojos. El taxi se detuvo frente al hospital y Mina bajó casi arrastras. Cuando el enorme edificio, sonrió y volvió a bostezar. Sin enjugarse las lágrimas que volvían a sus ojos, caminó apresurada sin importarle qué o quién estuviera en su camino, y en medio de otro pesado b
Desconcertada, Sonn asintió y siguió a Mina, que caminaba bajo el despejado cielo de julio, con dirección al café en el que habían conversado la noche anterior. «Dios santo, como puede ser alguien tan desalmado». Pensó Sonn mientras observaba de reojo a Mina. «O tal vez, ¿siente tanto dolor que le avergüenza demostrarlo?». Una vez llegaron a su destino, Sonn se dirigió inmediatamente al baño, mientras Mina, desinteresada, ordenó un café para luego tomar asiento. Volvió la vista hacia la maceta junto a ella, al otro lado del cristal, y con atención observó una vez más la flor, esta vez marchita y descolorida, como ella y su infame corazón. Al percatarse de que su acompañante tardaba, colocó sus audífonos y aleatoriamente una canción. Comenzó a tararear y a dar golpecitos con sus dedos sobre la mesa en tanto bebía de su café. Cerró sus ojos para masajearlos y luego los abrió despacio, mientras con su dedo índice ajustaba sus gafas. Entonces cuando volvió a se